Una vecina de Santurtzi asombró a su médico por la evidente mejora que había experimentado en su estado de salud. Al preguntarle el facultativo, la única novedad en su vida era que ya no vivía sola. Lo hacía en compañía de una persona joven a la que había alquilado una habitación. “Esta mujer aloja ya a la tercera persona en su domicilio”, se felicita Eduardo Fierro, CEO de Kuvu.
La soledad no deseada y el desorbitado precio de la vivienda son dos problemas acuciantes en la sociedad actual y que afectan a personas mayores y jóvenes, principalmente. La idea de aportar una solución a esta problemática, llevó a tres jóvenes emprendedores, estudiantes por aquel entonces de Mondragon Unibertsitatea, a poner en marcha hace cinco años un proyecto empresarial ‘made in’ Bilbao que, tras el acuerdo que firmaron hace un año con el Gobierno Vasco, les ha permitido extenderse a toda Euskadi.
Kuvu es un proyecto de alojamiento compartido entre distintas generaciones, “nosotros les ponemos en contacto”. Los jóvenes menores de 35 años suelen estar estudiando en la universidad o emprendiendo su primer empleo, los mayores de 65 quieren ganar un extra y, sobre todo, tener compañía.
Los encargados de gestionar este programa analizan las preferencias de los mayores a la hora de buscar un compañero de piso y sus líneas rojas: "Que no fume, que no sea desordenado o que prefiere que sea una mujer, porque no se ve viviendo con un hombre, o al revés”, enumera Fierro. Se evalúa a los candidatos y se busca a la persona más compatible.
Dos meses de prueba; un contrato de convivencia, en el que el precio de la habitación lo pone el propietario, “normalmente, por debajo del precio de mercado”; y la posibilidad de rescindir el contrato, en el caso de que no funcione la convivencia, con 15 días de antelación, son las bases de este proyecto de convivencia intergeneracional.
El miedo es el principal obstáculo para alquilar una habitación a un desconocido, pero “nosotros hacemos un trabajo previo para buscar a la persona más adecuada”, un seguimiento y una mediación, se trata de “generar confianza”.
Los prejuicios, en muchos casos, llevan a los mayores a pensar que “estos jóvenes van a venir a mi casa a hacer botellón” y a los jóvenes a creer “que vienen a cuidar”. No es así. Lo saben quienes ya han probado como Javi, un bilbaíno de 70 años, que comparte piso con Fátima, que ha llegado de Marruecos a estudiar un grado superior. “Ha sido mi mejor medicina”, dice este bilbaíno, que vivía solo y al que se le caía la casa encima. Fátima le ha alquilado una habitación y en la convivencia Javi le ayuda con el idioma y las costumbres vascas.
Pilar también es de Bilbao, aunque a ella, una mujer “activa, comprometida y a la que no le gusta aburrirse” lo que le movió a buscar una persona con la que convivir fue “buscar una experiencia nueva” y también “compartir gastos”, ese dinero “me viene muy bien”.
En el proyecto estiman que, de media, la persona que alquila una habitación en este tipo de convivencia puede llegar a ganar al mes unos 300 euros, mientras que el joven se ahorra alrededor de 90 euros. Pero no es el único motivo. Muchos jóvenes quieren vivir en un sitio tranquilo, "sentirse como en un hogar" y esquivar también la soledad, que no es patrimonio exclusivo de los más mayores, “muchos se han trasladado fuera de su casa por estudios o por trabajo y sienten que han perdido su red de apoyo”, explica.
En la actualidad, en Euskadi, Kuvu ofrece, dentro del acuerdo con el Gobierno Vasco, 38 viviendas, en 14 de ellas están ahora mismo conviviendo. “Nuestra temporada alta es en septiembre, cuando empieza el curso”, concluye Fierro.
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