En plena Rioja Alavesa, comarca de vinos y tierra de viñedos, se encuentra “la capital vasca del aceite”. Se trata de Moreda, una villa cuajada de olivares centenarios de la variedad arróniz, “algunos con 400 años” de antigüedad.
Esa gran desconocida ha encontrado en el joven agricultor Héctor Eraso, un aliado perfecto para rescatar del olvido al olivar tradicional ‘made in’ Euskadi y hacerlo, poniendo en práctica una agricultura regenerativa en la que se emplean “prácticas más sostenibles”, dando importancia al suelo, el agua y la biodiversidad.
En los cultivos de Héctor se sigue el lema del “menos es más”, es decir, menos maquinaria y menos pesticidas para lograr recuperar la materia orgánica de los suelos. “No labro la tierra, siego la hierba cada cierto tiempo y mantengo la cubierta vegetal que ayuda a frenar las lluvias torrenciales”, explica. Además, no quema, sino que tritura los restos de poda y usa el compost de la industria del champiñón y un compost casero, “elaborado con los huesos y pieles de las olivas mezclados con estiércol y restos de poda”.
Ante la escasez de lluvias, Héctor apuesta por el diseño en 'Keyline', o el uso de zanjas de infiltración, en sus cultivos de olivo, para lograr que una mayor cantidad de agua pueda infiltrarse en las capas inferiores del suelo, distribuyendo el exceso de agua hacia las zonas más secas del paisaje.
Para los lugareños, las nuevas formas de hacer de Héctor suponen casi una locura, “me miran pensando a ver este chaval…”, bromea este ‘crazy farmer’ (agricultor loco, en castellano) como el mismo se define.
Los abuelos de Héctor ya se dedicaban al cultivo del olivo y, ahora, su nieto vive volcado en cultivar el olivo como se hacía entonces, sin pesticidas, sin labrar casi la tierra y elaborando su propio compost. A este joven inquieto que organizaba visitas a un viñedo cultivado de forma 100% sostenible, en Lapuebla de Labarca hasta 2020, la pandemia le obligó a dejar la empresa Enoaventura y centrarse en el campo, aunque no fue hasta hace unos meses cuando una fractura ósea le cambió la vida. “Dejé mi trabajo en una imprenta de hojalata en Oion y estoy a tiempo completo volcado en mis olivos”, confiesa.
Parte de sus tierras pertenecieron a su familia, otras a vecinos que no cuentan con relevo generacional y algunas más que fueron abandonadas. Así, Eraso cuenta en la actualidad con unas ocho hectáreas en producción y “recuperando algunas fincas podríamos llegar pronto a la decena”. La recuperación del patrimonio que suponen estos olivares centenarios, a los que la irrupción de los viñedos, hizo en su día que se les diera la espalda y el lanzamiento de su propia marca de aceite son los objetivos de este agricultor que, no duda en alabar las olivas recolectadas en esta tierra y que “son ricas en antioxidantes naturales”.
Este joven agricultor aspira a que su apuesta por la agricultura regenerativa inspire a otros agricultores a apostar por la sostenibilidad y que su iniciativa sea una herramienta de divulgación, también para que los consumidores cambien sus hábitos de consumo. Así, sueña con convertirse en un agente de cambio y que su apuesta, por una manera de cultivar que hoy algunos ven como la de “un loco o un kamikaze”, pronto se extienda por Moreda, Rioja Alavesa y más allá de los confines vascos.
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