Pablo Benegas (San Sebastián, 1976) es una estrella mundial. Allá por donde pise sus letras son conocidas, bailables. Su ritmo resuena en cada callejón de España. Pero su rostro y su nombre pueden no sonarte. Es algo que a él no le extraña, y confiesa que es todo un "lujo", pero sus canciones y la banda musical que formó cuando era joven son historia. Legendario y mítico se queda corto.
Benegas es el guitarrista, compositor y uno de los pilares de La Oreja de Van Gogh, grupo musical que nació en la San Sebastián de hace casi tres décadas en medio de la lucha por combatir el terrorismo de ETA. Una guerra que marcó su vida desde que era un crío.
"El apellido de mi padre me pesó durante muchos años", me reconoce Pablo Benegas. Su padre fue el histórico líder socialista José María Txiki Benegas. El político, que falleció en 2015, estuvo en la diana de ETA y luchó por poner fin a los horrores de los "años de plomo", alcanzar una Euskadi libre y conseguir el cese definitivo de la organización. Un propósito que también heredó Pablo.
Ahora, el músico relata en primera persona en el libro Memoria (Plaza & Janés) sus vivencias, rescatando los momentos más dolorosos de su infancia, desde ir a funerales de amigos de sus padres que fueron asesinados a encontrarse su apellido en los baños del colegio y recibir amenazas por ser el hijo de Txiki. También sobre cómo la música y la icónica banda le salvaron del temor perpetuo que respiró de joven por la amenaza de ETA.
La web de Informativos Telecinco ha charlado con él sobre cómo vivió los años más duros de la organización terrorista, sobre su padre, su familia y La Oreja de Van Gogh.
Pregunta: El libro se lo dedicas a tus cuatro hijos. ¿Qué saben ellos acerca de tu historia y de ETA?
Respuesta: Les he ido contando poco a poco situaciones y cosas que creo que tienen que saber. Este libro también es para ellos, para que conozcan muchas cosas que pasaron. Somos los padres de esa primera generación de niños que vive en Euskadi sin ETA, y creo que tenemos la responsabilidad de contarles qué pasó, sobre todo de cara al futuro. Creo que es importante que sepan que en esas calles donde hacen vida normal, hace no tanto se asesinaba por pensar diferente. Y que también existieron personas que se jugaron la vida por defender esas libertades y esos derechos de los que disfrutan ahora.
P: ¿Si tuvieras que definir tu infancia en tres palabras, cuáles serían?
R: Si es mi infancia sería felicidad, porque con la que me brindó mi madre no entró nada en casa. Estábamos aislados completamente. Si ya es mi adolescencia y mi juventud, ahí empiezo a ser consciente de lo que pasaba. Descubro que el odio se puede heredar y de repente el que tenían hacia mi padre lo heredo yo y empiezo a sentirlo con miradas demoledoras, y eso genera mucho miedo. Ves que esa gente confía mucho en su odio y en el motivo de su odio, y entonces, cuando eres adolescente, con tus inseguridades, dudas y complejos, y encima te enfrentas a una situación así, es realmente difícil y duro.
P: ¿Cómo se convive con el miedo?
R: En mi caso no hubo un momento en el que todo cambiara, fue gradual. El miedo aparece en picos y en momentos donde te cruzas con gente que te odia y te genera ese miedo. Aprendes a convivir con esa anormalidad y la adoptas dentro de tu día.
P: ¿Alguna vez deseaste que tu padre no se hubiera involucrado tanto en la política o, en este caso, en erradicar a ETA?
R: Eso no, pero sí es verdad que el apellido de mi padre sí fue una amenaza durante mucho tiempo, y sí me ponía en alerta. Ser su hijo en un momento determinado de mi vida sí me generó dudar de muchas cosas. No he llegado al punto de plantearme lo que tú dices, pero el apellido de mi padre me pesó durante unos años. Pero como te puedes imaginar, estoy muy orgulloso de mi padre y de todo lo que hizo. Cada vez lo estoy más.
P: Es como la frase que te decía tu madre y reflejas en el libro: "Cada vez que salgas de casa no te olvides de quién es tu padre".
R: Justo, y sobre todo me lo decía para que no destacara, porque he tenido suerte de hacer cosas y de conocer a gente que mis compañeros no han podido. Y mi madre quería decirme que, aunque mi padre fuera una persona relevante, no me hacía ser más ni menos que nadie.
P: Hay otra frase en el libro que me gusta mucho, y es sobre tu madre, Maite. Dices: "Asumió el papel que le tocó desempeñar en aquella locura y nunca pidió nada. Y, sin embargo, qué lugar tan ingrato, duro y poco reconocido". ¿Cómo crees que es ser la mujer de una figura política tan querida y a su vez tan criticada?
R: El papel de las parejas de dirigentes políticos que se la jugaron es muy poco reconocido. Al final ellos perseguían su proyecto de vida, luchaban por los valores, convicciones o ideales en los que creían y eran apasionados de eso. Pero ellas no, ellas estaban a su lado, viviendo y pasando el mismo miedo, la misma presión, y teniendo que ocuparse de proteger a los niños pequeños. Es un papel muy poco reconocido, pero fundamentalmente necesario para que ellos pudieran hacer su labor. Por eso creo que es tan importante reconocerlo y ponerlo en su sitio. Una vez más, sois las mujeres las que muchas veces renunciáis a muchas cosas y nosotros lo damos por hecho.
P: ¿Cómo era vivir teniendo presente la posibilidad de que a lo mejor no volvías a ver a tu padre?
R: Yo no vivía en esos términos. Es una lectura que es normal hacerla con distancia y perspectiva, y si ahora me colocaran en esa situación para mí sería insoportable, pero sí que pasaban cosas que te hacían estar en alerta. Por ejemplo, los lunes mi padre tenía que salir de casa muy pronto para coger el avión a Madrid. Era un momento muy complicado y de mucha tensión. Las salidas de casa siempre eran muy complejas desde el punto de vista de la seguridad. Yo me quedaba en la cama intranquilo y cuando me volvía a despertar y sentía que no había pasado nada era un alivio. Eran momentos puntuales.
P: Más allá de la política, ¿quién era Benegas como figura paterna?
R: Debido a su profesión él no estuvo en el día a día. Pero eso le dio un superpoder que es que cuando tú no estás siempre con tus hijos, tienes una mirada muy limpia de ellos, de lo que son. Y él apareció en mi vida en momentos muy concretos, con esa mirada que además yo la necesitaba y me dio mucha autoestima y muchísima confianza en mí mismo. Fueron pocos esos momentos, pero apareció cuando tenía que aparecer.
P: ¿Recuerdas cuál fue tu última conversación con él?
R: Me acuerdo cuando me despedí de él, y le dije muchas cosas que no le había dicho y que necesitaba decirle en ese momento. Las anteriores no me acuerdo mucho porque estuvo varios meses enfermo, pero sí que me acuerdo de lo que hablamos cuando ETA anunció su cese definitivo. Le llamé porque para mí fue muy emocionante y quería saber su opinión, y me dijo: "Bueno, ya veremos si es verdad". Claro, él ya había estado en muchos procesos de este tipo y sabía perfectamente cómo se desmoronan.
P: Tuviste una conversación con un amigo que reflejas en el libro. Te preguntaba si dejarías que tus hijos hicieran lo que tus padres te dejaron a ti para acabar con ETA. En ese momento decías que no habías obtenido una respuesta. No sé si ahora la has encontrado.
R: No la tengo, porque son situaciones que hay que estar y ahora es muy fácil decir que permitiría que mis hijos defendieran esos valores tan grandes como es la libertad o la igualdad, pero si tuvieran que sufrir algún tipo de agresión por eso... No sé, somos una generación de padres sobreprotectores, entonces no sé si les animaría. No tengo la respuesta, lo que sí tengo claro es que mis padres fueron muy generosos y ellos sí que sabían que había un peligro detrás de estar en una pancarta, y nunca nos dijeron que no lo hiciéramos. Y creo que es un grandísimo ejercicio de generosidad.
P: Dices que nada vale más que una vida. ¿Hay algo que aprecies más que la tuya?
R: (Piensa) Supongo que la de mis hijos.
P: En ese sentido, una vida sí que valdría otra vida.
R: En ese sentido sí, pero no por un ideal, objetivo o proyecto vital. Nada de eso vale una vida, lo tengo claro.
P: Hay otra parte en la que desvelas que tuviste un encuentro con el rey emérito Juan Carlos y que, "en un gesto de complicidad", te dio un puñetazo en el estómago. Después te quiso "dar la paga, pero como no llevaba suelto sacó del bolsillo un mechero del Bribón, su barco, y me lo regaló". ¿Has vuelto a coincidir con él? ¿Sigues conservando ese mechero?
R: Le volví a saludar alguna otra vez, y el mechero ya no lo tengo, la verdad. Pero fue un momento muy curioso, mi padre se levantó a saludarle y nos levantamos toda la familia, y estuvimos ahí charlando con él. Fue encantador.
P: Haces mucha referencia al miedo. ¿Cuál es tu mayor miedo?
R: Cuando tienes hijos te cambia mucho la mirada, la perspectiva, y todos mis miedos se centran en ellos, en que estén bien y no les pase nada, que es un poco reforzar esto que estamos hablando de que los sobreprotegemos.
P: ¿De qué te arrepientes más?
R: A lo mejor te va a parecer una tontería, pero sí que me arrepiento de no haber estudiado más inglés. Tuve la oportunidad y no la aproveché.
P: Sí aprovechaste la oportunidad de crear junto al resto un grupo de música. ¿Si hubieras sabido que la banda iba a causar tal repercusión, se hubiera llamado La Oreja de Van Gogh?
R: (Se ríe) Si te cuentan lo que va a pasar buscas un nombre más sofisticado, pero es un ejemplo de que íbamos dando pasos sin objetivos y de que nunca pensábamos llegar a conseguir lo que conseguimos. Pero si lo hubiéramos sabido no hubiéramos puesto ese nombre.
P: ¿Tenías un plan B si la música no funcionaba?
R: No, hubiera vuelto a estudiar, que no llegué a terminar la carrera de Derecho. Pero en nuestro caso no fuimos un grupo de esos que lo intentan durante mucho tiempo y tienen que llamar a muchas puertas. La cosa se hizo muy grande desde el principio. Podíamos vivir de la música y nos dio para hacerlo. Luego es verdad que vino la etapa donde Amaia Montero decidió empezar su carrera en solitario, pero bueno, habían pasado ya muchos años y nosotros -Xabi San Martín, Álvaro Fuentes, Haritz Garde y Leire Martínez- nos merecíamos continuar.
P: Hablando de Amaia, en los últimos meses su salud ha preocupado mucho a sus fans, no sé si sabes cómo se encuentra.
R: Está francamente bien. Es verdad que hace ya más de un año tuvo un momento bajo y duro, pero la verdad que ahora está fantástica. Está mucho mejor.
P: ¿Va a volver a coger el micrófono?
R: Volverá, estoy seguro. Además, se siente bien y fuerte. Está con ganas y con muchas ilusiones. Y volverá. Es una voz que tiene que volver.
P: ¿Qué te inspira más a la hora de escribir, el amor o el desamor?
R: El desamor. Me encuentro más cómodo. Creo que es más fácil conectar con la gente, es donde encuentras más compasión, más desahogo.
P: ¿Cómo te llevas con la fama?
R: Ninguno de nosotros tenemos sensación de fama, lo que es famoso es el grupo. A nosotros no nos pone cara nadie y podemos hacer vida normal. Entonces vivimos lo bonito de tener un grupo muy conocido y que tiene mucho éxito y no vivimos la parte mala del éxito, que es no poder hacer tu vida. Entonces la verdad que es un lujo.
P: ¿A qué cosas has tenido que renunciar por la música?
R: No ha habido ninguna renuncia grande. La única a pasar más tiempo con mi familia, pero eso creo que todos, no sólo los cantantes.
P: Mucha gente no sabe que tienes pareja y cuatro hijos. Quieres mantener esa parte lejos del foco mediático, pero quiero saber más sobre esa parte tuya y de la que apenas hablas en el libro.
R: Es un poco contradictorio. Acabo de publicar un libro donde hablo de 15 años de mi vida y apenas hablo de ellos. Es verdad que siempre he sido muy reservado para mi vida y mi privacidad, siempre lo he querido mantener al margen, sobre todo para proteger a mi familia. Tengo cuatro hijos maravillosos, dos de ellos mellizos, y tampoco puedo decir mucho más, es su intimidad y les pertenece a ellos.
P: ¿Qué crees que es más apasionante, la música o la paternidad?
R: Uf, buena pregunta. No te sabría decir una, pero las dos son bestiales. Son dos aventuras fascinantes. Pero ser padre es algo que a veces viene por inercia: te enamoras, te casas y tienes hijos, y de repente llega un momento en el que dices: '¿Pero qué ha pasado?'. Lo cierto es que la música era algo que ya manejaba, mientras que la paternidad me ha dado muchas emociones que nunca había sentido y que seguramente no me lo dará otra cosa.
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