Indignación entre los pasajeros de un vuelo con destino Santiago que terminó aterrizando en Sevilla: “Nos tuvimos que buscar la vida”

Los 190 pasajeros del vuelo FR 2001 de Ryanair que salió de Lanzarote en la tarde del miércoles para aterrizar en Santiago de Compostela un poco antes de las 19:00 horas, sabían que se iban a encontrar con un temporal de lluvia y viento al llegar a la capital gallega, lo que no se esperaban era que la magnitud de la borrasca Ciarán obligaría a su avión a aterrizar a unos 800 kilómetros de su destino: nada menos que en Sevilla.

Según las declaraciones que algunos afectados concedieron al diario local La Voz de Galicia, el vuelo fue plácido hasta que sobrevolaron Oporto, “a partir de ahí ya veíamos todo negro y cómo el avión comenzaba a moverse”. Aun así, y pese al mal tiempo, los pasajeros fueron avisados de que aterrizarían en Santiago, pero tras dos intentos fallidos, el piloto advirtió que ni Vigo, ni Oporto, ni Madrid, tendrían que volar a Sevilla, un destino que a priori complicaba las opciones de volver a Santiago en otros medios de transporte.

La pasajera entrevistada, que no quiso desvelar su nombre, asegura que en el avión les pidieron “mil disculpas” y que se les avanzó que las azafatas de tierra solventarían cada caso, “pero al bajarnos del avión eso no fue lo que pasó”, asegura, describiendo como poco a poco “crecía la indignación en el pasaje”.

“Alquilamos un coche y viajamos toda la noche a pesar del tiempo”

La aerolínea británica ofreció a los pasajeros diversas soluciones que no acababan de convencer a los indignados pasajeros pues ninguna los acercaba a su destino en un plazo de tiempo razonable y sin que les afectara considerablemente a su bolsillo.

Por ejemplo, una opción rápida que se les ofreció a esos pasajeros fue un vuelo que salía esa misma noche hacia Santiago y que fue desviado a Oporto, “¿por qué no se pudo llevar el nuestro allí?”, comenta indignada, había sólo 12 plazas “que lógicamente fueron para familias con niños”, aclara.

Otra posibilidad fue la de aprovechar las diez plazas disponibles en un vuelo que salía en la mañana de este jueves a Santiago, pero a las más de 160 personas que quedaron en Sevilla se les dijo “que nos buscásemos la vida y que después reclamásemos”, comenta con indignación.

A la gente que optase por buscar un vuelo en otra compañía se les ofrecía pagar una noche de hotel, pero “¿quién nos asegura que hoy se pueda aterrizar en Santiago, teniendo en cuenta el tiempo?”, reflexiona esta gallega que finalmente optó por alquilar un coche y viajar toda la noche “a pesar del tiempo”, comenta.

 

Soluciones exprés cada una más increíble que la anterior

Similar indignación la comparte Carlos Rodríguez, un guardia civil natural de Ferrol, que trabaja desde hace años en Lanzarote y que ansiaba pasar unos días en Galicia “para poder ver a su hijo y a familiares que tiene hospitalizados”, una pretensión que la borrasca Ciarán y el vuelo desviado frustró, aseguran en La Voz de Galicia.

Rodríguez no comprende que dentro del vuelo les hubieran dado unas soluciones que no nada tuvieron que ver con las recibidas una vez pisado el aeropuerto. “Lo que se nos traslada es que nos busquemos la vida”, asegura.

Este ferrolano explica que dos horas después del aterrizaje fue cuando la compañía les envió un email pidiéndoles perdón y dando algunas posibles opciones de reubicación. "Cada uno intentó entonces negociar su caso en la oficina”, comenta.

A este pasajero le ofrecieron ir el viernes de Málaga a Santiago asumiendo él los gastos del traslado, o salir desde Barcelona, con el mismo inconveniente.

“La tercera opción era aún más increíble”, comenta, “me llevaban a Lisboa y, desde allí, tenía que buscarme yo cómo llegar a Compostela”.

Lo más surrealista dice que fue cuando les ofrecieron viajar de Sevilla a Santiago el día 9 de noviembre, una semana después y teniendo que sufragar los gastos de hotel de todos las noches excepto la primera, de la que se hacía cargo la compañía.

Las soluciones eran tan descabelladas para este ferrolano que decidió irse de vuelta a Lanzarote, renunciando, “con rabia”, a su semana de descanso en su tierra.