La quema del muñeco de Puigdemont indigna a los independentistas
El expresidente –o para ser más exactos su representación en tela y paja- no es el primero que arde en la hoguera de Coripe, un pueblo de la sierra sevillana. De hecho cada año la Asociación de Madres y Padres del colegio municipal elige a un personaje público que acabará vapuleado, tiroteado y quemado en plena plaza por los propios vecinos. Es la tradición centenaria de la “quema de Judas” que se repite anualmente el domingo de Resurrección. La fiesta, considerada de Interés Turístico Nacional, la organiza el ayuntamiento, pero el dinero recaudado ese día servirá para costear el viaje de fin de curso de los alumnos de segundo de la ESO. Los propios niños contemplan cómo arte el muñeco cosido a balas de fogueo por los ciudadanos. Una fiesta –para ellos una tradición popular e inofensiva- vista con ojos muy críticos por el independentismo. Ya el año pasado resultó polémica: el alcalde de Coripe, el socialista Antonio Pérez, resultó imputado por un delito de odio tras una querella de Movimiento contra la Intolerancia. En esa ocasión, el AMPA del colegio –siempre sin conocimiento del ayuntamiento- eligió que la que acabara entre llamas fuera Ana Julia Quesada, la asesina del pequeño Gabriel. Aunque finalmente la denuncia fue archivada, y Coripe sigue con su tradición, escogiendo cada año a un personaje público al que ajusticiar simbólica y públicamente, por sus “acciones negativas” hacia la sociedad.