Ripoll, un año después de los atentados, trata de desvincularse del horror
Era un tranquilo municipio gerundense de montaña que muchos españoles ni siquiera situaban en el mapa. Hasta que el 17 de agosto del pasado año una célula yihadista lo vinculó irremediablemente con el terror. Ocho de los terroristas que atentaron en Sitges y en La Rambla de Barcelona -causando 16 muertos y 137 heridos- se criaron allí. Eran, aparentemente, “chicos normales”; perfectamente integrados, catalanoparlantes, con estudios y trabajo en la comarca. Un año después de la masacre los vecinos de Ripoll siguen sin dar crédito: no comprenden cómo el antiguo imán –el terrorista Abdelbaki Es Satty, muerto en la explosión de Alcanar- pudo ejercer en ellos tanta influencia, como para convertirlos en yihadistas. Hoy Ripoll lucha –con la ayuda del plan de convivencia del ayuntamiento- por cerrar las heridas abiertas y superar el trauma del 17A.