Sheila y Hugo quieren que la gente vea cómo ha quedado su vivienda. “Están diciendo que no es para tanto y ya no tengo casa. No tengo nada. Os la enseño para se sepa que pasa por culpa de un descerebrado. Nos ha arruinado la vida”, se lamenta la mujer
La paredes del 13 C de este edificio de la localidad guipuzcoana de Renteria están negras, el suelo destrozado, los muebles derretidos.
El fuego provocado por el cohete ha afectado a la mayoría de las habitaciones.
Por fortuna, no al balcón de cocina “donde guardamos las bombonas de butano. La desgracia aún habría sido peor”.
Uno de los relojes de la casa se ha quedado parado a las 12:25. A esa hora, la pareja se encontraba en la casa de la madre de Hugo, donde cenaron y tomaron las uvas.
“Nos llamó la hija de una vecina, justo la que está al lado, y nos dice que la casa se está quemando. No me lo podía creer. Soy súper prevenida y me dan mucha miedo los petardos. En cuanto me dijo que estaba ardiendo mi casa sabía que había sido por eso”, recuerda.
Antes de salir de casa cerré el agua y el gas, soy súper prevenida, porque me da mucho miedo. Somos un barrio muy grande y da todo a esta fachada. Todos los años anteriores veía los cohetes y pensaba que en cualquier momento me iba a entra en casa. ¡Qué mala suerte que este año ha pasado!”, se queja.
Aunque dicen “que no le ha quedado ropa que ponerse”, la mayor pena de la mujer es la pérdida de los recuerdos que “no se pueden reemplazar”. La vivienda calcinada es la casa familiar, la que ha compartido durante décadas con padres y hermanos
Los cohetes “los tiene que manejar gente especializada. Crees que el petardo sube para arriba pero igual va directo, como en este caso, que va a mi casa. El que lo ha hecho seguro que se quiere lavar las manos. Que sepa que voy a luchar por lo mío y no me callo ni media porque esto no lo hace un crío”, asegura