Si nos imaginamos un aula de Educación Secundaria seguro que todos pensamos en adolescentes, pero lo cierto es que cada vez más personas se decantan por realizar estos estudios pasada la mayoría de edad. Ellos no se sientan en pupitres junto a chavales de 13 o 14 años, sino que lo hacen junto a otros adultos en la modalidad ESA (Educación Secundaria para Adultos).
“Cada vez son más los que se deciden por estudiar de mayores, desde el 2020 hasta este año veo un aumento en cuanto a alumnos muy grande”. Lo dice Juanma Blanco, profesor de secundaria para adultos en el IES de Melide. Él concretamente convive a diario con una clase de lo más diversa: “Aquí hay gente de siete nacionalidades diferentes y también tenemos mucha diversidad de edades… De los 18 a pasados los 60”.
Y es que nunca es tarde para retomar los estudios, lo dice Cruz, la alumna más mayor de la clase. Ella retomó ahora su educación porque de pequeña no pudo: “Me quedé en octavo de EGB y ahora… ¡octavo y lo que me echen encima!”. Ahora aprende geografía, historia, inglés o matemáticas, pero sobre todo, dice, de sus compañeros. “Vienen de muchas partes del mundo, nos enseñan sus culturas, nosotros las nuestras y aprendemos un montón”. Cruz es gallega, pero comparte pupitres y apuntes con estudiantes que llegan desde Portugal, Venezuela o Perú.
Precisamente desde este último país llegó Almendra, la benjamina de la clase. Ella no pudo estudiar en Perú porque no había medios para adaptar la escuela a las necesidades de una niña invidente como ella. Sin embargo, este IES gallego le brinda cada día la ayuda de una profesora de apoyo, que le explica de forma detallada cada vez que los profesores apuntan en la pizarra y le ayuda a entender las explicaciones mediante recursos táctiles o sonoros.
Por eso ahora se siente “profundamente agradecida” de poder tomar esta oportunidad y “exprimirla al máximo” y lo está haciendo con el fin de dedicarse a su pasión: los idiomas.
Tras Almendra se sienta Emiliarnis, otra alumna de esta clase del IES de Melide que nos llama la atención. Sobre su mesa, papeles, bolígrafos y apuntes; pero entre sus brazos… “¡Mi hija, Naomi!”.
Esta mamá de origen venezolano llegó a Galicia por “la complicada situación que vivíamos en mi país, no me quedó más que emigrar”. Una vez llegada a España no tenía forma de conciliar sus estudios con su vida familiar, por lo que desde principio de curso, el instituto le permite acudir a las clases con su hija. “Vamos las dos al cole, ella por la mañana y yo por la tarde… Como no tengo a nadie con quien dejarla, se viene conmigo… Es una más y todos la quieren”. De hecho, para la pequeña Naomi, los compañeros de clase de su madre son “como su familia”.
Una familia con historias muy curiosas y diferentes. Personas que lo han perdido todo y han tenido que empezar de cero, que han pasado por una situación de salud complicada o personas que tratan de hacerse un hueco ante las dificultades añadidas de padecer una discapacidad.
Por eso, algunos alumnos, como Ángeles, definen estas clases como terapéuticas: “Te sientas aquí y dejas de darle vueltas a la cabeza, te distraes y te centras en la clase”. Y sus profesores, como Pilar, lo tienen muy en cuenta: “Son personas que han pasado por situaciones e historias complicadas, nosotros estamos muy orgullosos de ellos y de ver cómo vienen aquí a superarse y a no dejarse ir”. Porque aquí cada uno tiene su historia y sus metas, pero entre todos se dan apoyo y cobijo.
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