El coronavirus sigue extendiéndose por el mundo más de un año después de la aparición de los primeros casos. Según cifras de la OMS, ya son más de 106 millones los casos confirmados y más de 2,3 millones las muertes por covid-19 que se han producido desde el inicio de la pandemia. En España, las dramáticas cifras constatan ya más de 3 millones de contagios y más de 63.000 decesos. Desde su aparición en Wuhan, ChinaChina, hasta saltar de uno a otro rincón del planeta, el SARS-CoV-2, con su poder de contagio, ha puesto en jaque a los sistemas sanitarios de los distintos países, colapsando los hospitales y llenando las camas de UCI de pacientes enfermos. De forma abrupta y sin apenas dar tiempo para poder siquiera imaginar el alcance tan terrible que iba a tener la covid-19 en nuestro sistema de salud y en nuestras vidas, el virus se ha impuesto alterando y dinamitando los cimientos de múltiples sectores. Nadie estaba preparado para una tormenta epidemiológica de este nivel.
Desvelando las carencias de los países, –incluyendo a las grandes potencias–, el coronavirus ha dejado patente que no solo es necesaria una transformación en lo que son nuestros hábitos y nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno, sino que también que es preciso mejorar las condiciones de múltiples ámbitos que, pareciéndonos antes plenamente consolidados, también han acabado por revelar importantes fragilidades. En este sentido, y como la pandemia ha evidenciado (todavía más), la Sanidad, –siempre tan bien considerada en España–, ocupa un papel prioritario y trascendental.
Intentando abordar cuáles son los puntos fuertes y los puntos débiles del Sistema Nacional de Salud de nuestro país, Informativos Telecinco ha entrevistado a Enrique Bernal-Delgado, doctor en Medicina, Máster en Economía de la Salud, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, quien trabaja como científico de datos y como analista para el Observatorio Europeo de Políticas y Sistemas Sanitarios de la OMS.
Comenzando por lo positivo, por “los aspectos que seguramente han influido en una respuesta razonable a esta pandemia”, Bernal destaca la importancia de disponer de “mecanismos de coordinación del sistema de salud en España (el Consejo Interterritorial y sus órganos, en particular la ponencia de Salud Pública)”, así como “la distribución equitativa de los recursos sanitarios en el territorio, con una fuerte regulación y organización desde lo público”. En este sentido, apunta, “es más fácil coordinar un país descentralizado con fuerte regulación pública de la provisión de servicios sanitarios que un país centralizado con múltiples agentes privados”.
Además, entre los puntos fuertes de nuestro Sistema Nacional de Salud, el analista señala que España dispone de “una atención primaria de salud fuerte y resolutiva con capacidad para desempeñar tareas de salud pública”, al tiempo en que incide en la importancia de tener “acceso sin barreras económicas a servicios sanitarios de calidad cerca de nuestro lugar de residencia”.
Por otro lado, igualmente, existen distintos y significativos puntos débiles de nuestro sistema de salud que han sido acentuados en esta crisis provocada por la pandemia. Sobre ellos, Enrique Bernal subraya que “el tejido de salud pública dentro del Sistema Nacional de Salud convive con el tejido asistencial en condiciones precarias y su desarrollo ha sido menor tanto en plantillas como en capacidades”. Como ejemplo, dice, basta con observar las diferencias en el salario “entre médicos asistenciales y médicos epidemiólogos”.
Además, señala, “las conexiones entre la atención primaria y la vigilancia epidemiológica son débiles, y entre el sistema social residencial y el sistema de salud han demostrado ser precarias para afrontar este tipo de acontecimientos”. De hecho, durante todo este tiempo, si algo ha mostrado la pandemia es el enorme daño que ha causado en las residencias de mayores, donde se encuentran los grupos más vulnerables y donde los profesionales que allí trabajan se han visto sobrepasados, sin el personal y el material sanitario suficiente para dar respuesta a una crisis de esta envergadura. En muchos casos, las carencias que tuvieron que vivir en pleno pico de la primera ola, sin poder derivar siquiera a muchos de los ancianos al hospital, provocaron que los trabajadores no pudieran hacer nada por salvar a los enfermos de covid, pese a su profesionalidad y su dedicación, que se unió a la desesperación, el pesar y el dolor por los fallecido y por la crisis sanitaria que acababa de golpearnos.
Dicho esto, los puntos débiles que enfrenta nuestro sistema de salud no quedan ahí. Enrique Bernal también señala que “la atención telemática o la medicina digital no están siendo capaces de atender las necesidades de nuestras poblaciones”. Además, apunta, “la superespecialización de las profesiones sanitarias y el régimen estatutario, siendo ventajosos para algunos objetivos del sistema, están siendo barreras para una adaptación rápida de los recursos a las necesidades cambiantes de las distintas ondas de la pandemia”.
Por otra parte, y como cabe destacar, dada la “interdependencia” del sector con las decisiones políticas, el científico de datos y analista lamenta también que, “en términos de gobernanza, la interferencia de algunos debates partidarios, frecuentemente impostados, han perjudicado innecesariamente el buen gobierno de los sistemas de salud autonómicos”.
Dicho todo esto, Enrique Bernal explica a Informativos Telecinco la complejidad que supone evaluar un sistema sanitario intentando realizar comparaciones, así como la dificultad en sí misma de hacerlo en el marco de un shock tan fuerte, tan volátil y tan dramático como el de la naturaleza de esta pandemia.
“Evaluar un sistema sanitario y situarlo, por comparación, con el resto de sistemas de salud es siempre complejo y requiere de un marco de análisis consensuado que permita una comparación equilibrada. En una situación de pandemia la tarea es más compleja por cuanto evaluar un sistema sanitario de forma aislada implica omitir la interdependencia con las políticas de los países vecinos, y los compromisos con el conjunto de la Unión Europea”, señala, indicando que quizá “la más llamativa de estas interdependencias son las políticas de restricción de la movilidad o la compra y distribución centralizada de las vacunas”.
A este respecto, precisa, “los marcos más aceptados de comparación entre países son los auspiciados por la Comisión Europea (Country Profiles), la OCDE (Health at a Glance) o el Observatorio de Sistemas y Políticas de la OMS Europa (Health Systems Policy Monitor)”. En esos marcos de análisis, detalla, “en general, el sistema de salud español ofrece unos buenos resultados en relación al PIB que el país dedica a Sanidad”. Sin embargo, como expone, lo que ocurre es que “esos marcos sirven para analizar los sistemas de salud en situación de estabilidad y resultan poco apropiados para su evaluación en situaciones de shock o en situaciones volátiles”. Por esto, apostilla, “la imagen que podemos tener de España o Alemania en marzo de 2020 ha ido cambiando a lo largo de los meses”.
De este modo, Bernal lanza dos preguntas que conducen a una misma respuesta: ¿Tener menos enfermeras, camas de hospital o de cuidados intensivos por 100.000 habitantes que la media de la OCDE o la UE, significa que somos menos capaces de atender las necesidades que imprime un shock de la naturaleza de esta pandemia? ¿O tener más médicos o disponer de más amplias capacidades de alta tecnología nos situaría en mejores condiciones para afrontarla? La respuesta es “No”. “Ni lo uno ni lo otro”, dice el especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública. La clave, dice, “está en la distribución de esos recursos, la facilidad de acceso a los mismos o la capacidad de gestionarlos de forma coordinada”.
Precisamente, si hablamos de distribución, facilidad de acceso y capacidad de gestión de los recursos, inmediatamente debemos hablar también de la carrera por acelerar la campaña de vacunación contra la covid-19-. Las vacunas son la gran esperanza para conseguir poner freno a la pandemia; “el principio del fin”, como manifestase el que fuese ministro de Sanidad, Salvador Illa. El objetivo es conseguir que un 80% la población mayor de 80 años esté vacunada para finales de marzo y un 70% de la población total en verano. Son objetivos compartidos con la Unión Europea, pero en el camino hay un gran escollo que Sanidad viene expresando públicamente en las distintas comparecencias de los miembros y representantes de su departamento: las dosis que se reciben son el gran cuello de botella. España, destaca el Ministerio, está capacitada para afrontar el objetivo, pero todo depende de la cantidad de dosis que se vayan recibiendo.
En este sentido, el segundo trimestre, en el cual se prevé que España reciba más de 6,7 millones de dosis, es la gran esperanza. Además, previa aprobación de la Agencia Europea del Medicamento, se espera que se adhieran nuevas vacunas a las que ya están en circulación: la de Pfizer, la de Moderna y la de Oxford-AstraZeneca. Con ello, Sanidad espera alcanzar la meta, y en ese camino, –sin pausa–, confía en que las próximas olas que puedan venir junto a las nuevas variantes del coronavirus, –si se producen, no sigan una evolución tan rápida en términos de propagación e incidencia, como lo han sido las previas; y en especial la primera y la tercera.
"Si hay una cuarta ola, precisamente porque va a haber mucha más población inmune, –dado que progresivamente cada semana que pasa son alrededor de 400.000 personas más que han recibido al menos una primera dosis de vacuna, y por lo tanto con una eficacia de alrededor del 88%, y en algunos casos cercana al 90%– la probabilidad de que una siguiente ola sea muy rápida en el ascenso es cada vez menor. Por tanto ¿podemos esperar en una cuarta ola? Puede ser, depende de cómo nos comportemos todos y de cómo se desescalen las medidas poblacionales que se están aplicando. Pero desde luego, cada semana que pasa la probabilidad de que esa ola sea grande y sea rápida disminuye". “Es muy probable que tengamos una ola de mucha menor envergadura y mucho más lenta, lo cual nos da un mayor margen para poder implementar medidas de control progresivas y mucho más tasadas y valoradas”, dijo este lunes 8 de enero el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón.
En este sentido, en cuanto al plan de vacunación Enrique Bernal ve las mismas incógnitas: “Siendo el país de la UE con mayor cantidad de dosis administradas por cada 100 personas en este momento, los problemas de nuestro plan de vacunación se relacionan más con la incertidumbre sobre la distribución de vacunas en la UE que sobre las complejidades logísticas que supone vacunar con dos tipos de vacunas distintos (Pfizer y Moderna por un lado, y Astra Zeneca por otro), con requerimientos logísticos distintos y con poblaciones diana distintas”.
Por último, poniendo a Enrique Bernal en la tesitura de señalar dónde estaría España en una clasificación entre países de acuerdo a su sistema de salud, con criterio y razonando por qué no es correcto ni preciso realizar rankings de este tipo, explica que “si tuviese que valorar con un sistema de rating”, a España le pondría 4 estrellas.
Concretamente, expresa: “No me gusta analizar el desempeño de los países mediante un ranking. Desde mi trabajo como científico de datos y analista para el Observatorio Europeo de Políticas y Sistemas Sanitarios de OMS en Europa, estoy tratando de persuadir a los actores políticos y científicos de lo indeseable de hacer este tipo de simplificación. No obstante, si tuviese que valorar con un sistema de rating, el sistema de salud español podría alcanzar 4 estrellas si mantienen su desempeño actual hasta el fin de la pandemia”.