El Gobierno admite que el aterrizaje de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez en Barajas -donde estuvo desde la medianoche del día 19 hasta el mediodía del día 20- ha puesto a España al borde de una crisis diplomática, tanto con la Unión Europea como con Venezuela. Pero aún así, no ha visto razones para interponer ni una queja, ni una advertencia ni una reclamación al ejecutivo de Nicolás Maduro, por mandar hacia España a una persona a la que la Unión Europea tiene vetado el paso por su territorio.
A Moncloa lo único que le preocupa es atornillar la idea de que Rodríguez no pisó suelo español. Y aunque asume que de haber sido así se hubiera generado un problema - "hubiera habido una crisis importante", ha admitido la ministra portavoz María Jesús Montero- renuncia a cualquier medida que pueda dar oxígeno a un episodio que bastante se le ha complicado ya. Por la secuencia en sí que se conoce de los hechos. Y por cómo los ha contado tanto el ministro Ábalos, que fue el que estuvo el aeropuerto a advertir, o a convencer, o a impedir que Rodríguez se bajara del avión y cruzara la frontera, como sus compañeros de partido y de Gobierno.
"No hay caso, no hay caso", se ha escuchado repetir a algún miembro del ejecutivo, en la misma sala de Moncloa donde la portavoz acababa de tener que responder a más de media docena de preguntas sobre el encuentro, o contacto, o lo que fuera, de Ábalos con Rodríguez. Cinco días después de que lo destapara la prensa. Una semana y un día después de la noche de autos. Si no hay caso, al menos sí que hay interés. Tanto o más -tomando como referencia el número de preguntas de los periodistas- que por la cita Sánchez-Torra a la que el Gobierno puso fecha coincidiendo con el affaire Ábalos aún en efervescencia.
En lo que son los hechos, el Gobierno se apunta a lo relatado por el ministro de Transporte, al que además defiende en la forma que ha tenido de contarlo. Primero nada, luego un poco, luego otro poco... "Todos los asuntos diplomáticos se llevan con discreción. Porque afectan a otros países y a cuestiones que hay que cuidar. De ahí que Ábalos trasladara una versión reducida y que luego haya ido ampliando en sucesivas convocatorias", explicaba la portavoz para justificar a su compañero de filas.
Montero ha vuelto a insistir en que Exteriores tuvo "conocimiento fehaciente" de que Rodríguez volaba hacia España cuando el vuelo había despegado. Y defiende que eso es normal porque, según dice, en España "cuando hay comprobación de pasaje en España es en destino".
Señala también Montero que ese fue el momento en que se enteró el presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Y fue entonces, de acuerdo a su relato, cuando "se tomaron medidas correspondientes" y Ábalos hizo una "gestión diplomática" para evitar que Rodríguez pisara suelo español. "Como así ocurrió", concluye Montero, que en lo que se refiere a las consecuencias se alinea con la idea del "servicio a España" que acuñó Pedro Sánchez.
En el Gobierno entienden que la mediación del ministro de Transporte evitó que la presencia en Barajas de Delcy Rodríguez tuviera un desenlace policial. Esto es, que fuera rechazada o incluso retenida, con lo que ello hubiera podido suponer dado su cargo. "Estuvo en todo momento en suelo internacional. Se evitó que entrara y que se diera una cuestión que hubiera que lamentar. La gestión de Ábalos fue exitosa", ha enfatizado Montero. Ella, y cuantos ministros se han visto salpicados o preguntados por el tema.
Tras los titubeos informativos de Ábalos, el criterio que se ha impuesto ha sido concentrar todo el mensaje en una idea fuerza: Delcy Rodríguez tenía prohibida la entrada, y no entró. Punto. El ministro Marlaska ha ejemplificado la estrategia. Fue él quien dice Ábalos que le llamó para que aprovechara su visita al aeropuerto para recordar a Rodríguez que no podía entrar en España. Ahora Grande-Marlaska evita dar detalles sobre lo ocurrido y se remite a esa sola idea: no podía entrar y no entró. Hasta cinco veces en dos minutos lo repitió en Palma.
De lo que no tiene noticia el Gobierno, eso dice, es de la razón última por la que Rodríguez hizo el viaje a España, siendo territorio vetado para ella. Hay versiones periodísticas según las cuales tenía concertada alguna cita política. "Me es imposible ponerme en la cabeza ni en las intenciones por las que hubiera hecho este viaje. Desconozco si tenía alguna intencionalidad de algo que no fuera estrictamente la escala", zanjó Montero eludiendo al especulación.
Frente a un Gobierno que parece instalado en la idea de que "bien está lo que bien acaba", una oposición que ni tiene intención de que acabe el caso Ábalos, ni que acabe bien para los intereses de Sánchez. El Partido Popular considera que es un asunto de "extrema gravedad" y amplía su ofensiva. Los populares han registrado en el Congreso 14 nuevas preguntas al Ejecutivo que se suman a su petición de una comisión de investigación y a la solicitud de comparecencias en el Parlamento de los ministros Ábalos, Marlaska y González Laya.
Los populares quieren conocer cuando supo Pedro Sánchez de la llegada a Barajas de la vicepresidenta venezolana y reclama las grabaciones del aeropuerto y el informe policial de operaciones de la noche en que Delcy Rodríguez entró en España, así como el manifiesto del vuelo en el que partió horas después.