La Palma intenta volver a la normalidad, aunque reconstruir tantas vidas que se han visto sin hogar ni trabajo a causa de la erupción del Cumbre Vieja es una tarea muy complicada no solo en lo material, también en lo emocional. Los vecinos afrontan esta vuelta a sus casas con una sensación agridulce.
Muchos regresan a sus hogares que, por suerte, se han mantenido en pie. Sin embargo, las edificaciones se encuentran en una situación complicada: con cenizas hasta arriba, con la colada de lava hasta la misma puerta de su casa y, también, lo hacen con tristeza porque el entorno ya no es el mismo.
No están sus vecinos, sus casas han sido sepultadas por la lava, las carreteras han desaparecido y tampoco está la iglesia o la plaza del pueblo que solían visitar. Muchos regresan a sus casas y el escenario les recuerda a una guerra.
Además, algunos de los que regresan saben que no tienen los suministros mínimos de agua o luz para poder continuar con su vida.