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Las quejas por el comportamiento de los visitantes que llegan, normalmente en grupo, a visitar Santiago de Compostela, no dejan de sucederse. A los problemas de ruidos, que varias asociaciones de vecinos llevan años denunciando (y que se han agudizado sobre todo en la zona monumental) o de vandalismo contra el patrimonio, dejando constancia de su visita a la ciudad pintando hasta los mismísimos adoquines del Obradoiro, se suma ahora otra práctica tan incívica como sorprendente: montar picnics “a todo confort” en plena vía pública, en concreto en la dársena de autobuses de Juan XXIII.
Esta curiosa práctica la ha sacado a la luz en Instagram Compostela Resiste, una cuenta conocida por denunciar todo tipo de comportamientos incívicos de turistas en la capital gallega, y sus seguidores no han tardado en pronunciarse al respecto, calificando la ‘hazaña’ con frases cargadas de ironía: “Turismo de alto nivel”; “Esta me la apunto, que buena idea! Mañana saco la mesa del comedor a la calle y listo, ya tengo terraza”; “Descansando después de solucionarle el mes a los compostelanos”; “Esto es un espectáculo o “Para la próxima que traigan los sofás”, son algunas de las más ingeniosas.
Y es que en la imagen, en la que un grupo de turistas come tranquilamente ajeno a las miradas y comentarios que suscita, no falta ni el mantel en la mesa, ni las sillas y las neveras.
Aunque entre los usuarios de la red social también hay quien defiende esta práctica asegurando no ver “nada malo” en ella o cargando contra los que la critican calificándolos de “clasistas”.
Incluso hay quien asegura llevar toda su vida viviendo en Compostela y recordar “de siempre”, “ver los grupos de portugueses que venían en los autobuses y que ponían este tipo de mesas para comer en la misma zona”, asegura un comentario.
Los vecinos piden encarecidamente al Ejecutivo local que ponga fin a este tipo de turismo de masas irrespetuoso con la ciudad, pidiendo un turismo más consciente y responsable.
El Gobierno, que no tiene una papeleta fácil en esta cuestión, ha comenzado intentando descentralizar los flujos turísticos más allá de su zona monumental, la más afectada, y colocando informadores de a pie provistos de sonómetros y dípticos para concienciar a los turistas de los problemas de convivencia que generan al llegar a la ciudad.
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