Los padres de Álvaro Prieto: un matrimonio gallego que emigró a Córdoba a finales de los 80
Su madre, procuradora, y su padre, empresario, son ambos originarios de Lugo
El futbolista era nieto del fundador de la empresa lucense de logística Transportes Lamela
La vida de Álvaro Prieto, religioso, futbolista y estudiante de Ingeniería: "Un chico normal"
Álvaro Prieto, el joven futbolista cordobés desaparecido en la mañana del pasado 12 de octubre y encontrado muerto este lunes entre dos vagones de un tren en Santa Justa, es hijo de un matrimonio lucense asentado en Córdoba a finales de los 80.
Según la información publicada por el diario local El Progreso de Lugo, su madre, la lucense Julia López, estudió derecho en Santiago de Compostela, y se desplazó a la ciudad andaluza porque era allí donde residía su pareja, Rafael Prieto, también natural de Lugo.
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Su abuelo materno era un empresario muy conocido en Lugo
El Progreso añade además que el joven futbolista, de 18 años de edad, era nieto de José María López Díaz, fundador de la empresa de transporte de mercancías por carretera Transportes Lamela, quien también ha fallecido recientemente.
Esta empresa, muy conocida en Lugo, la dirige ahora el tío de Álvaro, José López Arias, hermano de la madre del joven.
Julia López se colegió como procuradora en Córdoba, en el año 1989, y allí formó su familia con el empresario y padre de Álvaro, Rafael Prieto.
Álvaro, hijo, universitario y deportista ejemplar
Álvaro Prieto era estudiante de ingeniería, acababa de entrar en la Universidad de Córdoba; tenía una vida ordenada, muchos amigos y una familia estructurada. Era un buen estudiante y tenía un físico privilegiado para los deportes.
Había conseguido plaza para estudiar Ingeniería Mecánica en la Escuela Politécnica Superior después de haber pasado varios años en el Colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús en el centro de Córdoba, su ciudad natal, a donde pretendía volver desde Sevilla aquella fatídica mañana.
Además de ser buen estudiante, Álvaro jugaba en el Córdoba Club de Fútbol juvenil, y aunque había estado lesionado, su padre contaba que “le acababan de dar el alta”. Lamentablemente el chico no pudo volver a jugar al fútbol, ni volver a sus clases, ni volver a visitar a su familia a orillas del Miño, en Lugo, donde siguen consternados por el trágico final de Álvaro.