Ni “egos” ni “ruido”: Yolanda Díaz advierte a Podemos de las condiciones de su proyecto para liderar la izquierda
La escenificación en tres actos del plan de la vicepresidenta para su carrera hacia la candidatura
Al estilo del empleado del mes tan típico de la empresa americana, Yolanda Díaz se ha hecho aquí en España con el título de política de la semana.Está en racha estos días, en los que, un día sí, uno no, ha conseguido ser noticia. Y no es una frase hecha. Es literal.
La vicepresidenta segunda, y aspirante a suceder a Pablo Iglesias en el liderazgo del espacio político que se abre a la izquierda del PSOE, ha relanzado su candidatura en tres pasos y en días alternos.
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El domingo, en la fiesta centenario del PCE, verbalizó la idea: “Voy a levantar un proyecto que empieza ya y en el que necesitamos todas las manos”. Nunca había sido tan explícita.
El martes, tras el Consejo de Ministros, reivindicó su capital político: “El Gobierno de España está cumpliendo”, afirmó para presumir de la fiabilidad de un Ejecutivo con ella como líder de los ministros de Podemos, después de la falsa alarma de la jubilación a los 75.
El jueves, remató la faena delimitando el terreno de juego y sus condiciones: "No es un proyecto de Yolanda Díaz, no va de nombres y no creo que se trate de una suma de partidos ni una suma de egos. La protagonista es la sociedad”, comentó primero. “Estoy rodeada de egos. Y nunca me he peleado por estas razones ni lo voy a hacer (…) como existan ruidos es probable que yo me vaya", añadió después en la SER.
Empieza el baile
Un, dos tres… ¡Empieza el baile!, que dirían algunos. O más en concreto, el baile se ha hecho definitivamente visible. Porque Díaz ya estaba en la carrera, desde que Pablo Iglesias le cedió los trastos en el Gobierno y la impulsó como posible sucesora en las próximas generales. La cuestión es que lo estaba a su manera. La suya está siendo una promoción “a fuego lento”, como ella misma dice que se va a fraguar el acuerdo de los Presupuestos Generales del Estado.
Díaz es una política reacia a los aspavientos y a las prisas. “El tiempo nunca opera contra la política”. La frase, también suya, define como ha venido trabajando en el Gobierno y en su propio proyecto político personal.
El citado proceso de negociación de los presupuestos entre los socios de Gobierno es el ejemplo quizás más elocuente. El año pasado, liderado por Pablo Iglesias, avanzó de incendio en incendio. Con más de una foto y siempre al borde de la ruptura. Ahora con Díaz, la discusión es “discreta”. Ella misma pronostica el acuerdo cuando aún no lo hay, y recuerda que tiene “una paciencia infinita”.
La construcción de su proyecto político responde a esa misma dinámica. Paciencia, tiempo y discreción. Lo que ahora le ocupa, según su entorno, es la “escucha”. “Interlocutar con la sociedad”, ha dicho.
Tiempo de "escucha"
Su agenda de los últimos tiempos, en Barcelona, en Valencia… son pasos ya dados en esa dirección. A Díaz le interesa ver como de llena está la piscina y tejer complicidades. Tanto Ada Colau (Barcelona en Comú) como Mónica Oltra (Compromís) han hablado bien de ella y de su estilo de ejercer la política. Otra cosa es definir la implicación con su proyecto, que para eso hay tiempo. La prioridad es el sondeo, para después acometer otros debates: el de ver quien se suma, el del programa y el de los nombres.
Lo que hay, de momento, es un proyecto en construcción en el que es determinante, además, ver el encaje que tiene con estructuras preexistentes, en concreto con Unidas Podemos. Al igual que Díaz no ha confirmado oficialmente lo de que vaya a ser candidata, Podemos tampoco ha definido su plan ni ha dado por hecho que vaya a ser ella quien esté al frente. Es su gran debate pendiente. Los ‘morados’ celebran del 8 al 10 de octubre una cumbre para hablar de futuro, en el que la vicepresidenta no va a estar. Una muestra de que hay dos trayectorias en la misma dirección, pero en paralelo.
El pedigrí político de Díaz, de hecho, tiene sus raíces en el PCE y en el sindicalismo, no en Podemos. Nunca ha estado en su núcleo duro. Y así, el entusiasmo con el que Iglesias la proyectó como sucesora se enfrenta, en el momento de la verdad, al riesgo de que haya confluencia o no (valga su propia terminología) de los intereses de la aspirante y de la formación que en su día le dio cobijo.
Ir más allá de Unidas Podemos
Ella, de hecho, apuesta por una plataforma que va más allá de Podemos, incorporar por ejemplo al Más Madrid de Íñigo Errejón, que por ahora advierte que lleva su propio camino.
“Ensanchar”, es el término que ya han empezado a usar Díaz y los suyos, una propuesta a la que a los afines a Iglesias se muestran abiertos. Ahora bien, celosos de que eso no suponga merma de su liderazgo o de su influencia. Una cosa es asumir el cambio de estilo en el ejercicio del poder que ha supuesto el ascenso de Díaz en Moncloa, cuestión de formas. Otra, cuestión de fondo, supeditar la coalición a un mando ‘externo’.
El debate no está en ese punto. Es más, Irene Montero, ministra de Igualdad, se apresuraba tras escuchar a Díaz hablar de los egos y el ruido que habrá “implicación” y “trabajo muy estrecho”, de Podemos, para construir el frente amplio que convierta a Díaz en presidenta. Una especie de cierre de filas antes incluso de saber cómo quedan definitivamente esas filas.
Es pronto y hay motivos, además, para el entendimiento:
El primero es que ambas partes disponen de un capital que al otro le falta: Díaz le ha limado las aristas al liderazgo que ejercía Iglesias, y es una figura al alza, la ministra mejor valorada; Podemos tiene una estructura con la que ella, por ahora, no cuenta.
El segundo, la convicción de que las opciones de continuar en Moncloa pasan por una candidatura única. O lo más única posible.