Sabando, el pueblo alavés que hace una década eligió la biomasa para calentarse

  • Cada vecino paga la energía que consume a 0,025 euros por kilovatio

  • Cada año extraen unas 300 toneladas de leña de las 1.000 hectáreas de monte del pueblo

  • Las 24 familias que residen de forma habitual en el pueblo se calientan con este sistema

Sabando es un pequeño pueblo enclavado en la montaña alavesa, con apenas 45 personas empadronadas y unas 40 casas, muchas de ellas segundas residencias. Este municipio vasco cumplirá el próximo mes de noviembre una década, calentando sus hogares en invierno y disponiendo de agua caliente todo el año gracias a un sistema comunitario de calor.

Su alcalde, Ángel Marcos Pérez de Arrilucea, atiende a Informativos Telecinco en este décimo aniversario y valora la decisión pionera que tomó el pueblo en 2014 y el funcionamiento de este método de energía. “Entonces, algunos pueblos, lo usaban para calentar las piscinas o un centro cultural, pero un pueblo entero era otra cosa”, recuerda el primer edil.

Hace diez años se plantearon sus opciones, o pagar una factura anual de unos 2.500 euros de gasóleo o gas, o que cada vecino subiera al monte a hacer su propia leña, “algo complicado porque cada vez nos hacemos más mayores”. Ante esta disyuntiva optaron por un camino poco transitado en nuestro país: instalar dos calderas que utilizan biomasa para calentar el agua.

Ahorro del 50% de la factura

Una decisión que en este tiempo les ha permitido ahorrar, en función del año, “como mínimo un 50% de la factura”, además de favorecer la conservación sostenible de los montes, mantenerlos limpios y reducir el consumo de leña. Pero por si fuera poco, aquella elección ha hecho que “el pueblo esté más unido” y ha potenciado, los ya de por sí, muchos atractivos de la zona, atrayendo nuevos residentes.

En total, cinco parejas jóvenes se han instalado desde entonces en Sabando: “Trabajan fuera y, para ellos, era complicado e incómodo tener que proveerse de leña y almacenarla”. Sin embargo, este sistema comunitario de biomasa les permite calentar sus hogares y disponer de agua caliente, pagando por lo que consumen, cada una con su correspondiente contador. “Ahora mismo tenemos en el pueblo siete niños menores de cuatro años”, se felicita el alcalde.

Sabando emplea al año “unas 300 toneladas de madera en verde, que se convierte en unas 200 cuando ya está seca”. Junto al guarda forestal se determina la zona y cantidad a extraer y una empresa corta la madera entre y abril y mayo y la lleva al pueblo. Allí, una máquina se encarga de triturarla, “lo hacemos al mes de haberla cortado como máximo”.

Tareas comunes

Los agricultores del pueblo entran en escena para con su maquinaria agraria extender las astilla para que se seque. Un proceso que puede durar, con buen tiempo, unos 15 días. Después se almacena, “con ayuda de nuestros tractores”. Dos calderas calientan los 5.000 litros de agua de un depósito. A 80 grados el agua sale por una tubería y recorre unos 500 metros. Cada vecino paga la energía que consume a 0,025 euros por kilovatio, cubriendo así los gastos de leña, mantenimiento y electricidad de las bombas de agua.

Al principio, solo 16 familias dieron un paso adelante a favor de este sistema comunitario, con el paso del tiempo y viendo las ventajas se han ido sumando el resto de los vecinos que residen de forma habitual en el pueblo y en la actualidad son 24 familias, además de algunas segundas residencias, las que se calientan con los residuos extraídos de las 1.000 hectáreas de monte de Sabando.

"Las obras fueron farragosas”, recuerda el alcalde. En el pueblo había algunas calles abiertas por trabajos de rehabilitación y aprovecharon para instalar este sistema, que era costoso (550.000 euros de inversión), pero que pudieron sacar adelante gracias a las subvenciones. “En dos años terminaremos de pagar el préstamo de 90.000 euros que solicitamos para devolver en 12 años lo que nos dio el IDAE”, dice Ángel Marcos.

Sabando rompió el hielo y tras su experiencia otros municipios se han interesado por este sistema. En Roitegi, lo instalaron hace ya cinco años y en Contrasta están actualmente en ello.

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