A Elena González se le quiebra la voz al hablar de su hijo Adrián. Le tuvo entre sus brazos seis meses hasta que un mes de enero, de hace ahora seis años, su pequeño “se fue”. Adrián nació con una malformación grave que le detectaron durante una ecografía en la semana 20 de embarazo. “Fue un mazazo”, asegura Elena, que recuerda nítidamente como, a pesar de todo, “decidimos apostar y seguir adelante”. En julio de 2017, daba a luz al que era su segundo hijo, un bebé que sacó fuerzas para “salir adelante”, a pesar de los ingresos e intervenciones a las que tuvo que ser sometido, hasta que en enero de 2018, Adrián “se puso muy malito” y falleció.
Este 15 de octubre, Día internacional de las Pérdidas Gestacionales, Perinatales y Neonatales, esta madre recuerda cómo decirle adiós ha sido lo más difícil que ha hecho en su vida: “Es durísimo, me sentí muy sola”, confiesa. Ante ella se abrió el abismo y sintió “un vacío enorme”. Consciente de que “yo sola no iba a poder”, buscó ayuda psicológica y se animó a participar en un grupo de duelo “que encontré buscando en internet”.
Una vez al mes, Elena se reunía con María, Nora y otras madres que habían sufrido la perdida de un hijo durante la gestación, el parto o durante sus primeros meses de vida. Juntas empezaron a tejer una red de comadres para consolarse, protegerse y ayudarse y, poco a poco, dieron forma a la asociación ‘Esku Hutsik’ (en castellano, 'Con las manos vacías'), de la que hoy forman parte 190 familias de Euskadi y Navarra. El dolor por la pérdida es inevitable y el proceso de duelo debe acometerlo cada familia, pero “somos una puerta a la que llamar y ahorrarse todo ese vacío que sentimos nosotras, que tengan recursos”, explica esta madre.
Hoy en día, todos los hospitales públicos vascos cuentan con un protocolo unificado para atender a las familias que se enfrentan a la pérdida de un bebé y lograr que empiecen su proceso de duelo “en positivo, sin sentimientos de culpabilidad”. En este sentido, que la despedida se lleve a cabo y que “se acompañe adecuadamente” es vital para que las madres, pero también los padres, los otros hijos y los abuelos comiencen el proceso de aceptación de la pérdida “sin traumas”. “Antes salíamos del hospital sin bebé y sin recuerdos”, lamenta María González, presidenta de 'Esku Hutsik'.
Ver a tu hijo, o al menos que te ofrezcan la posibilidad de verlo; que la familia esté con el bebé el tiempo que necesite para decirle adiós; que en hospitales como Txagorritxu (Vitoria) o Basurto (Bilbao) puedan hacerlo en una ‘habitación de la despedida’, “lejos de los paritorios para evitar escuchar el llanto de otros bebés e incluso, que puedan ir familiares”; o las ‘cajas de recuerdo’ para que no vuelvan a casa “con los brazos vacíos y sin recuerdos”.
Las ‘cajas de recuerdo’ son saquitos que esta asociación dona y que llevan dentro un arrullo, las matronas recogen la huella e incluso el pelito, si así lo desea la familia, y que permite, junto al resto del protocolo, que las familias empiecen su nueva vida con un recuerdo tangible.
Una vez en casa, “necesitan saber que no están solas” y que existen grupos de apoyo psicológico gratuitos, pero también una red de psicólogos formados en duelo perinatal con los que pueden contactar. Además, desde 'Esku Hutsik' forman a madres que tienen el duelo más transitado para que acompañen a otras madres, son las ‘madrinas’.
Hoy, 15 de octubre, se celebra el Día internacional de las Pérdidas Gestacionales, Perinatales y Neonatales. María recuerda que uno de cada cuatro embarazos, en España, terminan en la muerte del hijo que se espera, aunque seguramente la cifra sea superior, ya que solo se contabiliza como muerte gestacional aquella que se produce a partir de la semana 26. De ahí la importancia del trabajo de asociaciones como 'Esku Hutsik'.
Adrián no está físicamente con su madre, ni con sus hermanos Irene y Alejandro, que nació en 2019 y es “mi bebé arcoiris”, así se llama a los niños que nacen de madres que han experimentado un aborto espontáneo, muerte fetal, muerte neonatal o infantil, de un hijo anterior. Y, sin embargo, lo está de otra forma, "en nuestra mente y nuestros corazones". Perder a un hijo, sea cuando sea, “no se olvida”, pero esta madre ha descubierto que, aunque las lágrimas sigan brotando cuando habla de su niño, “se puede volver a ser feliz”.
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