Extremadura, su Costa Dulce

PILAR BERNAL/JESÚS MARTÍNEZ/FEDERICO CUBAS 29/07/2011 16:26

Resulta difícil imaginar que Extremadura pueda ser un destino de sol y playa, resulta difícil soñar que este lugar sea el idóneo para nadar y tomar el sol o un buen sitio para los aficionados a la vela, al windsurf o al esquí acuático. Nadie piensa que en Cáceres y Badajoz se encuentre la costa más extensa de España, eso sí sin una gota de sal. La Costa Dulce de Extremadura se extiende mil quinientos kilómetros por las riberas de los ríos (Guadiana y Tajo), y también a las orillas de lagos y pantanos, muchos de ellos navegables. La herencia del Plan Badajoz en los años 60, que levantó pantanos en esta zona, ha creado un paisaje de singular belleza, donde también tienen cabida las actividades náuticas y las pesqueras, en medio de una naturaleza de impacto con gran riqueza de aves. Toda una ruta playera que se extiende por los pantanos, conectados entre sí, de Orellana, García Sola, Cíjara, Serena y Zújar. Se trata, además, de lugares poco masificados donde la relación calidad precio en alojamientos y restaurantes es más que asequible. También pueden practicarse deportes de vela. De estos pantanos han salido importantes regatistas, forjados en las escuelas de vela y clubes náuticos que jalonan la zona. La vida de estos pueblos "costeros" gira en torno a los pantanos y a la vida que han traído a una tierra, con fama de yerma, que sorprende al turista: "la gente se piensa que esto es un secarral y cuando viene y ve tanta agua se sorprenden mucho", cuenta Cecilia, una joven de Orellana que reconoce que durante el buen tiempo la vida se hace alrededor del pantano. En Medellín también se encuentra una de las playas fluviales más reconocidas de la región donde los chiringuitos, como el Arca de Noé, son un clásico en época estival. El pueblo que vio nacer al conquistador Hernán Cortés ofrece además una interesante ruta cultural por el castillo, el teatro romano, recién excavado, o los lugares que marcaron la infancia del conquistador pacense. Las aguas marcan también el gusto de los extremeños por los balnearios, como el de Alange, frente al pantano del mismo nombre, en Badajoz, que lleva utilizándose desde la época romana. Conserva una terma de la época que sigue manteniendo sus extraordinarias propiedades contra el estrés, que lo han convertido en el mejor balneario de Europa en el tratamiento de enfermedades relacionadas con el sistema nervioso. Un paseo por la costa dulce extremeña se convierte en un recorrido por un litoral misterioso y desconocido por el que pocos navegantes se han atrevido a adentrarse.

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