10 años sin la duquesa de Alba: una infancia traumática, su apodo secreto y una guerra familiar
Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, duquesa de Alba, falleció el 20 de noviembre de hace una década a los 88 años
Para conmemorar este doloroso aniversario, la escritora Ana Polo ha lanzado un libro sobre ella, 'Cayetana. Duquesa de Alba'
La biografía no autorizada rescata los años "de esplendor" de Cayetana de Alba, la aristócrata que marcó una época en España
El 20 de noviembre de 2014, España despedía a una de sus figuras más icónicas y controvertidas: Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, la duquesa de Alba. La aristócrata falleció en su residencia del Palacio de Dueñas, en Sevilla, a los 88 años, rodeada de su familia y su esposo, Alfonso Díez, quien estuvo a su lado en sus últimos años con vida.
La noticia de su muerte conmovió a España entera. Miles de personas acudieron a rendirle homenaje en el Palacio de Dueñas y en la Catedral de Sevilla, donde se celebró su funeral. Las calles de Sevilla se llenaron de ciudadanos que querían despedir a quien fue no sólo un símbolo de la aristocracia, sino una mujer carismática que vivió siempre bajo sus propias reglas. Este miércoles se cumple una década de su triste pérdida.
Para rendir homenaje a su figura y conmemorar este doloroso aniversario, la escritora Ana Polo Alonso ha lanzado el libro Cayetana. Duquesa de Alba (La esfera de los libros), coincidiendo con la primera década tras su fallecimiento.
La biografía no autorizada repasa a lo largo de 432 páginas los años "de esplendor" de la mujer que marcó una época y que se convirtió en una de las personas más famosas y admiradas del mundo por contribuir, entre otras cosas, a modernizar España. La web de Informativos Telecinco ha tenido acceso al contenido de la obra.
"Esta es la historia de una mujer única. Es la historia no oficial, porque no he pedido en ningún momento autorización a la Casa de Alba para escribirla. Mi ética profesional me lo impide: el trabajo de un biógrafo no es el de solicitar permiso, sino el de actuar con total libertad para retratar a un personaje y a una época. Ahora bien, exigir total autonomía no significa inventarse o deformar los hechos: esta es una biografía rigurosa de una mujer irrepetible, fascinante en muchos sentidos y dueña de una personalidad que rebasa las categorías fáciles. También es la historia de todo un siglo y de una clase social que comenzó 1900 disfrutando del esplendor de la belle époque y pronto tuvo que despertar de su plácido sueño cuando las revoluciones y las guerras tiñeron de sangre el continente. Muchos lo perdieron todo y muy pocos sobrevivieron. Los que lo hicieron tuvieron que adaptarse a un mundo donde las viejas estructuras ya no servían. En medio de tantos cambios súbitos, ella no solo sobrevivió. Ella hizo mucho más", cuenta la autora en la biografía.
En principio, el libro iba a recorrer la historia completa de Cayetana, desde su nacimiento hasta su muerte, pero finalmente, al descubrir en los últimos años "multitud de detalles inéditos que nos han permitido arrojar nueva luz a la vida de Cayetana y su entorno", Polo ha decidido centrarse únicamente en la vida de la aristócrata desde su nacimiento hasta la muerte de su primer marido, Luis Martínez de Irujo y Artázcoz, en 1972.
La periodista explica en las primeras páginas del ejemplar que durante aquellos años, Cayetana consiguió consagrarse "como aristócrata y como mujer". "Desgraciadamente, una vez le faltó Luis, Cayetana entró en una fase de penumbra, de duelo y pena intensísima, oscura y profunda. Ya nada volvería a ser lo mismo. Ella tampoco: cambió tanto que parecía como que hubiera dos Cayetanas", narra.
Es por ello que se ha querido centrar en la primera Cayetana, en su historia antes de la pérdida de Martínez de Irujo, cuando la duquesa de Alba era "una mujer vital, enérgica, optimista y libre que desafió convencionalismos", que "abrazó la más rabiosa modernidad y, al mismo tiempo, supo dar continuidad a un legado histórico inmenso. Una mujer fascinante y única que desgraciadamente había caído un tanto en el olvido. Aquí intento rescatarla".
Son muchos los acontecimientos que, durante aquellas décadas, marcaron la vida de la duquesa de Alba: la muerte de su madre, apodada cariñosamente como Totó, su traumática infancia, la guerra familiar de la Casa de Alba con Francisco Franco para recuperar la monarquía en el país, la muerte de su primer esposo...
La muerte de su madre y una infancia traumática
María del Rosario de Silva y Gurtubay, madre de la duquesa de Alba, "tenía el pelo moreno y rizado y una simpática cara muy regordeta que luego se le estilizaría bastante". "Era una de esas personas tan alegres y vitales que parecía brillar", relata Polo.
Se casó con Jacobo Fitz-James Stuart, padre de Cayetana, en 1920. Seis años después, nació la duquesa, pero las buenas noticias no tardarían en irse. Ese mismo 1926, a Totó la diagnosticaron tuberculosis. No fue el único problema de salud que enfrentó. También padecía "estrés emocional agudo, una disfuncionalidad en el nervio simpático, una parte del sistema nervioso que regula la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lo que le podía producir súbitas alteraciones del estado de ánimo y constantes crisis de angustia profunda". Murió en enero de 1934. Cayetana sólo tenía nueve años.
La relación entre madre e hija, según explica la autora, era distante. "La pequeña, por supuesto, no debía de saber ni entender nada. Pero cabe suponer que fue siempre tratada con cierta frialdad por su madre. A pesar de que la niña la visitó en más de una ocasión en París, y de que cuando estaban en Liria, Totó a veces se acercaba por las noches a acurrucarla en la cama, siempre había una distancia entre ellas, un recelo por parte de Totó de tocarla y abrazarla. En las pocas fotografías que hay de ambas juntas, no hay caricias, ni sonrisas, ni besos, y las dos posan de frente, como si su madre tuviera pánico de mirarla a la cara y contagiarle los malditos bacilos. La pequeña debía de notar en el ambiente la ansiedad latente, los nervios y las desconfianzas, algo que seguramente se le quedó grabado de por vida. Años más tarde, su propia familia reconocería que Cayetana era incapaz de hablar de su infancia".
La propia Cayetana explica en sus memorias que no se recordaba como "una niña alicaída, arrastrada por la tristeza", pero Polo considera que "arrastraba un trauma". "Apenas se acordaba de nada, tenía recuerdos difusos, confundía constantemente fechas, lugares y personas". Además, jamás habló públicamente de que, "a pesar de todas las precauciones, Cayetana acabó desarrollando una tosferina, una afección respiratoria gravísima y muy contagiosa que le podría haber costado la vida".
Una guerra familiar
Por aquellos años en los que la madre de Cayetana había fallecido, y ella todavía era pequeña para comprender la situación en la que se encontraba el país, la Casa de Alba decidió apoyar firmemente a los Borbón y el regreso de la monarquía a España, protagonizando una guerra silenciosa con Francisco Franco. Sobre todo Jacobo, el padre de la duquesa.
"La relación de Jacobo con Franco no era ni cordial ni fluida: al duque le molestaba que el Caudillo se hubiese autoproclamado su excelencia el jefe del Estado, un título que le correspondía en exclusiva a Alfonso XIII. Por su parte, el Generalísimo no se fiaba de aquel duque de Alba cuya única lealtad verdadera era hacia el monarca", describe Ana Polo.
Aunque años después Cayetana evitó una confrontación pública directa con Franco, su familia y su entorno aristocrático no dudaron en mostrar su oposición al franquismo.
"Franco no aceptó que don Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII, se hubiese convertido en rey, ni siquiera en Príncipe de Asturias: él siempre lo trató como infante. La prensa del régimen, en las pocas veces que hablaba de él, lo llamaba conde de Barcelona, el título que don Juan comenzó a usar tras la muerte de su padre. Jacobo jamás se lo perdonó. Aquello marcó un punto de inflexión para él: constató clarísimamente que, a pesar de sus vagas promesas, Franco nunca iba a restaurar la monarquía y se iba a aferrar al poder con uñas y dientes. Le había mentido y le había utilizado. Estaba tan enfadado que tuvo ganas de dimitir ahí mismo, pero don Juan -para Jacobo, su majestad el rey Juan III- le pidió calma y prudencia".
Fueron muchas las ocasiones en las que protagonizaron momentos de tensión: desde que Jacobo se negara a una puesta de largo conjunta entre Cayetana y la hija del dictador, Carmencita Franco, a que el Caudillo le "retirara temporalmente el pasaporte a Jacobo".
La muerte de Franco en 1975 permitió a la Casa de Alba retomar un papel más activo en la defensa de la monarquía. Cayetana y su familia apoyaron abiertamente al rey Juan Carlos I, reforzando su posición como defensores históricos de la monarquía.
Un curioso apodo
Uno de los objetivos de Jacobo para garantizar la continuidad de la Casa de Alba era que su hija se casara y tuviera hijos. "Cayetana no era guapa en el sentido clásico de la palabra, pero sí muy atractiva, con mucho carisma y personalidad (...) Destacaba por su don de gentes y su sofisticación. Tenía una seguridad en sí misma enorme, con un carácter que a veces podía ser endiablado, pero que no dejaba de ser atrayente. Era una atleta consumada, bailaba flamenco y le encantaban los toros. Muchos la encontrarían irresistible", analiza la escritora del libro. De ahí que su lista de admiradores fuera in crescendo.
Sin embargo, sus relaciones sentimentales nunca llegaban a nada. Y es que, por aquel entonces, la duquesa no estaba interesada en el amor. Ese poder de atracción con los hombres hizo que su entorno más cercano la bautizara con un curioso apodo: La Bombilla, "por la cantidad de moscas -rostros masculinos- que se le acercaban". Hasta que Luis Martínez de Irujo llegó a su vida.
Cayetana y Luis se casaron en 1947 y tuvieron seis hijos: Carlos, Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y Eugenia. Luis falleció en 1972.
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