La huelga de los picnic, de las sonrisas convertidas en vandalismo no es para todos. Puede serlo para los estudiantes que obligan a una rectora a cerrar la universidad, para los que se pueden permitir pasar la mañana cortando carreteras, pero no para los comerciantes que han vivido una semana negra en Cataluña.
Los piquetes son el último escollo al que han acompañado destrozos, pintadas, y una pérdida de clientes evidente. No solo han bajado un 30% la afluencia de turistas y las pérdidas en Barcelona ya superen el millón y medio de euros.
Junto a los bares cerrados, las furgonetas con carteles servicios mínimos conviven con bares abiertos cuyos dueños confiesan que viven de esto y no se pueden permitir huelga. Solo esperan que las cosas no se complican bajan la persiana. El miedo es evidente porque nadie quiere volver a ver sus terrazas destrozadas, y temen que alguien pueda incendiar su local. Cuando uno pasea por el centro de Barcelona y ve la Caixa destrozada, las tiendas pintadas. La paz se ha acabado.
Muchos comerciantes guardan silencio, lo que no es bueno en ninguna democracia, como tampoco lo es que haya periodistas que teman por su integridad haciendo su trabajo. Muchos trabajadores van a su centro de trabajo como un día normal porque necesitan comer.
“Es una vergüenza lo que están haciendo. Por culpa de la huelga y el corte de carreteras mi marido ha tenido que salir a las 6 de la mañana para empezar a trabajar a las 7 de la tarde. Es indignante”. Otro protesta y dice que se manifiesten en Madrid y nos dejen tranquilos”. Por costar, a los ciudadanos les cuesta llegar al hospital.
En un supermercado de Barcelona, en el que han decidido no secundar la huelga hoy, un grupo de piquetes trataba de entrar por la fuerza. Los empleados del propio negocio intentaban impedirlo junto a los Mossos d´Esquadra, cuando al fin han logrado expulsarlos, desde el exterior los radicales pateaban las persianas.
Los que han decidido abrir a pesar de los disturbios han notado una afluencia mucho menor, declaraban hoy que han notado un "80% menos de ventas". En muchas ocasiones asisten a trabajar para cubrir los desperfectos de la noche anterior y manifiestas que "si vemos que las cosas se ponen feas vamos a cerrar".
En Mercabarna también han disminuido las ventas, el hecho de que para los transportistas sea muy difícil acceder a las grandes ciudades hace que muchos hayan desistido en su intento durante estas jornadas. Algunos de los que han podido acceder decían no poderse permitir faltar al trabajo "me descuentan el día y la seguridad social", otros, sentenciaban "hay que trabajar".