Un conductor ebrio mató a la hermana y al sobrino de Jessica: "Matar sale barato"
A Erika, de 42 años, y a su hijo Ethan, de 19, los atropelló un conductor ebrio y con exceso de velocidad
Jesús Mari Estarrona sobrevivió a un atropello pero ha quedado traumatizado por el juicio
Stop Violencia Vial aboga por endurecer las penas: "No somos víctimas de segunda"
A la vizcaína Jessica Rey de Perea, un conductor ebrio le arrebató a su única hermana y a su sobrino. “Es un daño irreparable, nos van a faltar siempre”, lamenta esta mujer, a la que no se le borra de la mente que Erika y su hijo Ethan, con 42 y 19 años respectivamente, en el momento del trágico atropello mortal, “tenían toda la vida por delante”. “Es duro”, zanja, porque “Erika era mi única hermana, mi compañera de vida y, además, ha dejado un niño pequeño”. Año y medio después, el culpable ha sido condenado a una pena de cinco años y nueve meses: "Matar sale barato", lamenta Jessica.
Jesús Mari Estarrona es un superviviente de la violencia vial. Este vitoriano fue atropellado por un conductor y pasó "siete días muerto". Las lesiones que sufrió, hace ahora 11 años, le han cambiado la vida, pero lo que le ha traumatizado ha sido el procedimiento judicial posterior: "La forma en la que se resuelven los accidentes da la estocada a las víctimas", denuncia.
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Jessica y Jesús Mari saben bien lo que es la violencia vial. En el caso de la vizcaína, su hermana y su sobrino salieron a dar un paseo, durante la Semana Santa de 2023 cerca del camping cántabro, donde pasaban unos días, y nunca regresaron porque Jaime Acebes, un jubilado de 73 años, que conducía bebido y con exceso de velocidad, se cruzó en su camino. Este hombre perdió el control de su monovolumen y les mató, además de atropellar mortalmente a una tercera mujer de 68 años, Teresa Ramos.
Año y medio después, se ha celebrado esta misma semana en la Audiencia de Cantabria el juicio, en el que el acusado ha sido condenado, tras un acuerdo entre las partes, a cinco años y nueve meses de prisión: “Menos de dos años de prisión para cada fallecido”, lamentaba David Fernández, el abogado de la familia de Erika y Ethan, para el que “hay que repensar que ante hechos tan graves las penas se quedan muy cortas”.
Qué poco vale la vida de quien muere en la carretera
Jessica lo resume con un escueto y escalofriante: “Matar sale barato”. Quienes han sufrido el zarpazo de la violencia vial sienten que “¡Qué poco vale la vida de una persona que muere en la carretera!”, lo dice Rosa María Trinidad, presidenta de Stop Violencia Vial y que sufrió la trágica muerte de su hijo Enaitz de 17 años, en 2004, cuando un conductor que circulaba con exceso de velocidad lo embistió mortalmente mientras regresaba en bicicleta a un camping de La Rioja donde veraneaban.
“Ese día cambiaron nuestras vidas, con nuestro hijo se fue una parte de nosotros, nos dejó un gran vacío, ya nunca más la vida volvió a ser como antes. La tristeza invadió nuestro hogar”, relata esta madre que define como “tortura judicial” el proceso que tuvieron que vivir después.
Rosa María es quien da la cara por las víctimas de violencia vial en Euskadi porque “no puede salir tan barato” y “no somos víctimas de segunda”. En este sentido, lucha porque se modifique el código penal y se endurezcan las penas. Clama porque para conducir hay que estar con todas las capacidades al 100% y “si no, no deben hacerlo porque no vale luego el ‘yo no quería’”.
El juicio, lo más traumático
Jesús Mari Estarrona es un superviviente, no solo porque fue capaz de, contra todo pronóstico, sobrevivir a un terrible atropello, que le dejó "siete días muerto" y que le cambió la vida para siempre, "ahora para tomar sopa tengo que levantarme el brazo izquierdo con ayuda del derecho, respiro mal y salgo a pasear con casco porque ya me he caído varias veces y no tengo fuerza en los brazos para levantarme", relata. Si no porque este vitoriano ha sobrevivido al proceso judicial, no sin secuelas, porque "la forma en la que se resuelven los accidentes supone una estocada para las víctimas", "el juicio es lo más traumático", denuncia.
Este ciclista, que el momento de los hechos tenía 66 años de edad, fue arrollado de frente por un conductor de 81 años, cuando llevaba "al menos 15 metros" circulando con su bici, "por mi carril", tras incorporarse de un stop. Perdió un litro y medio de sangre y llegó al hospital con las costillas clavadas en los pulmones y los omoplatos rotos, sin tendones en los brazos y "más muerto que vivo". Estuvo 23 días hospitalizado, siete de ellos en la UCI.
Aquel 24 de noviembre de 2011, "tuve mala suerte", probablemente el conductor de 81 años "se despistó", concede. "El sol daba de frente y el hermano, que iba en el asiento de atrás, le alertó de que había un ciclista y pegó un volantazo", cuenta con serenidad. Un accidente que casi le cuesta la vida y que recién salido del hospital le arrojó en brazos de un procedimiento judicial "que me ha traumatizado".
Su lucha judicial ha sido cruenta, hasta que se quedó "sin fuerzas" cuando logró que "todo quedara en una concurrencia de culpas". La resolución no era, ni de lejos, la deseada por esta víctima de atropello, pero el tortuoso camino judicial había logrado causarle tanto o más dolor que las lesiones provocadas aquel 24 de noviembre. Han pasado 13 años y a Estarrona hablar de todo esto le reabre las heridas, aunque piensa que su testimonio puede servir de ayuda a otras víctimas. "Que sepan que Stop Violencia Vial está para darles la mano y acompañarles, no están solos", zanja.
El próximo domingo 17 de noviembre, en Vitoria, esta asociación celebrará un homenaje a las víctimas de la violencia en las carreteras de Euskadi. La cita será en la Plaza General Loma de la capital alavesa, donde se guardará un minuto de silencio en su recuerdo y se realizará un "emotivo acto" para denunciar la violencia vial y las injusticias del sistema judicial.
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