Marruecos desafía a España y coloca a Sánchez ante su primera gran crisis internacional

  • La tensión diplomática entre ambos países se dispara mientras miles de personas esperan entrar en Ceuta

Las siempre complicadas relaciones entre España y Marruecos hacía mucho tiempo que no alcanzaban una cota de tensión semejante. Hay quien se ha remontado en la búsqueda de precedentes hasta la marcha verde, la ocupación marroquí del Sáhara en 1975.

La llegada en avalancha de inmigrantes a Ceuta y en menor medida también a Melilla, que empezó el lunes y continuó el martes, cuando ya el ejército se había desplegado en la frontera, ha convulsionado las dos ciudades, ha generado un enorme problema humanitario y una crisis diplomática sin precedentes entre ambos países. Todavía sin atisbo de solución.

Pedro Sánchez se enfrenta a su primer gran conflicto internacional. Todos los elementos transmiten la sensación de alarma con la que el Gobierno observa el complejo escenario que tiene ante sí. El despliegue militar, el vocabulario empleado por el presidente, el despacho con el rey, el contacto con los partidos de la oposición, los llamamientos a consultas a los embajadores y la búsqueda de apoyo en la esfera internacional, especialmente en la Unión Europea (al fin y al cabo es un conflicto en su frontera).

Moncloa ha activado incluso un Comité de Situación para seguir de forma permanente los acontecimientos que celebró en la tarde de ayer su primera cumbre.

Seguimiento sobre el terreno

El propio presidente optó por acudir personalmente al terreno con un viaje relámpago a las dos ciudades envueltas en la crisis. Lo hizo tras anular la cita que tenía en Paris y justo después de una declaración institucional en Moncloa, sin preguntas y sin periodistas cerca, en la que anunció el “despliegue del ejército”, y su determinación de “defender las fronteras frente a cualquier desafío, cualquier eventualidad y bajo cualquier circunstancia”. Quería transmitir gravedad y no escatimó en los gestos. Habló incluso de la defensa de la “integridad territorial”. Palabras mayores.

Sánchez, al igual que sus ministros, evitó responsabilizar directamente a Rabat del paso sincronizado de miles de personas – se calcula que más de 8.000, muchas familias enteras y casi un tercio menores- pero dejó recado al gobierno vecino: “Marruecos es un país socio y amigo y así debe seguir siendo siempre”, dijo con ánimo conciliador. Pero advirtiendo, al tiempo, que la cooperación requiere “respeto”.

Con la maquinaria de Moncloa a pleno rendimiento, los esfuerzos del Ejecutivo pasan ahora por normalizar –“con la máxima celeridad”, especificó Sánchez- la situación en la frontera y explorar todas las vías diplomáticas en busca de una salida a la crisis. No va a ser fácil.

Lo primero porque Marruecos desplegó el martes antidisturbios en su frontera, pero sin mostrar una implicación especialmente decidida en frenar la avalancha. El ministro del Interior, para no cargar las tintas sobre este hecho y aplacar otras preocupaciones cifró a mediodía en 2.700 las devoluciones, que por la tarde eran ya 4.000. Oficialmente, ninguna de ellas de personas menores de edad – “se les tratará de acuerdo a la legalidad nacional e internacional”, dijo el Grande Marlaska- aunque hay testigos directos que apuntan que sí las había.

Por otro lado, la ministra española de Exteriores, Arancha González Laya, citó a la embajadora marroquí Karima Benyaich para transmitirle su “disgusto” y a la llegada a la reunión, y lejos de asumir algún tipo de responsabilidad, Benyaich comentó que hay actos que tienen “consecuencias y se tienen que asumir”.

La espita que ha hecho estallar la bomba

Se refería al hecho que todos apuntan como la espita que ha hecho estallar esta bomba diplomática. España acogió el 22 de abril a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, para atenderle de covid en un hospital de Logroño. Fue sin aviso previo y en contra del criterio de las autoridades marroquíes.

Días después ha llegado el trasiego masivo de inmigrantes hacia territorio español. En palabras de Juan José Vivas, presidente de Ceuta, una “invasión” que dejó en shock la ciudad. “Los ciudadanos están con miedo y asustados, encerrados en sus casas”, contaba con dramatismo sobre la situación vivida en su ciudad. Vivas habló por teléfono por la mañana con el presidente del Gobierno para pedirle que “blindara” la frontera. Luego, tuvo ocasión de analizar con él la situación, durante la visita de Sánchez, en la que también estuvo el ministro Marlaska, a los lugares de los hechos.

Para el Gobierno, además de acabar con las impactantes escenas de militares en las playas y las carreras de multitudes por la ciudad; y, por supuesto, de reconducir la crisis bilateral, hay una urgencia añadida. Y es evitar que los episodios desencadenen una escalada de “odio y miedo” si se extiende el concepto de “invasión” –manejado especialmente por Vox- y se aprovecha el episodio para abonar la xenofobia.

Contra el discurso del "odio y el miedo"

La ministra portavoz, María Jesús Montero, admitió que es un tema que preocupa al Gobierno, que ha transmitido a las fuerzas de oposición la necesidad de mantener la “unidad” porque se trata de una “cuestión de Estado”. Por la mañana, el propio Sánchez habló con el presidente del PP, Pablo Casado y se comprometió a mantenerle informado “continuamente hasta que se restablezca la normalidad”.

Casado culpó a Sánchez de “ignorar” lo que iba a pasar en Ceuta antes de hablar con él. Luego, ya por la tarde, en las redes sociales del PP se registró un episodio elocuente. En la cuenta de los populares de Madrid colgaron un tuit mofándose de los abucheos sufridos por el presidente a su llegada a Ceuta. Lo borraron de inmediato. La cosa, debieron pensar en las altas instancias también del partido de la oposición, no está para bromas.

Prueba de ello, el eco internacional de lo sucedido. "Creo que es muy importante que tanto Marruecos como España lleguen a un acuerdo para tratar de calmar la situación", señalaba este martes el portavoz de Naciones Unidas, Stéphane Dujarric.

“La Unión Europea hará lo necesario para ayudar a España en estos momentos difíciles”, afirmaba, por su parte, José Borrell, el Alto Comisionado de la UE para la Política Exterior, como imitando a Mario Draghi cuando la crisis del euro y su “wathever it takes”. Lo que haga falta.

España, y el Gobierno de Sánchez, es lo que ahora busca: lo que haga falta. Unidad interna y apoyo de sus socios europeos, entre otras cosas, para dar con una salida diplomática a la crisis. La frontera con Marruecos es un avispero. Un fenómeno complejo como la inmigración, un régimen imprevisible y viejas disputas políticas se mezclan en el primer gran conflicto internacional al que se enfrenta Sánchez. Justo antes de poder disfrutar del fin de la pandemia.