Los momentos del rey Juan Carlos y sus navidades
Las ganas del rey emérito por volver a España chocan con las nuevas informaciones y la postura de quienes velan por su situación
Juan Carlos I lleva una vida aburrida en Abu Dabi. A una cárcel de oro de la que no sale le llevan la comida de los mejores restaurantes de la zona, pero eso no es suficiente para alguien acostumbrado a alternar con una intensa vida social a todo trapo. Allí apenas le quedan los escoltas para echar una parrafada y ver la tele para entretenerse. Ve mucha tele española y todo lo que se dice de él, lo cual le enfada y le entristece. Recibe llamadas y mensajes de sus amigos, que le dan la razón y le hablan de la injusticia que se ha hecho con su figura por haber orillado su papel fundamental en la historia de España durante la transición.
Tal vez por todo ello, el rey emérito quiso volver a España recientemente y esa idea aún le ronda en la cabeza. Pero quienes velan por sus intereses se encargan de quitársela de la mente. “No es el momento”, me dicen, “porque no ha cambiado la situación”. La clave está en la carta que redactó el rey en su despedida: “Mi meditada decisión de trasladarme, en estos momentos, fuera de España”. “Estos momentos” a los que hacía referencia no han cambiado, no vivimos “otros momentos” que permitan su regreso, ni siquiera por Navidad. Así lo reconocen sus cercanos, por mucho que a él le enoje y le deprima. Es más, los momentos se complican. Siguen saliendo informaciones sobre su fortuna y lo que es peor, sobre transacciones de dinero cuando ya no era rey.
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El rastro del dinero
Hacienda investiga movimientos sospechosos en cuentas alojadas en el paraíso fiscal de la Isla de Jersey. El rey jura que ahí no tiene nada y que eso no es suyo, aunque ya se había publicado que una parte del dinero que tenía Manuel Prado procedente de la operación de las torres Kio terminó por aquellos lares.
Luego está el asunto del dinero procedente del magnate mexicano Sanginés-Krause y la utilización del coronel Nicolás Murga como testaferro. De ahí se deriva el posible uso fraudulento de tarjetas opacas por parte de miembros de la familia real, que habría seguido hasta ahora.
A esto habría que sumar los detalles que vamos conociendo a través de El Confidencial de la Fundación Zagatka, detrás de la cual está su primo Álvaro de Orleans y que pagaba viajes a Juan Carlos I por valor de 8 millones de euros en varios años, que tenía acciones de empresas del IBEX y que ingresó una comisión millonaria por la venta del Banco Zaragozano a Barclays. No se ha logrado demostrar oficialmente que detrás de ella esté el rey emérito, pero tampoco hay explicación para que Álvaro de Orleans cobrase una comisión por una operación en la que estaban los Albertos, íntimos de Juan Carlos I y que se libraron de la cárcel a pesar de que había una sentencia firme contra ellos. Y no es esa la única comisión: hay otra de OHL por una operación en México.
Y por último, la fundación Lucum, esa que sí se sabe que tenía a Juan Carlos I como beneficiario primero y a Felipe VI como segundo. De ella sabemos que se ingresaron 64 millones procedentes de Arabia Saudí y se traspasaron a las cuentas de Corina, la amante del rey. Los defensores del rey insisten en que eso no fue una comisión y lo apuntalan en que en 2008 (fecha en la que se hizo el ingreso) no se había cerrado el contrato del AVE a La Meca. Es cierto, el contrato se cerró en 2012 y tenía una comisionista oficial, Shahpari Zanganeh, que se llevó el 0,8% de los 7.000 millones pactados. No obstante, otros investigadores apuntan a que en 2008 ya se habían iniciado las negociaciones y se habría producido una notable rebaja en la oferta española, lo que podría haber facilitado esa comisión para el entonces rey de España.
Esta fundación está siendo investigada en Suiza por el fiscal Bertosa, que espera un dictamen de la fiscalía española. Se prevé que le respondan que el rey era inimputable en aquellas fechas, así que asunto cerrado. Pero también se da por seguro que la fiscalía mandará un mensaje que puede ser demoledor más social que jurídicamente para el emérito.
Parece claro, entonces, que los “otros momentos” que espera Juan Carlos I para volver no han llegado aún y no tiene visos de que lleguen en breve. Le espera una Navidad poco blanca y triste en tierras árabes. Tendrá que seguir añorando aquellos días en que era jaleado dentro y fuera de España. Sus protectores me insisten en algo que por otra parte es muy cierto: “El rey ha sido siempre una figura imponente en el extranjero, sobre todo en Latinoamérica y los países árabes”. Marruecos, Jordania, Arabia Saudí o Emiratos vieron siempre al rey como una puerta de entrada en Europa y el rey se encargaba de engrasar esas relaciones. Siempre había favores y regalos por medio, como la finca La Mareta, un presente del rey de Jordania y en la que ahora veranea Pedro Sánchez. Pero aquello eran otros tiempos. Esos regalos se veían con cierta normalidad porque no sabíamos de la misa la media. Ahora todo se ve diferente, hasta aquello que entonces tenía tanto valor estratégico y que solo sus amigos cercanos parecen tener presente