La llegada a Galicia de más de 1.000 refugiados procedentes de Mali ha venido como agua de mayo a algunas empresas de la comunidad, que ven cada vez más difícil reclutar mano de obra para darle continuidad a sus negocios.
Muestra de ello es que el Concello de Ribeira de Piquín, adonde llegaron hace tan sólo unos días medio centenar de refugiados africanos, ya ha recibido “algunas llamadas de empresas que necesitan personal, preguntando por la situación de los refugiados”, según asevera el mismísimo alcalde, Roberto Fernández Rico en la prensa local.
Sabedores de que estos jóvenes vienen a nuestro país buscando una segunda oportunidad lejos de sus hogares, algunos empresarios han acudido a este pequeño concello gallego para interesarse por las posibilidades de contratación, algo que el regidor agradece pero para lo que pide “un poco de paciencia, hay que ir con calma y darles tiempo”, sugiere.
“De momento es muy prematuro todo”, aclara Fernández Rico, “porque acaban de llegar” y ni siquiera se defienden con el idioma, algo que empezarán a trabajar en cuestión de días, ya que “se están organizando los grupos y adecuando los lugares de trabajo”, explica el máximo mandatario local.
El grupo de cincuenta y un jóvenes instalados en Ribeira de Piquín ha aumentado en un diez por ciento la población de este pequeño pueblo, el segundo municipio lucense con menos habitantes.
Aquí han sido muy bien recibidos y la primera impresión del alcalde es que “son muy educados, muy dispuestos y algo tímidos”, explica.
Ahora les toca adaptarse “mínimamente” a la zona y formarse en el idioma para, más adelante, “tratar de ver qué perfiles profesionales tiene cada uno y en qué sectores pueden estar interesados en trabajar”, ha concluido Fernández Rico.
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