Llegar al instituto, a Urtzi le supone jugarse la vida a diario, este chaval vizcaíno de 12 años vive a 14 kilómetros del Instituto Mimetiz de Zalla, donde este año ha comenzado a cursar primero de la ESO, y para llegar hasta allí debe coger el autobús en una parada que está a unos 20 minutos de su casa.
Casi dos kilómetros, en los que su padre, Joseba Magunazelaia, denuncia que tendría que caminar por una carretera en la que no hay arcén ni paso de cebra, tampoco iluminación y por la que circulan numerosos vehículos, entre ellos, muchos camiones “que van y vienen de las canteras”. Todo eso a primera hora de la mañana, ya que el autobús pasa a las 07.50 por la parada.
Hasta ahora, Urtzi iba al centro escolar a diario gracias al servicio de taxi que les facilitaba el Gobierno Vasco, cuando el centro educativo se encuentra a más de dos kilómetros de distancia del domicilio, el Departamento de Educación garantiza el transporte escolar. Sin embargo, al empezar este curso les informaron que no les correspondía el servicio de taxi: “No nos niegan el transporte, pero nos dicen que tienen que ir a la parada de autobús”.
Se da la circunstancia de que la hermana pequeña de Urtzi, de 9 años y que sigue en Primaria, este año continúa yendo en taxi, mientras que él debe caminar 20 minutos por una vía sin iluminación, sin arcén ni acera para llegar a la parada del autobús.
Un peligro al que su familia no quiere exponerlo y por lo que el chaval ha tenido que renunciar a ir a clase durante dos semanas. “Nosotros no podíamos compatibilizar los horarios del trabajo con la de llevarle y traerle, así que tuvo que quedarse en casa”, lamenta Joseba que, sin embargo, agradece que “los compañeros se han portado muy bien y le han hecho llegar por WhatsApp las tareas”.
Su situación no es única. A otros dos estudiantes del mismo instituto también este año les han denegado el servicio de taxi del que disponían hasta ahora. “En Sopuerta, hay un centro concertado, pero nos corresponde el de Zalla porque es el centro público más cercano”, explica Joseba.
Los otros dos afectados viven en el Puerto de Las Muñecas. A uno de ellos le separan tres kilómetros de la parada de autobús, es decir, casi 40 minutos a pie desde su casa por una carretera llena de curvas, con escasa visibilidad y muchos peligros.
Él también ha tenido que renunciar a acudir al centro durante los primeros 15 días. Más suerte ha tenido el otro estudiante que sí ha podido arrancar el curso como el resto de sus compañeros, aunque a costa de que su madre se haya encargado del transporte.
Las familias denuncian que no se les ofrezca una alternativa para que sus hijos puedan llegar a clase sin tener que arriesgar sus vidas. Joseba se muestra relativamente optimista y, a pesar de que desde Educación nadie se ha pronunciado de momento, asegura que “varios taxistas nos han dicho que les habían pedido presupuestos para presentar al Gobierno Vasco”.
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