El subsuelo de O Courel, por las características del terreno, es propicio para albergar cavidades subterráneas que hacen las delicias de guías y espeleólogos.
El último hallazgo es una cueva de importantes dimensiones, que ha sido encontrada recientemente de forma casual, gracias a unas obras de ampliación de la que es la principal carretera de la zona, la que une las localidades de Folgoso y Seoane.
Los trabajos de la excavadora abrieron una grieta en el suelo que ha dejado al descubierto una cueva cuya belleza y tamaño han llamado la atención de los espeleólogos, aunque ya sospechaban que “algo debía haber”.
Lo explica Guillermo Díaz Aira, guía de montaña de la empresa Coureleando, quien asegura que debido a que “es una zona de formación caliza de unos 540 millones de años, sabíamos que ahí debía de haber algo, y gracias a las obras de la carretera lo confirmamos”.
Se trata de una cavidad cuyas dimensiones exactas se desconocen por el momento pero que según informa La Voz de Galicia, “lleva aproximadamente una hora recorrer entera la parte por la que se puede pasar sin grandes dificultades”.
Las personas que han descubierto esta cueva son integrantes del club de espeleología Troglobios, con sede en el municipio coruñés de Cambre, quienes acompañados por Guillermo, localizaron en las cercanías de la zona de obras “una hendidura por la que pensaron que podrían pasar”, asegura la prensa.
Sabían que el terreno es propicio para la formación de cuevas, por lo que “decidieron probar a ver qué encontraban”, explica.
Además de grande, los espeleólogos dicen de esta cueva que es “muy bonita”, aunque sus descubridores no quieren revelar su situación exacta porque las obras cercanas hacen que sea especialmente peligroso intentar acceder al interior.
Por el momento, además de maravillarse con sus dimensiones y belleza, estos espeleólogos se han limitado a hacer la topografía de toda la parte accesible de la cavidad y han enviado la información al organismo de la Xunta que financia las obras en la carretera, “por si pudiese suponer un riesgo de derrumbe”, aclaran.
Cuentan que la parte que pudieron recorrer “está seca” pero que la cueva tiene además una parte a la que no consiguieron acceder porque está llena de arena y restos de sedimentos.
Aseguran que esa arena contiene material de arrastre que “hace pensar que en otros tiempos corrió el agua por esta caverna subterránea”, ya que en algunos puntos hay “abundantes conchas vacías de animales acuáticos”.
Los espeleólogos que bajaron a la cavidad cuentan que en las galerías subterráneas hay dos pozos de 18 y de 14 metros cada uno, pero que no se llegaron a meter, y además, están convencidos, dicen, de que “podría haber otras cavidades en la zona”. Su trabajo se centra ahora en comprobar si hay alguna entrada para acceder a ellas y seguir documentando su trabajo.
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