¿Me voy a morir?, es la pregunta que hizo Hegoi a su médico cuando le dijo que padecía cáncer. La crudeza de la pregunta resulta aún más insoportable en los labios de un chaval de solo 13 años, al que debería quedarle toda la vida por delante. Sin embargo, es lo primero que quiso saber Hegoi. Este 15 de febrero se celebra el Día Internacional del Niño con Cáncer.
Aquel 13 de marzo de 2023 fueron primero las caras de los médicos y del personal sanitario las que le hicieron inquietarse, después la bomba se la soltó su doctor. El diagnóstico era sarcoma de Ewing, un tipo de tumor que se forma a partir de cierta clase de célula en el hueso o el tejido blando. Tras la pregunta directa de su joven paciente, la respuesta del facultativo fue rotunda y tranquilizadora para Hegoi: “No, te voy a ayudar”.
Este niño de 13 años pasó de las preocupaciones habituales de un chaval de su edad a convertirse de buenas a primeras en un adulto capaz de “valorar la vida por encima de cualquier otra cosa porque solo hay una y es muy bonita”.
En el camino ha dejado cosas. La primera a sus amigos, y no porque no hayan estado ahí con él, sino porque “pasas de compartir 6 horas a diario con ellos a dejar de hacerlo y, entre tanto, pierdes las risas con ellos”. También el cáncer le ha obligado a renunciar al fútbol y “eso ha sido durísimo porque es lo que me hacía sonreír, me encanta jugar”.
Y, ¡Vaya, si Hegoi ha jugado!, no en el campo de futbol, pero su partido por la vida lo está disputando, como solo él sabe hacer las cosas, con una perpetua sonrisa en los labios, valorando “cada día abrir los ojos y seguir viviendo”.
En un primer momento, temió que el tratamiento le hiciera perder el pelo. “Es lo que más me asustaba al principio”, recuerda. Sin embargo, a sus 13 años comprendió que “eso no es tan importante, el pelo vuelve a crecer”, pero con la sinceridad de un niño no pone paños calientes a la situación y admite que este último año ha sido “duro”, lo peor: las sesiones de quimioterapia, “porque la radio me quemaba la piel, pero con una crema se pasaba, pero con la quimio no hay nada que alivie sus efectos secundarios”. En el caso de Hegoi, no sufrió náuseas y vómitos, pero “me dejaba muy cansado porque te barre, es un veneno que se lleva todo por delante, células buenas y malas”, explica.
Durante los últimos meses, Hegoi ha tenido bajones, pero siempre presente que “no podía hundirme anímicamente” porque, como el mismo resume, “es muy duro, pero es una experiencia que contar y una aventura superada”. En su recuperación le están ayudando su familia y amigos, tanto que “en ocasiones me he sentido tan arropado que se me ha olvidado lo que me estaba pasando”. La enfermedad le ha alejado de sus compañeros de clase, pero con ese mirar bonito de Hegoi le ha ofrecido la oportunidad de “disfrutar más tiempo con mi aita y que a mi ama a veces le hayan dejado salir antes del trabajo para estar conmigo”.
“Pelear siempre con una sonrisa”, ese es el consejo que Hegoi daría a otros niños y niñas que como él han recibido un diagnóstico de cáncer en el Día del Cáncer Infantil. Hegoi ya piensa en lo que hará cuando todo esto termine: "Cuando acabe todo, volveré a la vida normal, no podré competir en fútbol, pero sí jugar con mis amigos en la calle".
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