Una familia de artesanos de Irún fabrica con las ramas de níspero salvaje las 'makilas', símbolo de autoridad y respeto en Euskadi
La 'makila' con la que han tomado posesión los últimos cuatro lehendakaris la fabricó el padre de Beñat
José Mujica o el Papa Juan Pablo II han recibido una de las 'makilas' fabricadas por los Alberdi
A las ramas de níspero salvaje se le hacen unos cortes que al cicatrizar dibujan unas marcas únicas en la madera
Una rama de níspero simboliza en Euskadi el reconocimiento y el respeto, en manos del lehendakari la rama adquiere el significado de autoridad, en forma de bastón de mando. El irundarra Iñaki Alberdi talló artesanalmente la ‘makila’ que ha pasado de mano en mano de, al menos, cuatro lehendakaris: Ardanza, Ibarretxe, Patxi López y Urkullu. La misma con la que, dentro de aproximadamente dos meses, tomará posesión de su cargo el nuevo jefe de la Lehendakaritza.
Al frente del taller de la familia Alberdi en Irun, están desde hace una década Beñat y su hermana Saioa, hijos de Iñaki y nietos de Joxe, fundador en 1948 del taller Alberdi. “Mi abuelo era tallista y esculpía madera de heráldicas, muebles…”, rememora Beñat. En la década de 1980, Iñaki tomó el relevo y resucitó un arte olvidado en estos lares comenzó es la fabricación de ‘makilas’ o bastones vascos, “uno de los símbolos más antiguos de la cultura vasca”.
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Con la misma madera “que hace 300 años usaban nuestros ancestros” se confeccionan estos bastones. “Es una madera muy densa, es dura, pero al mismo tiempo es flexible, es decir, no parte fácilmente”, explica Beñat, tercera generación de los Alberdi al frente de este taller. Se trata de madera de 'Mespilus germanica', comunmente conocido como níspero, un árbol frutal de Asia Central que los romanos introdujeron en la península y que da un fruto muy agrio.
Tatuajes en la madera
A las ramas del níspero salvaje, Beñat le realiza unos “cortes en vivo” en primavera, el árbol cicatriza esos cortes y cuando al invierno siguiente se procede a cortar la rama, la madera presenta ya unos dibujos que hacen que “no haya dos makilas iguales”.
Una vez en el taller toca desprender la corteza de la rama y meterla al horno, después se endereza y se deja secar durante los siguientes dos años. Transcurrido ese tiempo, se vuelve a enderezar y de nuevo se aguardan dos o tres años más de secado: “En unos 10 años tengo la madera controlada, tras dos o tres enderezados, y ya la puedo convertir en bastón tradicional”, explica.
La parte inferior de la ‘makila’ va embellecida por una virola de latón, alpaca o plata, cincelada a mano con motivos vascos. La parte superior está coronada por una empuñadura de cuerno que toma cuerpo en un tubo roscado recubierto de cuero trenzado. “Todo hecho a mano”, puntualiza este artesano.
Las ‘makilas’ son como los vascos “que estamos en todos los lados”, bromea Beñat para explicar que sus bastones tradicionales vascos viajan a todos los rincones del planeta, aunque sobre todo se los piden de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, donde por cierto, “son un bien de interés cultural”. Estas piezas de artesanía auténticas son, en tierra vasca, un símbolo de respeto y reconocimiento, pero “fuera, a través de la web alberdimakila.com, nos los compran, como lo que son, bastones muy elaborados”.
El que fuera presidente de Uruguay, José Mujica, el Papa Juan Pablo II, el escultor Jorge Oteiza, el político irlandés Gerry Adams o Camilo José Cela son solo algunos de los célebres personajes que han tenido entre sus manos una de las ‘makilas’ elaborada por esta familia guipuzcoana, guardiana de la tradición.
Quién sabe si en unos años, las hijas de Beñat continuarán tallando las ramas de níspero salvaje, del mismo modo que ha hecho su aita, su abuelo y su bisabuelo. “Yo aprendí casi sin querer, solo para conseguir algo más de paga, pero mi aita nunca me obligo”, rememora. Por eso, este licenciado en Empresariales por la Universidad de Deusto reconvertido desde hace una década en artesano, tiene claro que “no les voy a cargar la mochila con mis preferencias, ellas elegirán su futuro”, y quién sabe si tal vez, Alberdi tenga ya en ciernes su cuarta generación.
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