Hace más de un mes del instante en que la lava del volcán de La Palma se adentraba en el barrio de La Laguna provocando el desalojo de sus habitantes, sepultando numerosos edificios y cubriendo viviendas y locales de ceniza.
Desde el aire, volver a ver la zona es desolador. Los desalojos comenzaron el 13 de octubre y desde ese día, y hasta el pasado día 20, la colada norte devoró buena parte del barrio partiéndolo en dos.
Hoy, apenas nada ha cambiado desde entonces, pero la lava sigue discurriendo por el interior de esa colada que arrasó con todo cuanto encontró en el lugar.
Algunos edificios que parecían condenados, no obstante, siguen en pie. Entre ellos la iglesia, con la lava igual de cerca, amaenazante.
En el grueso de esa colada se observan algunas humaredas que revelan la alta temperatura en el interior, y su aparente inactividad no alivia a quienes perdieron todo. Máxime cuando hoy los científicos que siguen la evolución del volcán han detectado precisamente el avance de una nueva colada entre las montañas de La Laguna y Todoque, donde se está concentrando el mayor aporte de lava procedente del centro de emisión.
Se desconoce si llegará o no al mar, pues las coladas, tal como ha explicado María José Blanco, directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en Canarias y portavoz del Comité Científico del Pevolca, “avanzan y cambian su curso día a día, dependiendo del aporte que tengan desde el centro de emisión”.
En este contexto, tampoco quienes tienen su hogar aún en pie ven factible un regreso a corto plazo: “Me da que es imposible”, señalan, recordando los estragos de ese día en que la colada empezó a adentrarse en La Laguna para convertirlo en un barrio fantasma.