Los héroes de Ceuta se suceden. Es la otra cara de una tragedia que ha abrumado en horas a los españoles y en la que se mezclan los intereses de Marruecos, la diplomacia, la torpeza y el egoísmo política y el uso sin piedad de seres humanos para otras batallas. Gente que salta al mar sin saber nada, como bien sabe Juan Francisco, ahora famoso sin quererlo por hacer su trabajo y salvar a un bebé.
Su relato estremece. No sabía si estaba vivo o muerto el bebé, tampoco si era niño o niña solo quería salvarlo. Aún tiene en los ojos las imágenes de los corchos y botellas de plástico con los que los inmigrantes se lanzaban al mar sin saber nadar. "Si no nos tiramos al agua muchos no habrían llegado a la orilla", recuerda. Y no es la única imagen que impacta. También lo hace la de una voluntaria abrazando a un desolado inmigrante que llega a tierra de milagro. Es la otra cara del conflicto.
Entre esas imágenes tenemos también ahora la de un legionario que subido en una de las vallas en el Tarajal lleva a sus hombres a una pequeña. "Cuidado con la cabeza", dice uno de los legionarios al compañero que, subido a la valla del Tarajal, en Ceuta, lleva sobre sus hombros a un menor marroquí. Tras avanzar así unos pasos, otros dos legionarios se colocan a los pies del muro para ayudar al niño y al militar a bajar.
Informativos Telecinco ha hablado con Juan Gabriel Gallego, el legionario que no lo dudó y se arriesgó para salvar a un pequeño de no más de seis años de la valla. Siempre quiso ser legionario por su compañerismo y propósito permanente de ayudar al otro. "Se podía haber caído estaba asustado, tenía mucho miedo. Que se quería ir a casa de su madre", decía el pequeño. Juan tiene claro que vinieron engañados. Él pequeño se quedó solo en la valla mientras otros saltaron. El miedo le paralizó, pero Juan le tranquilizó y le sacó del apuro.
Las imágenes de miembros de la Guardia Civil y el Ejército rescatando menores, incluso bebés, de las aguas del Mediterráneo se han convertido en virales y en el orgullo de todo un país.
Hay escenas sobrecogedoras, como la de unos padres pasando a su bebé recién nacido por un diminuto agujero de la valla que hace las veces de frontera.