Nuestra mente no se dispersa al azar: "Distraerse puede ser útil en determinadas circunstancias"

José Luis Belmar, psicólogo y experto en mindfulness, habla en su nuevo libro sobre el funcionamiento de nuestra mente
"La mente es la casa de nuestra vida. Y muchas veces, sin darnos cuenta, vivimos solo en una pequeña habitación"
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Seguro que te ha ocurrido alguna vez que tu mente va por un lado y tu cabeza por otro. Que sientes que está dispersa y no logras poner el foco. Nuestra vida está condicionada por la mente, que construye nuestra percepción de la realidad mediante pensamientos y diálogos internos. ¿Sabías que casi siempre funcionamos en modo pensante, sin despegarnos del diálogo interno que acapara la atención y condiciona nuestro comportamiento? El problema es que, dejándonos dominar por un exceso de dispersión mental, quizá nos estemos perdiendo lo mejor de la vida. Por suerte, no es esa la única forma de relacionarnos con la mente, y también es posible –y muy beneficioso– ejercitarse en un estilo diferente de dirigir la atención. Así lo asegura José Luis Belmar, psicólogo, experto en mindfulness y meditación, y autor del libro '¿Hay vida más allá de la mente?' (Desclée de Brouwer), con quien hemos hablado para esta entrevista.
Pregunta: ¿Cómo funciona la mente? ¿Podemos dominar la mente o ella nos domina a nosotros?
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Respuesta: Mucha actividad mental es independiente de nuestra intervención, ya que buena parte de sus contenidos son inconscientes o se producen de forma automática. Pese a ello, cuando creemos que la mente es responsable de nuestro malestar, es natural que la primera reacción sea querer controlarla. ¿Eso es efectivo? Quizá no; ya sabemos que, paradójicamente, cuanto más nos esforzamos por no pensar en algo, con mayor frecuencia nos viene a la cabeza ese pensamiento. Entonces, tal vez sea más inteligente emplear la estrategia contraria y, en lugar de intentar controlar la mente, trabajar para que no sea ella la que nos domine; lo cual sí que está en nuestras manos y es precisamente de lo que trata mi último libro.
Nuestra relación con la mente condiciona la manera en que sentimos y vivimos la vida
P: ¿La mente funciona siempre de la misma manera a lo largo de la vida? Es decir, ¿cómo podemos entenderla conforme vamos creciendo?
R: La mente evoluciona a lo largo de la vida porque la experiencia de cada uno contribuye a darle su forma y contenido, por lo que varía cuando la persona atraviesa las diversas etapas de su desarrollo. Un momento crucial tiene lugar cuando el niño adquiere el lenguaje, ya que supondrá un cambio fundamental en su relación con el medio, pues a partir de entonces podrá pensar e interactuar simbólicamente con la realidad sin tener que estar en contacto directo con ella; además, el dominio del lenguaje establece los cimientos para construir un yo eminentemente verbal. En el libro planteo la idea de que, pese a que el desarrollo personal de la mayoría de la gente parece detenerse en un estadio verbal, es posible no estancarse ahí y trascenderlo; hacia eso apunta la práctica meditativa que propongo.
P: Hay muchas personas que no entienden qué es la mente: ¿podrías explicarnos qué significado tiene para los psicólogos y por qué es importante estudiarla o tenerla presente?
R: Los psicólogos también nos incluimos entre esas personas que no saben qué es la mente; por eso hay tantas teorías y formas de interpretarla. Consciente de que emplear esa palabra puede producir equívocos, ya en las primeras páginas de mi libro aclaro que diciendo "mente" me estoy refiriendo al contexto global en que tiene lugar nuestra experiencia, esa especie de escenario donde acontece todo según nosotros lo percibimos. De aquí deriva la importancia de estudiarla, porque nuestra relación con la mente condiciona la manera en que sentimos y vivimos la vida.
P: Hablas en el libro de dos funcionamientos de la mente: el modo pensante y el modo vigilante. En ambos casos, ¿cómo trabaja la mente?
R: Al emplear esta distinción pretendo hacer ver al lector, sin necesidad de tecnicismos, que hay más de un estilo de relacionarnos con las sensaciones y cogniciones de la mente; uno, más centrado en crear esos contenidos, y el otro, más receptivo y aparentemente pasivo. Pero la principal diferencia entre ambos estriba en cómo manejamos la atención hacia dichos contenidos mentales cuando están presentes. Si los miramos desde muy cerca podemos acabar fusionándonos con ellos; en cambio, adoptando la perspectiva de ser testigos de lo que hay, viendo los pensamientos como pensamientos y aceptando las sensaciones que se produzcan, podremos actuar de manera consciente y menos reactiva, de acuerdo con lo que para nosotros sea valioso en la vida. Que los dos modos de funcionamiento sean diferentes no significa que uno sea bueno y otro no: los dos son necesarios y útiles, aunque no siempre ni en todas las situaciones por igual.

P: En muchos momentos la mente se dispersa y no se focaliza. ¿Qué nos está ocurriendo entonces?
R: Es normal que unas veces estemos dispersos y otras no; además, eso muestra que la mente es versátil y que se pueden utilizar todas sus posibilidades. El ideal no es una mente que no se distraiga nunca, pues la distracción también cumple su función y hasta puede ser útil en determinadas circunstancias; recordemos que muchos inventos y creaciones artísticas han nacido cuando la mente no estaba focalizada en una tarea. Lo que importa de verdad es no enredarnos tanto con el diálogo interno y tener suficiente flexibilidad para cambiar de un modo de funcionamiento a otro, con la misma naturalidad con que cambiamos de marcha al conducir un coche.
P: La dispersión mental se puede trabajar, ¿cómo crees que es la mejor manera de hacerlo?
R: Por supuesto que se puede trabajar, lo cual es una excelente noticia, aunque por otro lado exija que pongamos algo de nuestra parte para hacerlo, y a eso quizá no siempre estamos tan dispuestos. La idea sería intentar revertir el predominio de la mente pensante y del vagabundeo mental ligado al diálogo interno, ejercitando la capacidad que todos tenemos de estar presentes en la experiencia del momento con los cinco sentidos. Con ese fin, en el libro propongo algunos ejercicios sencillos, que se pueden practicar en la vida diaria, para desarrollar la atención plena, y también explico la importancia de la meditación.
Es una lástima que hayamos normalizado el hábito de vivir ausentes la mayor parte del tiempo, pero nunca es tarde para darse cuenta
P: Hablas de estar serenamente más receptivos, arraigados en el presente. ¿Dónde está nuestra mente mientras no está presente? ¿Normalizamos estar fuera del presente?
R: Cuando nos dejamos absorber por nuestras ensoñaciones, la mente nos traslada al pasado o al futuro, lo que significa que nos arranca del único suelo en que de verdad podemos echar raíces: el presente; y nos impide vivirlo con plenitud. Por desgracia, esa tendencia a ausentarnos del ahora se ha acentuado hoy con el uso tan extendido de pantallas, que nos sumergen en mundos virtuales a la vez que nos distancian del único mundo real, el que tenemos más cerca. Es una lástima que hayamos normalizado el hábito de vivir ausentes la mayor parte del tiempo, pero nunca es tarde para darse cuenta y hacer algo por salir de esa situación.
P: Dices también que la mente es la casa de nuestra vida y que muchas veces solo vivimos en una sola habitación: ¿qué podemos hacer para acceder a las demás?
R: La imagen de la casa me sirve para mostrar con un ejemplo sencillo que el estilo predominante con que interactuamos con la mente no es el único posible y que, igual que en nuestra casa entramos a todas las habitaciones, también deberíamos explorar con curiosidad esas otras facetas de la mente, sin dejarnos dominar tanto por el diálogo interno, que sería como pasar demasiado tiempo encerrado en una misma habitación. Para acceder a esas otras habitaciones desconocidas o infrautilizadas hace falta cultivar una atención más receptiva y menos controladora, que con la práctica podrá transformar nuestra experiencia personal al ayudarnos a conectar con la realidad del momento presente.
P: ¿Tiene algo que ver el egocentrismo?
R: Si algo caracteriza el diálogo interno en que con tanta frecuencia nos sumimos es que es autorreferencial, es decir, gira en torno a nosotros mismos. Los pensamientos que revolotean cuando la mente vaga, por lo general expresan el malestar por experiencias pasadas o los temores que nos provoca la incertidumbre del futuro, pero si algo tienen en común es que el protagonista es el ego. De lo que se trata entonces es de aprender a orientar el foco en otra dirección, porque si de verdad aspiramos a tener una vida más satisfactoria no podemos seguir centrados en el ego.
P: ¿Qué ocurre cuando la mente entra en bucle de negatividad? ¿Debemos hacerla siempre caso?
R: Decía Krishnamurti que el problema del mundo es el hombre, y el del hombre, su mente. Ahora bien, yo creo que el problema no es la mente como tal, pero sí que se convierte en un problema cuando le entregamos el control de nuestra vida al tomar los pensamientos y emociones como guía de nuestra conducta. La mente es problemática cuando le hacemos caso y nos identificamos con ella, pero deja de serlo al descubrir que, aunque nos haya acompañado desde nuestra más tierna infancia, nosotros no somos la mente.
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