Haizea Jingsi Soubies nunca había trinchado y emplatado una chuleta y, mucho menos, bajo la estricta y exigente mirada de un jurado profesional. Sin embargo, esta joven alavesa, de 27 años de edad, no se iba a dejar intimidar por un trozo de carne. Con esmero y profesionalidad realizó esta prueba, una de las cinco, que le han permitido alzarse con el reconocimiento a Mejor Camarera de Sala de Euskadi.

El concurso, que se celebró el pasado 20 de noviembre en la Escuela de Hostelería de Gamarra, se completaba con el desespinado y emplatado de un lenguado, la elaboración de tres cócteles Clover Club, la detección de errores en la disposición de una mesa y la preparación de tres cafés solos y tres cafés con leche. “Nunca había trinchado una chuleta, pero lo que de verdad me puso nerviosa fueron los cócteles”, admite.

Haizea revalida el título de Mejor Camarera de Sala, que por tercer año consecutivo se queda en Álava. Una profesión muchas veces opacada por el relumbrón del que gozan en la actualidad los chefs, pero sin la que la experiencia de ir a un restaurante no sería redonda: “La comida es muy importante, pero si en sala el servicio es mediocre, la gente no sale contenta ni va a hablar bien del local”, aclara esta profesional.

Estudió primero cocina, porque “siempre me había gustado estar en la cocina con mi ama” y pronto descubrió que “el estrés y el calor de las cocinas profesiones” no iban con ella, de ahí que optara por formarse como camarera de sala, primero cursando sus estudios en Vitoria para completarlos más tarde en La Rioja. Desde entonces, ha ido acumulando experiencia en distintos locales de hostelería, incluido el Restaurante Arrea!, en Kanpezu (Álava) con estrella Michelin, hasta llegar al restaurante 144, en la calle San Antonio 33 de Vitoria.

Allí, se encarga de tomar las reservas, recibir a los clientes, explicarles el menú degustación, aconsejarles y, por supuesto, despedirse de ellos. Sí, porque ahí está una de las claves de un buen camarero de sala. En opinión de Haizea, “cuando pagan la cuenta no está todo hecho, hay que acompañarles a la puerta, facilitarles los abrigos y, en definitiva, poner el broche final con la despedida, que es muy importante”, revela. A la mejor camarera de sala de Euskadi le acompaña en el 144, su compañero Camilo “que se centra, sobre todo, en el servicio en barra y la elaboración de cócteles”.

El trato con los clientes, a pesar de que, en ocasiones, “te encuentras con personas que no son de tu agrado”, es lo que a esta profesional más le gusta de su trabajo. “Normalmente la gente suele ser muy maja y saber que salen contentos del restaurante es muy satisfactorio”, asegura.

Eso sí, a esta vitoriana “con rasgos chinos”, que lleva en la ciudad 25 de sus 27 años, le gustaría que dejaran de preguntarle: “Oye, ¿y tú de dónde eres?”. Su respuesta, siempre amable, es “pues de aquí”, aunque en el fondo le molesta tener que explicar su procedencia: “Yo estoy aquí por mi trabajo”, aclara. Un trabajo que hace, tan bien, que la ha llevado a ser coronada como la mejor de Euskadi.

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