La despoblación de las zonas rurales es una realidad cada vez más visible en la comunidad gallega, especialmente en las provincias de Lugo y Ourense.
En estas dos provincias hay municipios que no superan el medio millar de habitantes como la localidad lucense de Negreira de Muñiz (240 habitantes) o A Teixeira (342), en la provincia vecina. Muchas otras aldeas ya no conservan ni un sólo vecino, sólo guardan entre sus calles y las paredes de lo que un día fueron hogares los recuerdos que en ellas construyeron personas que emigraron a las ciudades en busca de una vida distinta, vecinos que fallecieron. Recuerdos de lo que fue pero ya no es.
Desde hace unos años, a raíz de la pandemia, fueron muchas las familias que se empezaron a plantear el volver al lugar en el que se había criado. Motivados por la necesidad de desconectar de la rutina, la carga psicológica que el teletrabajo pone a hombros de quien cocina, duerme y se reúne con sus jefes en el mismo espacio, muchos comenzaron la “operación retorno”: lo que antes fue del campo a la ciudad, ahora es de la ciudad al campo.
Aunque también hay quienes buscan huir del estrés de la ciudad sin un rumbo fijo. Al campo, sí, pero ¿a dónde? Para contestar a esta pregunta surgen iniciativas como Proyecto Arraigo.
Desde esta organización pretenden repoblar los pueblos rurales, pero tratan de hacerlo de una forma sostenible y siempre “apoyando el bienestar del pueblo o comarca”.
Para fomentar las infraestructuras y servicios de los pueblos en los que trabajan, este Proyecto Arraiga colabora también con empresas que “contribuyen a dar vida a los pueblos” y que crean oportunidades de trabajo para los nuevos residentes de estas aldeas.
El perfil de personas físicas que se encuentran con ganas de un cambio es muy variado: desde personas que buscan emprender desde el rural hasta familias con niños, incluso hay quien está en búsqueda activa de empleo.
Para ello, esta organización trata de establecer puentes entre las personas interesadas y el mundo rural, buscando la mejor opción según las necesidades del “urbanita”. Así, tienen en cuenta sus ambiciones laborales, su situación familiar y las infraestructuras que el potencial lugar de residencia pueda ofrecerle.
Esta organización ya ha hecho efectiva la mudanza de 600 “urbanitas” hacia el rural, un número que va en aumento si hablamos en términos generales y que cada vez más personas buscan de forma activa.
Una forma de dignificar la vida en el rural y de demostrar que una vida próspera en el campo también es posible.
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