El nuevo libro de Cayetana Álvarez de Toledo, además de ajustar cuentas con su bestia parda, el "déspota" Teodoro García Egea, y retratar la “falta de confianza en sí mismo” del “bienqueda” Pablo Casado, desvela también episodios desconocidos hasta ahora de sus avatares en política. Desde las circunstancias, pelín esnob, en las que se fraguó su ya famoso tuit ‘Jamás te lo perdonaré Manuela Carmena” por la Cabalgata de Reyes, a cómo Albert Rivera intentó ficharla para la Comunidad de Madrid, sin éxito.
Álvarez de Toledo cuenta que en agosto de 2014, el por entonces líder de Ciudadanos, Albert Rivera, le propuso ser la candidata de los naranjas a la Comunidad de Madrid. El veterano socialista Joaquín Leguina completaría el ‘ticket’ electoral aupándole como cabeza de cartel para el ayuntamiento. “Su idea era que el histórico socialista Joaquín Leguina, expresidente de Madrid y también fundador de Libres e Iguales, fuera mi pareja política como candidato a la alcaldía (…) Qué oportunidad formidable… Y, sin embargo, lo rechacé”, desvela Cayetana Álvarez de Toledo. En su día confesó que había votado a Ciudadanos a pesar de que militaba en el PP, y ahora se declara desencantada. “Albert Rivera tenía grandes cualidades para el liderazgo –carisma, oratoria, valentía- pero era un mal estratega y tenía una querencia por la política pequeña. El tiqui-taca de los tácticos”.
No fue la única oferta política que según ella le han ofrecido y ha declinado. Esperanza Aguirre, a la que llama “amiga” y con “una notable coincidencia ideológica”, la tentó con ser consejera de Inmigración de Madrid. Dijo que no. “La política autonómica no me atraía. Mi vocación era la política nacional”.
En este juego de intercambio de cromos, Cayetana Álvarez de Toledo, revela que fue mandatada por Pablo Casado para ofrecer al exministro francés Manuel Valls dar el salto a la política nacional encabezando la lista del PP por Barcelona en la repetición electoral del 10N. Según ese plan, ella sería su segunda. Valls había sido el fichaje de campanillas de Rivera para conquistar la alcaldía de la Ciudad Condal, pero salió mal. Al final Valls terminó rechazando la oferta ,según la versión de la exportavoz, aunque dice que se lo pensó.
Cayetana Álvarez de Toledo gusta de mostrar con orgullo su condición de marquesa y ´pija’ oficial de la política española. Así retrata el momento en el que se gestó su ya famoso tuit contra la alcaldesa Manuela Carmena, por haber vestido de forma poco ortodoxa a los Reyes Magos en la tradicional cabalgata del 5 de enero de 2016 en Madrid. “Si hubieran trascendido las condiciones en las que puse ese tuit, su impacto habría sido aún mayor”, reconoce con sorna.
“En un hotel pequeño y suntuoso de Verbier, (una localidad de los Alpes suizos), después de una mañana perfecta de esquí, una tarde en el spa y un derroche de fondue y vino blanco. De vuelta a la habitación, tumbada frente al televisor, al ver al rey Baltasar ataviado con una horrenda cortina de baño color rosa chicle, Cayetanísima (su hija mayor),espetó su célebre frase”, describe. Lo demás ya es carne de 'meme'.
Enfrentada mortalmente con el lugarteniente de Pablo Casado, Teodoro García Egea, entre las muchas perlas que le dedica, Álvarez de Toledo desvela que el expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, pidió a García Egea su destitución como portavoz del PP en el Congreso “en un encuentro clandestino”. Efectivamente, en junio de 2020 Zapatero se citó en secreto con el número dos del PP para intentar suavizar las relaciones volcánicas entre socialistas y populares. Cayetana fue cesada dos meses después, aunque ella no establece una relación de causa efecto.
Es a García Egea a quien la exportavoz le dedica la mayor parte de sus dardos. Le culpa de minar su relación con Pablo Casado, un “wishful thinker” de la política. Vamos el Mr. Wonderful del PP, según sus cánones. “Pablo estaba delegando en Teodoro no sólo un poder prácticamente omnímodo sobre la estructura del partido, sino responsabilidades cada vez más importantes y delicadas para el futuro del centroderecha de España”.
Al secretario general del PP le recrimina que reventara un chat paralelo que montó para mejorar el funcionamiento del grupo parlamentario. De ahí a que te bloquee Ayuso en Whatsapp hay un paso. Le retrata como un “bulldozer”, con “sonrisa de crooner”. “En dos minutos comprobé que el Profident y el puñal son compatibles”. Y le acusa directamente de hacerle ‘bullying’. Con todas las letras. Y de ascender a sus afines: “Teodoro, agencia de colocación”.
Particularmente demoledora es la descripción de una las últimas reuniones que mantuvo con él, justo antes de su fulminante cese como portavoz. "La conversación más desagradable que he mantenido en mi vida. Sabía que García Egea podía ser injusto y avasallador. Pero jamás imaginé la sima de irracionalidad y despotismo en la que era capaz de hundirse. Lo suyo era una ambición puramente personal, infantil y desatada, y a su paso estaba causando destrucción. No sólo en la imposición en el PP de una subcultura del peloteo y la mediocridad, de una falsa lealtad basada en el terror o el puro cálculo personal: la necesidad de conservar la nómina. También en lo orgánico".
A lo largo de las 519 páginas de su libro ‘Políticamente indeseable’, la dirigente popular carga contra muchos de sus todavía compañeros. El actual vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Montesinos, “cuya influencia estratégica y política nunca logré comprender”. El todopoderoso exsecretario de Organización de Ciudadanos, Fran Hervías, fichaje de García Egea para hacerle una OPA hostil a la formación naranja, le reprocha haber puesto en su contra a Albert Rivera al “sembrar dudas en torno a la actividad profesional de mi marido”, y por “rematar su partido desde la otra orilla”.
De este “ajuste de cuentas con la mala política”, como ella misma reconoció esta semana, salva a Isabel Díaz Ayuso. Con ella hace pinza contra su archienemigo común Teodoro García Egea, al que ambas culpan de sus males. “Los síntomas de inquietud en algunos sectores del partido ante el espectacular ascenso de Ayuso empezaron muy pronto. Celos. Iban dejando pequeñas puyas contra Ayuso, comentarios, insidias, que sólo servían para desgastarla y darle munición al Gobierno. Yo observaba el proceso con la angustia del dejà vu”, cuenta estableciendo un paralelismo, que en sus últimas declaraciones públicas sigue alimentando.
O más bien la penúltima, porque la semana pasada votó en blanco la renovación del Tribunal Constitucional, y por la que podría enfrentarse a una sanción de su partido por falta grave, o muy grave. En su libro relata un episodio parecido cuando se negó a apoyar una iniciativa del PSOE “para combatir el negacionismo en la violencia de género”, y que el PP decidió secundar en contra de su criterio por “miedo” a que se le identificara con Vox.
“Con el respaldo explícito de Casado, decidí que, por primera y última vez, rompería la disciplina de voto”. Va a ser que no. Ella dice que la idea se la dio el propio Casado. “La propuesta fue de Pablo: ‘Simplemente, deja ese punto sin votar”, asegura que le aconsejó. El episodio no trascendió y no hubo multa. Eran otros tiempos.