Adrián, el menor de 16 años que sufrió un brutal ataque de perros de caza cuando intentaba defender a su perrita Chispa, ha retomado su vida normal y regresado al Seminario en el que se encuentra interno en Ourense.
Desde la distancia, todavía con miedo en el cuerpo, recibe mensajes de ánimo y fotos de su compañera de juegos que le envía su familia "para que se acabe de creer que no se va a morir", explica su madre. Y es que Chispa, su amiga de cuatro patas, ya está en casa con su familia desde este martes de noche, donde se recupera de las mordeduras que recibió en tórax e intestinos, y que casi le cuestan la vida..
Olga Ruadas, la madre del menor, recuerda con emoción contenida cómo fue el momento en que el niño y la perra volvieron a casa tras el ataque: “Yo no me olvido de la cara de mi hijo cuando llegó, es que espumaba por la boca, y me repetía sin cesar que no sentía la mano”.
Afortunadamente, el susto se ha quedado en unas heridas que no le han dejado secuelas al joven y puede continuar con su vida normal, pero la perrita no corrió la misma suerte; Olga asegura que se salvó de la muerte “porque se quedó sumisa, no se enfrentó a ellos”, y añade “si no llega a ser por el vecino, no sé cómo terminaría eso”.
La perrita no se dejaba tocar, “tenía parte de los intestinos colgando y tres costillas rotas”, explica Olga, que añade: “Nos dijeron que no contáramos con ella”. Pero Chispa es una luchadora y, con parches de morfina para el dolor, paracetamol y antibiótico que le pinchan a diario, va librando la batalla para mantenerse con vida.
Eso sí, con mucho miedo a volver a salir a la calle, que suple con las caricias que recibe de toda la familia.
Y es que la escena Olga la describe dantesca: “Mi hijo se quedó paralizado, en shock, porque fueron directos a por ellos y estaban hambrientos”, explica. “Quiso coger en el colo a la perrita, pero le mordieron la mano y la soltó”, relata.
El vecino que los ayudó, que también paseaba a su perro en compañía de su mujer y su hijo de 2 años, los espantó lanzándole piedras y dándoles patadas, mientras su familia se ponía a salvo en un parque.
También él, como Olga, sabe que los jueves, sábados, domingos y festivos de temporada de caza, no pueden salir al bosque que rodea la urbanización porque hay batidas y es peligroso, pero ese día, quiso el destino que un lugar que debería ser totalmente seguro no lo fuera, y el miedo a que la escena se repita los inunda.
“Fue un día que no quiero recordar”, confiesa Olga, una mujer valiente, que va a ir hasta el final para que ningún otro vecino tenga que pasar por lo que ella y su familia están pasando.
El caso ha sido denunciado ante la Guardia Civil, que continua con las pesquisas para identificar a los perros y a los dueños de los mismos, para que se responsabilicen de sus actos.
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