La cuidada estrategia de Sánchez para romper la oposición a los indultos
La clave de los indultos precisamente radica en que es una medida con efectos retardados y su efecto se evaluará en las próximas elecciones
Los estrategas de Sánchez hacen coincidir los indultos con el fin de las mascarillas y la bajada del IVA a la luz
Moncloa ha diseñado la estrategia de los indultos con un medido plan de actos y comunicación para frenar la oposición
La decisión de los indultos es de principios de la legislatura y es la suma de convicción y conveniencia. ¿Qué fue primero? Es imposible saberlo. Sánchez tenía claro que uno de sus objetivos fundamentales era cambiar la política en Cataluña: del enfrentamiento al entendimiento, aunque fuera mínimo. Las protestas en las calles tras la sentencia del proces le despejaron las dudas: algo había que cambiar rápidamente. Las elecciones de noviembre del 19 apuntalaron la decisión: sin los votos independentistas no habría gobierno posible. “Vale, si hay que indultarlos, que sea cuanto antes”, admitían los cercanos a Sánchez. Pero la pandemia retrasó la decisión.
Hay que reconocerle a Moncloa una fina preparación del terreno para una decisión que habían negado más de tres veces y que tiene en contra a más del 60% de los españoles. Primero, la carta de Junqueras aceptando el indulto. Luego la reunión en Barcelona montada por el Cercle de Economía con el título “La gran reconstrucción”. El significado es intencionadamente ambiguo y sirve para hablar de la economía post covid y de la situación en Cataluña. Allá fue Sánchez con el rey de la mano y logró incluso foto con el President de la Generalitat, el molt honorable Pere Aragonés. En ese marco, obispos, empresarios y sindicatos bendecían la llegada de los indultos y Pablo Casado se quedaba, como diría un taurino, fuera de cacho. Es más, se llevó un revolcón, me atrevería a decir.
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El problema para Casado y el PP en este asunto es que ha empezado tan fuerte, con un despliegue mediático tan apocalíptico, que ahora la oposición a los indultos se va diluyendo. La manifestación de Colón fue capitalizada por VOX y parece que el enfado en la derecha sociológica ya ha quedado saciado con el voto de castigo a Sánchez en la Comunidad de Madrid. Casado usa cada vez palabras más gruesas, pero el enojo no aumenta la temperatura en la calle. Todos de vacaciones y en septiembre ya veremos.
La luz y las mascarillas
Los estrategas de Sánchez hacen coincidir los indultos con el fin de las mascarillas y la bajada del IVA a la luz, para enojo de algunos analistas: ¡Eso es trampa! No, es política. El que tiene los mandos maneja los tiempos y lleva la iniciativa y Sánchez parece dispuesto a recuperarla después de la pandemia. Y aún falta retocar el Gobierno para afrontar los dos próximos años.
Su anuncio ha supuesto un enfado desmedido, desinflado en tiempo récord. Su aprobación divide a la sociedad entre los que opinan que es una mal menor necesario para la reconciliación y quienes creen que es una rendición de un avaro del poder que va a traernos males mayores a los españoles. Pero todo eso ahora importa poco. La duda es cómo hablaremos de ello en la próxima campaña electoral de 2023 (o 2024). El equipo de Sánchez cree que en dos años apreciaremos la desinflamación del problema catalán en toda España. Y eso vendrá acompañado por una notable mejoría económica. Habrá quienes entonces sigan opinando que lo hecho fue una traición a España y una aberración jurídica. Si es una mayoría quienes comparten esa opinión, el PSOE está perdido.
Sánchez ha decidido tomar una decisión política de las que gustan a los políticos ambiciosos: Suarez legalizó el PCE en una Semana Santa y no pasó nada en la España post franquista, González se llevó la contraria a sí mismo y a la izquierda con el referéndum de la OTAN y salió victorioso por la mínima, Aznar impulso la ley de partidos que ilegalizaría Batasuna y muchos vaticinaron un desastre que no se produjo, Zapatero legalizó el matrimonio homosexual que sacó a manifestarse hasta a los curas y el PP nunca lo derogó y Rajoy no pidió el rescate a Europa que le reclamaban todos y lo recuerda ufano cuando tiene ocasión.
Ya tiene su decisión para pasar a la historia. Es de esas que parecen al principio una osadía, pero que luego se cuentan con media sonrisa de suficiencia. Su objetivo es el reencuentro con Cataluña como ha dejado patente con su discurso en el Liceu, la guinda de la estrategia. Un discurso muy trabajado con un acento muy catalán. Sí, hubo el abucheo de un asistente que le reclamaba: “¡Independencia!” Los demás le mandaron callar. Hay hartazgo y ganas de normalidad. Pero, como dicen los entrenadores a mitad de liga después de una buena racha: “aún no hemos ganado nada y lo podemos perder todo.” El resultado es lo que importa y vivimos en una sociedad resultadista.