Lo desmintió en TVE sin inmutarse. El candidato será Iceta. Lo cierto es que Illa siempre ha negado que fuera a ser candidato a la Generalitat. Y lo ha hecho sin inmutarse. Illa era acusado por la oposición de hacer campaña con la pandemia en busca de una candidatura. Illa y Sánchez lo negaban. Illa también ha hecho frente sin inmutarse a las críticas durante la pandemia, a esos expertos que luego no fueron tantos y al número de muertos nunca aclarados. Las críticas las ha llevado con aplomo. Sin casi perder los nervios.
Ahora, Illa ha dejado claro que "está preparado para presidir Cataluña. Acepto la candidatura, lo tomo como un acto de servicio, estoy listo para ayudar donde pueda a ser más útil".
Viernes 13 de marzo. Faltaban escasos minutos para que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciara que el Gobierno declararía al día siguiente el estado de alarma por el coronavirus. En estas sonó el móvil de Miquel Iceta y alguien deslizó un comentario: ¿Será el ministro? Los testigos presenciaron cómo el líder del PSC se levantaba y atendía la llamada. Inevitablemente alguien insistió: "¿Será el ministro?". "Imposible, menudo lío debe tener ahora", zanjó otro.
Pues tan cierto como que era viernes 13 que, a punto de declararse por segunda vez en Democracia el estado de alarma, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, llamó a Iceta para devolverle una llamada suya anterior que no esperaba recibir hasta muchas horas después.
De alguna manera, Illa estaba al mismo tiempo en Madrid y Barcelona; una idea que ha planeado incluso en lo más profundo de la pandemia: Cada vez que en Cataluña se hablaba de elecciones su nombre aparecía con la misma firmeza con la que el PSC y él mismo reafirmaban la candidatura de Iceta, tanto en "off" como en "on". Pero en realidad, visto lo visto y alterando el título de una película de Joel Coen, Illa era el hombre que siempre estuvo allí.
La anécdota de la llamada describe a Illa (La Roca del Vallés, Barcelona, 1966) como hombre metódico. Tiene fama de devolver todas las llamadas aunque esté en medio de la enésima crisis. Redacta su lista de tareas y las cumple. Si puede por orden riguroso, el mismo con el que planifica sus salidas a correr o arregla cuando puede el huerto de su padre en Cataluña.
Pero la política ya no atiende a criterios cartesianos y hoy se ha conocido que este licenciado en Filosofía y MBA por IESE será el candidato del PSC tras la renuncia de Iceta a serlo.
Y empeñada la Política en destrozar esquemas y listas, la noticia se ha conocido un día después de que, a preguntas de RTVE, Illa zanjara cualquier debate y asegurara tajante que el candidato a las catalanas previstas para el 14 de febrero sería Iceta.
Renuncios y renuncias aparte, indudablemente Illa es hoy mucho más conocido que hace un año, cuando su nombramiento como titular de Sanidad no fue el más impactante en el recién nombrado Consejo de Ministros, con apellidos bastante más mediáticos que el suyo.
Iba a ocupar además una cartera "maría", la de Sanidad, liberada de las competencias de consumo y bienestar social.El sector le recibió con algunas reticencias: ¿Un filósofo para Sanidad en sustitución de María Luisa Carcedo, colega de profesión? Sus mayores retos aquel 13 de enero eran sacar adelante la ley de eutanasia, el desarrollo normativo de la sanidad universal y la eliminación de los copagos farmacéuticos para los más vulnerables. Illa asumió el cargo "teniendo muy presente dos verbos: escuchar resolver", dijo... Y vaya si lo ha tenido que hacer.
En pocos días se topó con una crisis sanitaria sin precedentes, lo que le obligó a aprender a marchas forzadas, rodeado siempre de técnicos que aconsejaban tomar las decisiones restrictivas más duras hasta ahora conocidas en la actual sociedad española.
Pero nunca perdió la calma pese a la presión política y mediática: Apariciones públicas, reuniones con las comunidades, comparecencias parlamentarias. Nunca elevó la voz. Quizás, a su manera, hizo una excepción para defender a Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias.
En estos meses no le han faltado sinsabores y noches en vela. En una reciente entrevista con Efe lo dejó claro: para él fue "un honor" aceptar el encargo de Pedro Sánchez y, tras meses "muy difíciles", afirma que empieza a vislumbrarse "el final del túnel" con las primeras vacunas.
Pero Illa deberá ahora modular las luces largas con las cortas -y a menudo soltar la ráfaga- en el nuevo túnel en el que está a punto de adentrarse: unas elecciones de resultado incierto en medio de una pandemia y de un "procés" que lleva ocho años convulsionando la política, la economía y la sociedad catalana.
Por su condición de secretario de Organización del PSC conoce lo resbaladizo del terreno y que las expectativas de su partido van al alza tras años de malos resultados, a la vez que sabe bien que, aún saliendo a ganar, si se abre una ventana de oportunidad deberá emplearse a fondo en buscar pactos a priori descartados.
De eso sabe bien Illa, uno de los negociadores que logró la abstención de ERC en la investidura de Sánchez, así como facilitador de pactos en diversos en municipios catalanes cuando el PSC ha podido jugar sus cartas, un terreno que conoce bien desde que con 29 años fue alcalde de La Roca del Vallés.
De vuelta a aquel viernes 13 de marzo se produjo una conjunción casual: Sánchez intervenía en una pantalla enorme en directo mientras que Iceta e Illa hablaban por teléfono. El triángulo hoy se vuelve a cerrar... ¿Quizás con los roles intercambiados de alguna manera entre ambos interlocutores? Definitivamente, la política ya no respeta ni a los más cartesianos.