La evolución del coronavirus en España continúa en tendencia descendente. El último balance del Ministerio de Sanidad registra una nueva bajada de la incidencia acumulada a 14 días, situándose ya por debajo de los 600, y concretamente en 584,15 caos por 100.000 habitantes. El dato, insiste Sanidad, es “muy elevado” y nos mantiene en niveles de riesgo extremo. La meta, además, todavía está demasiado lejos, porque el objetivo, como se ha encargado de recordar la ministra de Sanidad tras la reunión del Consejo Interterritorial, es llegar a una incidencia de 50.
“Si bien es verdad que estamos en tendencia descendente, y los datos apuntan que esta tendencia va a continuar, todavía tenemos incidencia acumulada muy alta. Recuerdo que el objetivo es situarnos en 50 casos a 14 por cada 100.000 habitantes”, ha dicho Carolina Darias, quien ha manifestado explícitamente su apoyo a las comunidades autónomas por las “medidas restrictivas” que se están aplicando, las cuales, ha subrayado, “están siendo tremendamente eficaces y contribuyendo a controlar la propagación y bajar la curva de esa incidencia”.
Desde el Ministerio, la consigna es hacer un llamamiento muy claro: “Prudencia”. Es la palabra más repetida, porque al frente el panorama realmente muestra un horizonte lleno de incertidumbre. En primer lugar, insisten, los datos son malos y la situación no es buena, aunque la evolución en estos momentos sea favorable. En segundo lugar, estamos a menos de un mes y medio de la llegada de la Semana Santa y sus vacaciones, algo que necesariamente ha de poner a todos sobre aviso, habida cuenta de los precedentes: la segunda ola nos golpeó a finales del verano; la tercera llegó completamente impulsada por los puentes y las Navidades. Flexibilizar las medidas no contribuyó en la evolución de la transmisión, y el miedo en estos momentos es que un exceso de relajación, ahora que los contagios están en tendencia descendente, nos lleve a otro desastre que sea bautizado como la 'cuarta ola’.
De hecho, por si fuera poco, en ese horizonte de incertidumbre se alzan también las nuevas variantes del coronavirus, con el vaticinio del propio Ministerio de Sanidad de que la variante británica, “más transmisible”, y con una “posibilidad real” de ser “más virulenta”, se haga predominante entre finales de este mes y la primera quincena de marzo.
Así, ya el propio director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, al ser preguntado por ello, no dudó en afirmar: “Por supuesto que es posible que haya una cuarta ola”, al tiempo en que se apresuró a advertir de que "va a depender mucho de cómo bajemos en esta; de qué nivel de transmisión baja alcancemos; y de cómo evoluciona la vacunación en las próximas semanas”.
En esta línea, la esperanza la puso en las vacunas: “Si hay una cuarta ola, precisamente porque va a haber mucha más población inmune, la probabilidad de que sea muy rápida en el ascenso es cada vez menor”, dijo, insistiendo en que si hay o no una cuarta ola “depende de cómo nos comportemos todos y de cómo se desescalen las medidas poblacionales que se están aplicando”.
Y es esto último, precisamente, lo que ahora mantiene a las comunidades autónomas sumidas en la duda. Por un lado, con múltiples ámbitos y sectores asfixiados por la covid-19, ven la necesidad de rebajar, mitigar o flexibilizar algunas de las restricciones. Por otro, temen el repunte que las variantes del coronavirus puedan traer consigo.
En este escenario, la mayoría de las comunidades autónomas abogan por mantenerse cautas y no rebajar demasiado las medidas, pero ya hay algunas que están empezando a dar pasos para ‘abrir la mano’.
Concretamente, Extremadura, Castilla-La Mancha o Andalucía ya han comenzado a flexibilizar restricciones que afectan a la hostelería y la movilidad de sus ciudadanos, mientras Madrid prevé flexibilizar próximamente el toque de queda y el horario de cierre de los bares.
Pese a que el último balance de Sanidad notifica 18.114 nuevos contagios y 643 muertes más por covid, y aunque pocas CCAA se atreven a hablar de “desescalada”, la bajada de la incidencia y la mejora de algunos indicadores comienzan a provocar que algunas comunidades suavicen sus medidas.
Con todo, salvar la Semana Santa parece una cuestión supeditada al milagro, y no solo España, sino también Europa, ya conoce lo que es conseguir doblegar la curva, obtener una mejora rápida y después ver como todos los esfuerzos se esfuman en un exceso de confianza. Con las vacunas avanzando cada vez más rápido, y ante un esperanzador segundo trimestre que espera que al aumento en la llegada de dosis se sumen las autorizaciones de más vacunas como la de Janssen, sin duda no parece una opción sabia bajar la guardia ahora. Al menos, no de forma abrupta. No perder la vista la situación actual y “no ponernos fechas concretas” es clave, en palabras del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias.
Así, incluso para las comunidades autónomas que están decididas a abordar una moderada suavización de las medidas de acuerdo a la situación epidemiológica del momento, la Semana Santa se presenta como viacrucis; como un camino complejo y sinuoso: "Será una Semana Santa difícil, intentaremos que sea lo más normalizada posible, pero es muy aventurado decir que podremos tener las puertas abiertas. Ojalá, pero tenemos que ir pantalla a pantalla", expresaba este miércoles el vicepresidente andaluz, Juan Marín, quien a continuación evidenciaba también un miedo compartido entre las CCAA: los informes detectan un incremento de contagios por la variante británica que es “más explosiva”, pero “no sabemos qué nivel de agresividad y letalidad" tiene.
"Estamos con las carnes abiertas", llegaba a afirmar, reconociendo que la incertidumbre, efectivamente es “grande”. De hecho, pese a las previsiones de la tendencia a la baja, la afirmación que deja es compartida por muchos: “Esperamos un mes de marzo duro”.