Illa se va. En trece meses -casi todos en pandemia y en torno a la mitad en estado de alarma- el ministro de Sanidad acumula un tiempo de exposición pública y un tajo que daría para una o varias legislaturas a muchos de sus colegas. Su traslado a la política catalana le coincide en lo más alto de la tercera ola, lo que en términos de contagios no significa nada bueno, más bien lo contrario.
Los números –muertes, hospitalizaciones, contagios- juegan en su contra, más aún en un escenario en que prima lo que en fútbol se conoce como resultadismo: esto es, someter el juicio a lo que lo que dice el marcador, por encima de lo que se ha visto en el campo (el milagro Asturiano, el ejemplo sueco o el acierto belga... están ahí como ejemplos). Sin embargo, su estilo tranquilo le han convertido en el ministro más valorado y, según los sondeos, en un potente candidato socialista a presidir la Generalitat. Lo que se ha dado en llamar "el efecto Illa".
De Illa -de cómo ha llevado desde un ministerio sin apenas competencias la mayor emergencia del siglo y de su forma de encararlo-se ha dicho todo. O casi. Ahora que lo deja, es momento de repasar su trabajo a la luz de sus propias palabras. Además de un sinfín de intervenciones en el hemiciclo, comparecencias y entrevistas ha protagonizado 89 ruedas de prensa.
- 22 enero 2020: “Quiero transmitir un mensaje de tranquilidad y confianza. (...) Estamos preparados para actuar ante cualquier eventualidad”.
La frase de aquel ministro recién aterrizado en Moncloa ante las primeras noticias de lo que ocurría en China suena naïf desde la perspectiva de tan solo un año. No. Ni se podía estar tranquilo y confiado, ni España estaba preparada para una eventualidad como la que se estaba incubando. Pero, desde la OMS para abajo, el ministro no fue el único que minusvaloró la que se nos venía encima.
- 13 febrero: “Tenemos un Sistema Nacional de Salud muy potente, robusto, con grandes profesionales y estamos preparados para hacer frente a la situación”.
Como la mayoría de países occidentales, España pecó de falta de previsión y de un exceso de confianza en el que pasaba por ser uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Once meses de pandemia ha hecho aflorar sus carencias, bien es cierto que ante una emergencia de dimensiones colosales.
- 19 febrero: “Las medidas que ha tomado España contra el coronavirus son suficientes (...) No proceden "medidas adicionales”.
La frase es de antes de 14 de marzo, fecha del confinamiento. Pero Illa la ha repetido más veces en estos 11 meses, con riesgo evidente de ser desmentido por la realidad. El combate contra el virus, de hecho, ha sido un continuum de “medidas adicionales”, especialmente según han ido llegando las olas. Vamos por la tercera.
- 10 marzo: “El suministro centralizado se extiende a todos tipo de productos sanitarios para asegurar que todo el material de protección necesario para hacer frente al coronavirus Covid-19 esté disponible”.
El fracaso de la llamada compra centralizada, que no única, reveló las limitaciones de un ministerio de Sanidad en un país con la sanidad descentralizada. Cada comunidad se buscó la vida como pudo. Esta dependencia de las comunidades también ha sido evidente con los datos de la pandemia.
- 26 de marzo: “El mercado está totalmente loco”.
Con estas palabras confirmó el ministro otro baño de realidad. En una situación crítica de escasez, la ley de la oferta y la demanda había impuesto su ley, que no era otra que la de la selva. Un contratiempo más que sumar a la emergencia sanitaria, y a la crisis económica que empezaba a despuntar.
- 5 abril: “No se impondrá el uso de mascarillas si no hay para todo el mundo”.
Tal vez, la instrucción que más puso en entredicho la autoridad del ministerio. Con el tiempo, el uso de la protección es una de las tres reglas de oro en la defensa personal contra el virus. Las otras son la distancia interpersonal y el lavado de manos. Aquella primera directriz responde a la máxima que siempre ha querido observar el ministro: no dictar ninguna norma que no se pueda cumplir.
- 13 de abril: “Se ha alcanzado el pico, el objetivo ahora es doblegar la curva”
La gran obsesión ha sido, y sigue siendo la misma. Imponerse a la gráfica que define la evolución de la pandemia. "Doblegar la curva" es, tal vez, el concepto más repetido por el ministro en la primera, la segunda y la tercera ola.
- 2 de junio: “España ha tenido el confinamiento más duro de los países de nuestro entorno (...) Lo que nos está permitiendo una desescalada más segura y más rápida que en otros países de nuestro entorno”.
Que España tuvo en primavera el confinamiento más duro de Europa nadie lo pone en duda. Que la desescalada fue rápida, demasiado rápida y demasiado abierta, fue el diagnóstico en el que coincidieron todos los expertos a la hora de explicar que España tomara la delantera en la segunda ola.
- 2 de junio. “Pasamos de la cogobernanza a la gobernanza plena de las comunidades autónomas por lo que respecta a la fase III”.
Lo de compartir responsabilidades entre el Gobierno central y las comunidades (la cogobernanza) no ha sido fácil. Por encima de la supuesta voluntad de todos y las buenas palabras, ha habido un mar de fondo de recelos y desconfianzas. Se puede decir que el sistema ha funcionado ‘a ratos’.
- 9 de octubre. "La paciencia tiene un límite, no hay más ciego que el que no quiere ver".
Resultó insólito ver al ministro tranquilo casi perder los nervios ante la queja pertinaz y el desencuentro permanente que ha marcado la política de la presidenta de Madrid Isabel Díaz Ayuso. Illa llegó a decir de ella y su equipo que “no hay más ciego que el que no quiere ver” cuando se resistió, frente al criterio generalizado incluso entre sus compañeros de filas, de que era preciso reducir la movilidad en la capital porque la incidencia estaba disparada.
- 9 de diciembre. “Todos sabemos lo que es allegado”.
En contra de lo que podía pensar Illa, no todo el mundo sabe lo que es allegado, o no lo quería saber en ese momento. Un concepto difuso para definir a los que se podían juntar y los que no bajo un mismo techo contribuyó a complicar la gestión de la Navidad, un tiempo en el que se juntaron varios objetivos coincidentes y en cierta medida contrapuestos: frenar los contagios, no asfixiar el comercio y mantener la tradición y el encuentro familiar. La tercera ola viene de entonces.
- 8 de enero. “Voy a ejercer mis responsabilidades hasta el último minuto. (...) Voy a ser ministro al 101%“.
Ha sido su último gran propósito. Mantenerse como ministro siendo ya candidato del PSC en las elecciones catalanas. En principio el 14-F. Quienes no le perdonaban nada, tampoco le han perdonado esto: le han acusado de mezclar intereses sanitarios y electorales.
Salvador Illa tomó posesión de su cargo un 14 enero, su último consejo de ministros va a ser un 26 de enero de justo un año después. Pero qué año. Volviendo al hilo de sus palabras y, a la espera del escrutinio ‘definitivo’ que tantos harán ahora de su gestión, el suyo, fiel al estilo sosegado que ha hecho marca de la casa dice así: "Lo he hecho lo mejor que he podido".