A menos 30 grados, si todo el cuerpo no está protegido, se corre el riesgo de entrar en hipotermia y congelarte en tan solo un minuto. Por eso, para entrar en el único laboratorio del hielo que existe en España hay que abrigarse con ropa de especial de protección y aclimatarse previamente en una antecámara a -20 grados. “Hay que preservar las propiedades de las muestras de nieve y hielo que nos llegan”.
Muestras que proceden de Groenlandia, del Karakorum (al norte de Pakistán) o de los Pirineos. Precisamente la recolección de esas muestras de hielo es la primera de las tres fases que se completan en este laboratorio de bajas temperaturas.
Las otras dos son el análisis a través de microscopios y por último, la realización de modelos climáticos “para entender cómo las partículas, los aerosoles y los gases se han depositado en un glaciar”. Todo este proceso íntegro “nos permite reconstruir toda la historia del glaciar”, añade Sergio Faria, director de Izotzalab, el laboratorio que desde 2008 analiza en Euskadi hielo de distintas partes del planeta.
Siete investigadores formados en Geología, Física y Matemáticas trabajan en este laboratorio, único en España y de prestigio internacional, para comprender los efectos del cambio climático en regiones con climas extremos: polares y de alta montaña. “El hielo es un elemento fundamental para conocer el cambio climático”, aclara.
El hielo llega a este laboratorio de bajas temperaturas del Basque Center por Climate Change (BC3) en cilindros que, posteriormente ya aquí, se cortan y se pulen para poder ser observados a través del microscopio y determinar así su microestructura y cómo ha ido evolucionando ante el impacto del cambio climático y la contaminación. “No solo miramos su propiedad para ver cómo se mueven los glaciares, también analizamos las burbujas del hielo para observar cómo les ha afectado la contaminación”.
Si el frío, menos 30 grados, es vital para poder trabajar con este material en el laboratorio, la humedad y la calidad del aire del espacio juegan también un papel importantísimo para que el material a estudio no se estropee. Pero ¿cómo se conserva el hielo que llega a Izotzalab desde los más diversos puntos del planeta? Pues en un arcón, una especie de congelador en el que la temperatura no sube de los 80 grados negativos.
Además del laboratorio a -30 grados, en Izotzalab existen otros tres espacios: la sala de máquinas, la antesala y la sala de control. Precisamente en esta última, un ordenador se emplea para controlar todo: los microscopios y la maquinaria, así como para monitorear aspectos fundamentales como la calidad del aire o la humedad. “Este ordenador nos permite analizar las muestras desde la pantalla observando los cristales de hielo o las burbujas de aire sin tener que soportar a -30 grados más tiempo del necesario”.
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