Elisabeth Gorrotxategi tiene que esconderse durante unos minutos para poder atender la llamada de la web de Informativos Telecinco. Los clientes no dejan de entrar desde primera hora en la quesería que Gorrotxategi y su familia regentan en la localidad alavesa de Ilarduia. La fama de los quesos de La Leze no necesita de publicidad por estos lares, pero haber ganado, por segunda vez (lograron el primer puesto en 2022), el Concurso de Queso Idiazabal de Ordizia ha hecho que hoy el teléfono no deje de sonar y así, es difícil atender.
“Zorionak!”, le felicitamos al descolgar el teléfono. “Muchísimas gracias”, responde con voz alegre Gorrotxategi. Esta beasaindarra eligió personalmente el queso que presentarían en Ordizia y que “creo que nadie en casa lo ha probado, además de yo misma”.
La razón es que el queso corresponde a una partida que se vendió el pasado mes de agosto durante el Artzai Eguna (Día del pastor) de Araia. “En cuanto lo probé tuve una corazonada y decidí hacer la apuesta”, relata. Guardó dos quesos en casa: uno ahumado, que a la postre ha resultado el vencedor, y otro natural. “Era un queso redondo por fuera y por dentro”, resume Gorrotxategi que desgrana las bondades de aquel queso en que “era muy completo, con una textura muy buena, firme y que fundía muy bien”.
Su paladar no la engañaba y este 11 de septiembre, aquel queso que con mimo guardó para el concurso llevó a su quesería a coronarse con el primer premio, 2.000 euros al mejor queso de la edición 2024. La firma Azkue Gourmet llegó a pagar 5.000 euros en la subasta por el medio queso ganador.
Elisabeth Gorrotxategi es, junto a su marido José Mari Jauregi y sus hijos, el alma de la quesería. Hace 32 años, estos dos guipuzcoanos decidieron instalarse en el caserío “de la ama de mi marido” en Ilarduia para cambiar radicalmente de vida: “Lo dejamos todo”, recuerda para apostar por el pastoreo y la elaboración de quesos.
Los abuelos de José Mari tenían ovejas y a pesar de que la siguiente generación siguió por otros derroteros, este lazkaotarra desde niño se sintió atraído por ese mundo, aunque la vida le llevo a trabajar en una empresa. “Fue cuando nuestros dos hijos eran pequeños cuando decidimos apostar por esta vida”.
Cuenta con un rebaño, de unas 400 ovejas latxas de cara rubia, que en esta época del año pastan en libertad en lo alto de la montaña, en la Sierra de Altzania. En enero, sobre el Día de Reyes, “las ovejas paren a los corderos y eso es lo más duro”, relata. A partir de ese momento, comienzan a ordeñar y con la leche que obtienen elaboran quesos “todos los días”. En agosto, se deja el ordeño y es cuando Elisabeth y José Mari tratan de encontrar un hueco para cogerse un par de días libres. “Lo de las vacaciones es complicado porque la quesería podemos cerrarla, pero los animales no tienen vacaciones y hay que atenderlos todo el año”, explica. Así las cosas, en esta casa, lo de las vacaciones largas no entra en los planes, “nos turnamos y si podemos cogernos dos días ahora y un par más tarde, pues estupendo”, añade.
La puerta de la quesería vuelve a abrirse y Elisabeth debe salir a atender a un nuevo cliente, nos despedimos con un ‘hasta pronto’, convencidos de que volveremos a hablar y, seguramente, escribir sobre esta quesería familiar, en Álava.
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