El pasado 29 de mayo salía a la luz un suceso que conmocionaba a la ciudad de Lugo, y en general, a la mayoría de madres y padres de este país: cinco niñas de cuarto de primaria del CEIP Albeiros habían hecho públicos los presuntos abusos sexuales a los que desde principio de curso las sometía su propio profesor, sentándolas en su regazo y realizándoles tocamientos a algunas de ellas.
Justo antes de que comenzase la clase de Inglés, las 5 niñas introdujeron en un buzón de sugerencias que tenían en su aula (colocado meses antes precisamente para contar cosas que no se atrevían en persona), una nota que iba dirigida a su tutora, que habían redactado para contar un terrible secreto.
La docente vio como depositaban el papel y “le llamó la atención”, así que al acabar la clase fue a ver qué contenía el escrito, que había redactado la que al parecer más estaba sufriendo los abusos, y que habían firmado las cinco.
Según cuenta la prensa local, la nota tenía “toda la sencillez, la claridad y la contundencia” con la que pueden expresarse unas niñas de nueve años, y que era “más que suficiente” para hacer saltar todas las alarmas en la cabeza de la docente.
En ese breve pero escalofriante relato, las cinco niñas contaban los supuestos abusos sexuales y tocamientos a los que su profesor de Música llevaba tiempo sometiéndolas, y lo expresaban con la confianza de saber que su tutora (a la que al parecer tienen mucho cariño) la leería y sabría ponerle fin a la situación.
"Tenemos algo que contarte", comenzaba el escrito, "es muy importante y pasa desde hace bastante tiempo"; "el profesor de Música nos toca el culo y otras partes", revelaban las menores, “pero es a varias niñas”, concluían con la timidez propia de su edad.
Según publicó la prensa local en aquel momento, al parecer el profesor de Música, ahora en prisión, aprovechaba las sesiones de cine que él mismo organizaba para acercarse a las pequeñas y hacerlas sentarse en sus rodillas.
La práctica totalidad de las menores denunciantes coinciden en asegurar que el profesor “llegó a normalizar entre las alumnas el hecho de cogerlas y sentarlas en su regazo”, e incluso les decía a algunas que “era para que se tranquilizasen”.
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