Sánchez y Torra llegan a un encuentro rodeado de polémica y sin perspectiva de acuerdos
En Moncloa no hay expectativas de alcance: "El éxito de la reunión es que se dé"
Ambos presidentes comparecerán tras la reunión para ofrecer su valoración de la cita
La denuncia del PP contra Torra por "usurpación de funciones" eleva la tensión del encuentro
Pedro Sánchez y Quim Torra ya están reunidos. Y lo hacen con aspiraciones contrapuestas. Uno, sin más expectativa que la de verse. El otro, con el gran objetivo de hacerse ver. Y quien dice hacerse ver dice hacerse notar.
Para Torra, privado de su escaño y con su cargo al frente del Govern en cuestión, cada acto es una oportunidad para reivindicarse. Para subrayar que sigue activo y en ejercicio. Y no solo eso. Con unas elecciones a la vista, el president tiene además en su vis a vis con Sánchez una ocasión para sacar a relucir toda la artillería independentista (la autodeterminación, los políticos presos, la mediación internacional), en un intento de abanderar la causa frente a ERC. Socios de gobierno, pero rivales en las urnas, Torra y los republicanos son ahora eso que se llama “enemigos íntimos”.
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Para Pedro Sánchez, sin embargo, lo del mediodía de este jueves en el Palau es un simple a ver qué pasa. Y con que no pase mucho ya es bastante. Fuentes de Moncloa subrayan su plan de mínimos con una frase: “El éxito de la reunión es que se dé”.
Dudas, desconfianza y recelo mutuo
El Gobierno central ha venido apuntalando en los últimos días la idea de que no es posible esperar grandes resultados ni de esta cita ni del proceso de diálogo que se emprenderá tras ella (en la llamada mesa de gobiernos), todo ello pactado con los republicanos para sacar adelante la investidura de Sánchez. Por realismo o precaución –“No esperamos soluciones a corto plazo", que dijo la ministra portavoz- se aprecia un evidente interés en evitar frustraciones.
Más aun siendo un encuentro que parte de la desconfianza, las dudas, el recelo mutuo y las malas experiencias. Antes de navidades, Pedro Sánchez estuvo semanas sin cogerle al teléfono a Torra. “¡Quins collons!”, se quejaba gráficamente el president ante las cámaras. Antes, hace poco más de un año, Torra puso en aprietos a Sánchez con los famosos 21 puntos de Pedralbes, el catálogo de reivindicaciones donde iba la petición del relator, que provocó la ruptura de aquel conato de diálogo y un lío en las propias filas socialistas.
El escenario es muy distinto. Torra es ahora un presidente en vías de extinción (su partido busca candidato para las próximas elecciones). Sánchez, un presidente investido con colaboración del independentismo y que cuenta con él para dar continuidad a su Gobierno. La partida comienza de nuevo y es otra.
El resultado está por ver. Así de primeras, la visualización de Torra recibiendo a Sánchez en el Palau supone el “restablecimiento de las relaciones” que reclamaba ERC como punto de partida para el diálogo sobre el “conflicto político en Cataluña”. Es, también, una aproximación a la “normalidad institucional” que busca el ejecutivo de Sánchez, que ha optado por mantener la reunión más allá de las críticas y la incertidumbre.
La incertidumbre surgió de la inhabilitación de Torra como diputado y las posibles consecuencias sobre su continuidad al frente del Govern.
Las críticas, de la oposición, han sido una constante desde que se apuntó la opción del encuentro. Comenzaron en el terreno político –por aquello de lo que Torra significa- y han acabado en el ámbito judicial. Con acciones legales del Partido Popular contra Torra por “usurpación de funciones”, al entender que no siendo ya diputado, no puede ser President. El Gobierno insiste en que “no hay ninguna ley ni norma que lo diga”. A día de hoy, se señala, “Torra es el presidente de Cataluña”.
El pulso político
La cita será a solas, a las doce, en el Palau, sin consejeros, aunque Sánchez viaja a Barcelona con la ministra de Política Territorial, Carolina Darias. La organización ha sido un reflejo del pulso político entre partes. Hasta el punto que a ultimísima hora no se había cerrado el formato para informar de lo que pase. Pendientes todos de si sería a través de comunicado (conjunto o por separado), rueda de prensa o declaraciones de los presidentes o de algún miembro de sus respectivos equipos. Finalmente, y casi al tiempo, ambas partes anunciaron que comparecerán los protagonistas para dar su versión de la cita. Cada uno la suya.
Son los últimos detalles, aunque sean mínimos, que se desvelaron de un cara a cara marcado por el misterio y la tensión:
Torra pondrá sobre la mesa asuntos de largo recorrido (como la autodeterminación), Sánchez propone una agenda de cuestiones del día a día: inversiones, los daños del temporal, los cercanías.
Torra reclama un tratamiento personalizado. Sánchez mete el encuentro en la ronda de visitas que hará por todas las comunidades autónomas.
La intención del Gobierno tampoco pasa, como pretende la Generalitat, por poner fecha en esta cita a la mesa de gobiernos que debe ser la continuidad del diálogo. Y así todo.
Es más, el presidente del Gobierno aprovecha la visita a Barcelona para -ya de paso- mantener otros contactos. En dos días se verá con la alcaldesa de la capital, Ada Colau, y con la presidenta de la Diputación, Nuria Marín, así como con miembros de la entidad Barcelona Global , n holding de promoción del talento y la actividad económica en la ciudad. Al margen de la agenda de presidente, y en su calidad de secretario general del PSOE, Sánchez se verá también con Miquel Iceta y la dirección del PSC.
Con todos estos antecedentes llega la esperada cita Sánchez- Torra, que hasta ahora han tenido dos encuentros personales, como tal. El de Pedralbes y el de Moncloa, en el que el presidente catalán tuvo ocasión de pasear por los jardines y visitar la fuente de Guiomar. Aparte, alguna coincidencia ocasional y varias llamadas -cuando la borrasca Gloria o la explosión de Tarragona- de "obligada institucionalidad", recuerdan fuentes de presidencia.
Lo de hoy es voluntario y de otro perfil. Aún no se sabe con qué consecuencias.