Pablo Iglesias, una carrera política a golpe de tuit
Un recorrido por su 'timeline' resume la biografía y la trayectoria de la que ahora se despide el líder de Podemos
“You come at the king, you best not miss”. Omar Little/ The Wire.
La frase – “Si vienes a por el rey es mejor que no falles”- y el lugar escogido para ponerla dicen mucho de ese Pablo Iglesias que esta semana ha protagonizado una sonora despedida de la política activa española.
MÁS
La sentencia proviene de una de esas series televisivas que son su gran fuente de entretenimiento e inspiración. El lugar donde la exhibe es la bio, la red social sin la que casi ni se entiende su meteórica y, hasta este martes, exitosa carrera.
@PabloIglesias ha sido un político a una red pegado, a varias más bien, en las que ha desarrollado una habilidad encomiable, se diría que incluso innata, para transmitir ideas, suscitar debates, acusar, desmentir… levantar grandes polvaredas o hablar simplemente de sí mismo.
Tiene una audiencia superlativa, 2,6 millones de seguidores solo en Twitter, más que ninguno de sus rivales. Sigue 3.629 cuentas. Y ha hecho correr lo que serían ríos de tinta en los 24.300 tuits colgados desde su estreno en el invento, allá por junio de 2010. Sin sumar los de las respuestas.
Se inició con un enlace, ¡que no funcionaba!, a un artículo firmado a pachas… ¡con Íñigo Errejón! ¡Cuánto ha cambiado él y todo y cuánto ha contribuido aquel nuevo sistema de comunicación a ese cambio!
Por aquel entonces, Twitter fue la herramienta que universalizó la indignación social que cristalizó en Sol, el caldo de cultivo de Podemos. Pablo Iglesias que fue de los que lo vio venir, se dejó caer desde entonces en la redes para ir creciendo en ellas. Y gracias a ellas.
Cara a cara con "su gente"
Hoy es un doctor en la materia, y esta última campaña, por ejemplo, se diseñó apoyada especialmente en los vídeos “cara a cara con su gente”, como dicen en su entorno, por encima de las intervenciones en medios convencionales.
Los suyos lo explican así: “Twitter es una red en la que Pablo ha conseguido la comunicación directa que de otra forma sería imposible. En los medios tradicionales hay un legítimo filtro. Ahí eres tú y el usuario”.
Y tanto. Desde aquel primer tuit, Iglesias ha vivido entregado a esa proximidad. Incluso con apariencia de estar cómodo, pese a ser profesor y tertuliano de discurso largo, en la estrechez de los 240 caracteres. Los tuits –políticos o personales, abiertos o encriptados, en forma de reflexión o desahogo- han sido las migas con las que ha alfombrado el camino. El suyo.
En jerga política de la de antes se diría marcar la agenda.
Un paseo por su timeline es, al tiempo, un recorrido por su biografía y un repaso a la historia política de España de los últimos diez años. En muchos tramos de sobresalto en sobresalto. Entre los méritos de Iglesias -que es de los que no se ahorra un charco en lo analógico ni en lo digital- está el haber logrado que cada vez que tuiteara subiera el pan. Esto es, se entendiera como noticia.
Un 'género' periodístico nuevo
El periodismo ha encontrado un nuevo género en sus incursiones cibernéticas: “El tuit de Pablo Iglesias que (...) las redes sociales”. Los puntos suspensivos son para rellenar como quiera cada cual: incendia, indigna, revoluciona... ¡sorprende!
De todo ha habido.
En Podemos presumen de haber estado en la vanguardia en lo que se conocen como formas comunicativas disruptivas. “Hemos acostumbrado a los medios a que Twitter sea una fuente de comunicación tan válida como cualquier otra”, dicen. También creen haber sido avanzadilla en la costumbre actual de todos los partidos de posicionarse ante cualquier gran acontecimiento con un simple tuit. Sin comunicados. Sin comparecencias.
Se precian, además, de haber tenido la valentía de, a través de las redes, haber abierto una vía para cuestionar “en público” noticias que por alguna razón no eran de su agrado. “Es fundamental, porque te diriges a la vez al periodista y al medio”. Y por supuesto, a los followers.
Ejemplo, este:
Con un meme de Heidi con la silla de ruedas de su amiga Clara al borde de un precipicio por el que se despeña Pablo Echenique, Iglesias quiso zanjar el incipiente debate sobre la supuesta purga del hasta entonces Secretario de Organización de Podemos.
Echenique, que en realidad iba a pasar a la portavocía del Congreso, le siguió el juego. Hubo bronca de unos y fiesta de otros en la red.
Pese a que la abundancia sugiere otra cosa, lo que se lee en la cuenta de Iglesias es todo de puño y letra, por decirlo de alguna manera. “Salvo contados detalles, algunos vídeos y poco más”, nos aseguran. “La lleva él. Lo hace sin filtro. Se le ocurre algo y lo pone. Con autonomía plena. Como un usuario más”.
Su mayor éxito, por cierto, no es creación suya.
Sin sentido del humor y cintura para reirse de uno mismo no es fácil sobrevivir en la jungla digital. El historial destila, desde luego, cierta simbiosis con el medio. A Iglesias le hemos visto pleitear, denunciar, bromear, emocionarse o festejar esto o aquello en lo que se conoce como microblogging con la naturalidad y soltura de un propio. Entre los políticos, pocos le hacen competencia. Si acaso Gabriel Rufián que casi habla como tuitea.
Presume de ser de la nueva política. Esto es parte del nuevo universo.