“Increíble, lamentable e indignante”, así califica Elena Escudero, que el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) la obligue a presentarse hoy en su puesto de trabajo como limpiadora de un colegio, a pesar de estar en silla de ruedas. “Si no voy, me echan”, razona frente a la sinrazón de pensar que con fatiga crónica esta mujer pueda estar de 17 a 21 horas limpiando y empujando un carro cargado de cubos y productos de limpieza. Así lo cuentan en el vídeo M. Fente y P. Zabala.
El sindicato LAB denuncia que la Seguridad Social y dos empresas de limpieza obligan a Elena y a otra trabajadora a trabajar con andador y silla de ruedas.
A sus 56 años, Elena Escudero está diagnosticada de Síndrome de Fatiga Crónica, trastorno funcional del movimiento de las piernas y Fibromialgia. Su cuadro clínico la obliga desde hace cuatro años a depender de una silla de ruedas para poder salir a la calle y de un andador para desplazarse por casa: “Soy totalmente dependiente y, si no fuera por mi marido, estaría en una residencia”, asegura.
Elena comenzó a trabajar con solo 15 años y, desde hace 29 años, se dedica a la limpieza en centros escolares de la capital navarra. A esta mujer “muy activa”, que lo mismo ha practicado escalada que natación y a la que le encantaba salir al monte con su perro, la vida le dio un vuelco en 2020, a raíz de un proceso vírico que derivó en fatiga crónica. “Mi vida se reduce a ir de la cama al sofá y del sofá a la cama”, lamenta mientras explica que si está tres horas sentada necesita acostarse otras dos horas para recuperarse del cansancio.
Con un 49% de discapacidad reconocida, no ha logrado la incapacidad permanente, y para su sorpresa, el pasado mes de julio, el INSS le dio el alta. “Me cogí las vacaciones y ayer se me acabaron, por eso hoy tengo que incorporarme”. Elena tiene que presentarse este miércoles a las 17 h en su puesto de trabajo como limpiadora del colegio Mendillorri de Pamplona y pasar cuatro horas, “limpiando 16 retretes, fregando escaleras, pasando la mopa a pasillos y aulas, entre otras cosas” y, todo eso, empujando un pesado carro de limpieza con cubos de agua de 15 litros: “Yo no puedo”, clama.
Pero su grito desesperado parece caer en saco roto, porque “si no voy me echan”, lamenta, al mismo tiempo que admite que “hoy iré, pero mañana ya no voy a poder ir”, así las cosas, "tendré que cogerme una excedencia de tres meses, en los que no cobro ni un duro, para que puedan darme de nuevo la baja".
Elena acudirá al colegio en su silla de ruedas, pero no estará sola. El sindicato LAB la acompaña a ella y a otra compañera, María Ángeles, que está en una situación muy similar. Sus empresas, subcontratas que prestan el servicio, las obligan a trabajar en silla de ruedas o andador en la limpieza de colegios de Pamplona, pertenecientes al Ayuntamiento.
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