La vida quiso darle una segunda oportunidad a Greta, una cachorra de tigre de bengala que iba a ser desahuciada por su madre al nacer debido a las malformaciones que presentaba. La vida, y también Ana y Javier Ares, responsables del centro Corax de Paderne (A Coruña), que no dudaron en intentar sacarla adelante pese a que las expectativas de vida no eran nada alentadoras.
“La madre la iba a rechazar”, explica Javier, “cuando las crías son muy delicadas, las madres las abandonan e incluso a veces optan por sacrificarlas”, añade.
No la culpa, las condiciones de habitabilidad de la cueva no eran las mejores para sacar adelante a los cachorros. En esa camada, de hecho, murieron tres tigres más y “solo se salvaron Greta y un hermano”, explica Javier.
Y es que Greta nació en pleno invierno, a finales de diciembre, en el interior de una fría cueva en un centro de cautividad, cuyo nombre no han querido desvelar sus cuidadores.
Con apenas cinco días de vida y con un estado de desnutrición importante, cogió un catarro tan fuerte que su caso lo dieron por imposible en otros centros. Sin embargo, Ana y Javier lo tuvieron muy claro desde el principio: “No iba a salir adelante si no se le echaba una mano”; y no le echaron una, le echaron más de seis manos las 24 horas del día durante un mes, el tiempo que tardó en curar su catarro.
“Fue un caso muy complicado, el primer mes lo pasó en la incubadora, cuando lo normal serían 15 días”, y añade, “seguíamos un protocolo muy estricto para que poquito a poco saliera adelante, nos costó mucho”, confiesa.
Ana, la hermana de Javier, dedicó 24 horas al día durante un mes para alimentarla, medicarla y realizarle todos los ejercicios necesarios para que se obrara el milagro.
“El proceso fue bastante delicado”, explica Ana, “pero no nos dimos por vencidos”. “Para nosotros fue un reto, a veces lo intentas y no salen bien las cosas, pero hoy Greta está fuera de peligro”, celebra, “Es una satisfacción enorme haberla sacado adelante”, dice.
Hoy Greta, que llegará a pesar unos 120 o 140 kilos en la edad adulta, ha cumplido tres meses de vida y sus continuos juegos con la perrita Chispa son muestra del metódico trabajo que hay tras su recuperación.
Los dos animales “son inseparables”, cuenta Javier, pero en breve tendrán que estar un tiempo sin verse. Las malformaciones que Greta sufre en sus patas, que le complican un poco el acto de caminar y le producen dolor, la obligarán a pasar por quirófano.
“Le amputarán una falange y unos huesos en la pata izquierda, y le implantarán una estructura de alambre para asegurar una pisada mejor y que no tenga dolor”, explica Javier, augurando que tendrá que someterse a revisiones de sus patas seguramente de por vida.
Algo que, casi con certeza, no supondrá un problema para esta tigresa juguetona por la que nadie apostaba cuando llegó a Paderne y que hoy, ajena a su proeza, no piensa más que en seguir disfrutando de los mimos y caricias de sus salvadores.
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