A principios del año 2019, Luisa se preparaba para recibir a su hijo Miguel. Había tenido un embarazo sin excesivas complicaciones y faltaba muy poco para que llegase al mundo. Pero en la semana 36 de gestación todo se torció. “Lo siento, no hay latido”, le dijo su ginecóloga en una visita rutinaria. Había fallecido de un infarto en la placenta. El 24 de enero de ese año, Luisa tuvo que dar a luz a su hijo muerto.
Dos años y medio después de aquella situación tan traumática, esta madre y periodista gallega ha conseguido liberar parte de su dolor a través de la escritura. Es autora de un blog y también de un libro en el que relata su experiencia. Mi bebé estrella se titula. Dice que contar lo que le ocurrió y dar visibilidad a la muerte perinatal, aquella que se produce entre la semana 22 de gestación y los primeros 7 días de vida del bebé, es necesario para derribar tabúes y ayudar a otras familias que están pasando o pasarán por lo mismo.
Después de Miguel, su bebé estrella, llegó Inés, su bebé arcoíris. La que es su segunda hija es para la Administración, en cambio, la primera. Porque Miguel, al igual que todos los bebés que mueren antes de nacer, no consta en el libro de familia.
Pregunta: Este 15 de octubre se celebra el Día Mundial de Concienciación sobre la Muerte Gestacional y Perinatal. ¿Cuál es la principal reivindicación de las familias?
Respuesta: Pues lo que pedimos es que nuestros hijos figuren en los libros de familia. Fueron bebés que nacieron y existieron, pero la Administración los hace desaparecer al no registrarlos. En mi caso, mi hijo Miguel falleció justo antes de nacer. Era un bebé de casi dos kilos y de ojos azules. ¿Por qué no aparece en mi libro de familia? En el caso de un aborto no ves al feto, pero en el caso de muerte perinatal los niños sí tienen una identidad. Reconocer a nuestros hijos en los libros de familia ayudará a que los bebés estrella dejen de ser un tabú social.
P: ¿Duele todavía más el hecho de que no se les reconozca?
R: Por supuesto que sí. Sentimos que hay un olvido social hacia nuestros bebés. Hay veces que te sientes extraño porque la gente evita preguntar, actúa como si nada hubiera pasado, como si ese niño no hubiera existido. Tú imagínate tener un hijo que por desgracia fallece y que todos los que están a tu alrededor no quieren hablar de él. Normalmente lo hacen por protegerte, por hacerte sentir bien, pensando que si no se habla del tema va a doler menos. Pero duele muchísimo más. Borrar a un hijo que muere antes de nacer es algo sin sentido y que viene sucediendo. A raíz de escribir el libro me han escrito muchas señoras para contarme que esto les había sucedido cuando eran jovencitas y que nunca pudieron hablarlo con nadie, que lo habían vivido en silencio y que ha sido un drama perpetuo en sus vidas. Por eso, debemos dar un paso adelante y defender los derechos de estos bebés y de sus familias.
P: ¿Hablar de Miguel te ha ayudado a seguir adelante?
R: La muerte de un hijo no se supera nunca, pero aprendes a vivir con esa ausencia. Y, desde mi punto de vista, hablar de ello es positivo para uno mismo y para ayudar a otras familias que se encuentren en una situación parecida y que puedan sentir un sufrimiento mayor por el olvido social o por el poco acompañamiento que puedan tener en su entorno. Porque cuando algo así te sucede, te hundes en la miseria. Porque tú esperas la vida y lo que te encuentras es la muerte, además de incomprensión, vacío, olvido… Para mí hablar de Miguelito es lo más maravilloso del mundo, al igual que me encanta hablar de mi hija Inés. Es algo que me enorgullece como madre.
P: ¿Qué cosas te han dicho que no debemos decir a una pareja que ha perdido a un bebé?
R: “Tranquila, que ya vendrá otro”. Esa es la frase que más me han repetido. Quien te lo dice lo hace con la mejor de sus intenciones, pero es tremendo porque a una persona cuando se le muere un familiar nadie le dice: “Tranquila, que va a venir otra persona a suplantarla”. El vacío está ahí y el que se ha muerto es tu hijo. “Menos mal que te ha sucedido ahora y no una vez nacido” es otra de las cosas que me han dicho. Evidentemente, la muerte de un bebé siempre es un drama en la vida de una familia, y también lo es cuando muere en el vientre. No es cuestión de equiparar qué duele más. En el momento en el que se muere tu hijo entras en un vacío existencial y cuando te dicen “mejor olvídalo”… Eso, eso es tremendo. Cuando se muere una abuela nadie te dice que te olvides en ella… Al contrario, lo que quieres es revivir cada momento con tu familiar. Con los bebés pasa exactamente igual.
P: ¿Hasta qué punto está presente Miguel en vuestra familia?
R: Es un integrante más que, por desgracia, ha fallecido. El día que di a luz, siguiendo los consejos de las matronas, le hicimos fotos. Luego encargamos una ilustración a una amiga basada en esa foto, que acabó siendo la portada de mi libro. En casa, en la habitación de Inés, tenemos ese retrato de Miguel. A ella solemos preguntarle dónde está su hermano y señala ese cuadro. Mis sobrinas hablan de su primo Miguel. Él está presente de forma natural en nuestras conversaciones.
P: ¿Escribir ha sido una liberación para ti?
R: Sí. Escribir y hablar sobre el proceso ha sido parte de mi terapia. Ha sido mi liberación porque no soportaba que cada vez que me encontraba con alguien se hiciera el silencio. También lo ha sido estar en contacto con otras familias que han pasado por la misma situación. Al hablar con ellos no te ves como un ‘extraterrestre’ y sientes que tu dolor es compartido. Es importante visualizar que es un recorrido que tienes que hacer, como en cualquier otro duelo, y que en la parte final de ese camino vas a poder rehacer tu vida. Ese dolor lo vas a llevar contigo toda la vida, pero sí se puede volver a ser feliz. Yo actualmente soy feliz.
P: Hay madres que han pasado por lo mismo que tú que relatan que nadie las preparó para esa experiencia traumática y que piden un protocolo específico que se aplique en todos los hospitales de España. ¿Cómo fue la atención en tu caso durante el parto?
R: Yo tuve una buena atención en todos los aspectos, desde el punto de vista médico y psicológico. Las matronas son una figura clave y afortunadamente, desde que existen protocolos, están muy formadas para ayudarte en ese trance. Hay que tener en cuenta que en ese momento la madre está en shock. Yo lo estaba, en mi cabeza no existía la posibilidad de que en ese momento del embarazo el niño pudiese morir. Fíjate cómo te sientes que hasta cuando empujaba para parirlo pensaba que podía nacer vivo. Por eso, el hecho de que haya personas formadas que te ayuden a decidir es fundamental. A mí me explicaron que era muy beneficioso que conociese a mi hijo cuando tu mente, que te quiere proteger del dolor, te dice que es mejor que no lo veas. Yo pude ver a mi hijo, recibirlo con toda la dignidad que podía en ese momento, como si hubiera venido vivo… Y tengo claro que una de las cosas que me ayudó a sanar es el haber podido conocer a mi hijo. Si no lo hubiese visto, tocado, abrazado… Yo creo que tendría cosas sin resolver.
P: ¿Y hay algo de lo que te arrepientes?
R: Sí. Me arrepiento de lo único de lo que no recibí información. Yo incineré a mi hijo y no quise sus cenizas. Es una decisión de la que me arrepiento. Después de dar a luz a Miguel, entraron en mi habitación dos señores que trabajaban en una funeraria. Me preguntaron qué quería hacer con los restos de mi hijo. Yo estaba asustadísima, no quería sufrir más, y les dije que se deshicieran de las cenizas. Hoy no hubiese hecho lo mismo. Daría lo que fuera por tener a mi hijo enterrado o por haber podido esparcir sus cenizas. Fue el único momento en el que no conté con asesoramiento y no tomé una decisión consciente.
P: Y en estos casos hablamos mucho de las madres, pero no hay que olvidarse del sufrimiento de las parejas…
R: Sí, y precisamente esa es otra de las reivindicaciones. La pareja no tiene derecho a una baja por paternidad. No tiene sentido que la mamá la tenga y la pareja no, cuando es un proceso de dos. La mujer que da a luz necesita un tiempo para recuperarse, para aprender a vivir sin su hijo. Actualmente corresponde la baja de maternidad a la madre a partir de los 180 días de gestación, aunque el bebé fallezca. Pero el padre no tiene derecho a esa baja. Me gustaría que algún grupo político nos escuchase o que el Gobierno nos recibiese para poner en orden esto. Hay muchos embarazos que acaban en un caso de muerte perinatal, no son casos aislados. Hay que poner el foco en este problema.
P: Tu segunda hija, Inés, tiene ahora quince meses. ¿Hasta qué punto te ha ayudado a cicatrizar las heridas por la pérdida de Miguel?
R: Inés me ha ayudado mucho. Llegó cuando yo estaba preparada para enfocarme a otra maternidad. Me quedé de nuevo embarazada nueve meses después de la muerte de Miguel. Mi vida había vuelto a rodar, mentalmente estaba sana. Me había convencido de que éramos una familia con un hijo que se nos había muerto y que la vida tenía que continuar. Cuando nació Inés me moría de pena delo que había perdido, era todavía más consciente de que se me había muerto un bebé. Pero me ayudó a reconciliarme con la vida. No me podía creer que la vida me pudiese dar una segunda oportunidad con la maternidad.