La Justicia gallega cierra de forma definitiva el crimen de Déborah Fernández: homicidio sin culpable

Parece el guion de una película pero no lo es; el crimen de Déborah Fernández-Cervera Neira, que mantuvo en vilo a toda la ciudad de Vigo durante 22 años (desde que su cadáver apareció en una cuneta cuidadosamente preparado), se ha cerrado definitivamente sin esclarecer y sin culpables.

La jueza dio este lunes el carpetazo final al caso, en el que el único investigado, el entonces exnovio de la joven, salió libre de cargos por falta de pruebas.

Finaliza así un periplo de más de dos décadas para averiguar, sin éxito, qué le pudo haber ocurrido a la joven estudiante de Diseño, cuando salió a correr la víspera de su cumpleaños y nunca regresó a su casa.

Pistas falsas para despistar a la policía

Su cadáver desnudo, cubierto tan solo con unas hojas, apareció diez días después a 40 kilómetros de su casa, en la cuneta de una carretera, en "un escenario sembrado de pistas falsas para despistar a la policía, incluido semen de un desconocido”, según apunta La Voz de Galicia.

Desde el mismo momento en que la autopsia no halló signos de violencia y apuntó a una posible muerte natural (aunque dejó abierta la posibilidad de una asfixia que no dejó rastro),  todo fueron especulaciones, hasta que el juzgado de Tui archivó el caso por falta de pruebas un lustro después.

Pero cuando faltaban pocos años para prescribir el delito, la familia de Déborah logró reabrirlo, y peleó para que la jueza investigase el caso como un asesinato o, al menos, un homicidio, ya que, según entendían, había pruebas suficientes para demostrar que alguien se había tomado muchas molestias para ocultar su cuerpo mientras toda una comunidad se movilizaba para encontrarlo.

Los testigos llamados a declarar no se acordaban de nada

Pero la mayoría de los testigos llamados a declarar pasadas casi dos décadas, no se acordaban de nada, o no se querían acordar porque incluso una interrogada aseguró haber conducido aquella noche hasta el campo de futbol en el que entrenaba el exnovio de Déborah y resultó que en aquella época no tenía ni carné.

El resto de pruebas que pudieran ofrecer pistas también fueron cayendo poco a poco: un disco duro de un ordenador que echó humo cuando la jueza lo arrancó, su correo electrónico o su teléfono móvil, que no dieron resultados de interés.

También se exhumó el cadáver de la joven para buscar restos de ADN pero no coincidieron con las del único acusado, así que el caso se ha cerrado ya para siempre, sin culpables y con todo un país consternado.

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