El volcán de La Palma sigue emitiendo una gran cantidad de cenizas y gases y se resiste a cesar su actividad. Continúa expulsando lava, aunque las coladas llevan varios días sin avanzar porque la emisión ya no es tan continua como hace unas semanas.
En este contexto, los expertos, además, comienzan a ver algunos signos de agotamiento en Cumbre Vieja, aunque piden cautela: “Todos los datos observables (composición química del penacho, sismicidad y deformación del terreno) apuntan a que el sistema de realimentación "está aflojando" y los reservorios "se van haciendo menores", pero "hay que esperar un tiempo" a que estos parámetros de estabilidad se conviertan en tendencia y hagan prever que el final de la erupción está más cerca, tal como ha señalado hoy la portavoz del comité científico del Plan de Emergencia Volcánica de Canarias (Pevolca), Carmen López.
De hecho, recuerda que tan solo hace unos días se registró una deformación de suelo cerca de los focos eruptivos, así como intensos terremotos que, en efecto, invitan a “ser cautos”.
Así, si bien señalan que “concuerdan todos los observables con que la parte más profunda de ese sistema de realimentación está siendo menos activa y tiene menos capacidad de nutrir de magma, de alimentar la erupción por más tiempo”, todavía no se puede hablar del final de la erupción.
En este escenario, La Palma sigue dando un impactante estirón, como atestiguan las imágenes que llegan de la zona, con paredes verticales que se alzan ya imponentes frente a algunas casas que todavía quedan en pie: una nueva y negra cordillera que en algunos puntos supera ya los 30 metros.
A medida que se enfríe la lava, además, iremos descubriendo que la isla no solo cambia en su superficie, sino también en su interior. Los tubos volcánicos, cuando se desploman, ya están formando jameos.
“La roca se encuentra a 90 grados y en las zonas interiores hemos medido un máximo de 400”, apunta Raúl Pérez, geólogo del IGME, mientras la vulcanóloga Inés Galindo, del IGME-CSIC, explica: “Hay ya algunos jameos; zonas abiertas en superficie por colapso que permitirían, cuando termine la erupción y se enfríen las lavas, hacer espeleología y visitarlo”.
Jameos que algún día se parecerán a los del Agua en Lanzarote, que atraen a miles de visitantes; antiguos tubos volcánicos como los que ya se pueden ver en el Centro de Interpretación de Caños de Fuego de La Palma.
Mientras, la fajana, cada vez más playa y menos acantilado, recuerda las piscinas naturales de Garachico, en Tenerife, surgidas también de otro volcán.
Nadie sabe cuándo parará la erupción, pero nadie duda de que La Palma, pasados los estragos, se convertirá en un epicentro mundial del geoturismo.