Se cumplen 21 años de la catástrofe del Prestige: fue el tercer accidente más caro de la historia
El 13 de noviembre de 2002 el petrolero monocasco Prestige sufrió un grave accidente mientras trataba de navegar por una tormenta
El hundimiento de la carga del buque provocó una de las mayores catástrofes medioambientales de la industria naviera
El Puerto Exterior de A Coruña recibe al primer petrolero que descarga en la nueva terminal de Repsol
El 13 de noviembre de 2002 el petrolero monocasco Prestige, con bandera de Bahamas, sufrió un grave accidente mientras trataba de navegar por una tormenta. Cargado con 77.000 toneladas de fuelóleo, el buque se partió por la mitad cerca de las costas gallegas y vertió parte de su cargamento, tras haber estado durante seis días sin rumbo fijo porque el Gobierno del PP no tuvo claro qué hacer con él.
El hundimiento de la carga del buque provocó una de las mayores catástrofes medioambientales de la industria naviera, tanto por la cantidad de contaminantes liberados como por la magnitud de los daños, ya que se extendió desde el norte de Portugal hasta las Landas en Francia.
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El coste económico y medioambiental
Según varias fuentes especializadas en este tipo de incidentes, limpiar el vertido y sellar el Prestige costó 12.000 millones de dólares, lo que lo convierte en el tercer accidente más caro de la historia, por detrás de la desintegración del Columbia y el accidente nuclear de Chernóbil.
El chapapote se pegó a las rocas, a la playa, al fondo marino, a los animales, y a los guantes y monos de los miles de voluntarios que acudieron en masa para ayudar en la limpieza lo mejor que pudieron. En total, se estima que tiñó de negro más de 450.000 metros cuadrados de tierra, y que hubo 200.000 aves muertas; además de varias especies marinas: mejillones, lapas, almejas, erizos de mar, percebes, cigalas... La actividad pesquera se paralizó durante ocho meses.
El impacto medioambiental, social y económico fue grave, y el malestar se vio agravado por la desastrosa gestión política de la época, dando lugar a uno de los movimientos sociales y medioambientales más contundentes que se recuerdan, con millones de ciudadanos que se echaron a la calle para clamar "nunca mais".