Un estudio internacional realizado por Lowy Institute pone a España en mal lugar en lo que se refiere a la gestión de la pandemia. Concretamente, nos sitúa en el puesto 78 tras analizar un conjunto de factores y respuestas ante la crisis sanitaria, donde han valorado la actuación de un total de 98 países.
Para ello, han tomado datos de estas naciones a partir de su caso número 100, y a partir de ahí han valorado su situación y evolución epidemiológica durante 36 semanas, –252 días–, utilizando los datos disponibles hasta el 9 de enero de 2021.
Para realizar su promedio, evaluando a los países de 0 a 100, donde 0 es la peor actuación y 100 la mejor, se fijaron en un total de seis estadísticas: los casos confirmados; las muertes confirmadas; los casos de coronavirus confirmados por millón de personas; las muertes de covid-19 confirmadas por millón de personas; los casos confirmados en proporción al número de pruebas de detección realizadas; y las pruebas o test de detección realizados por cada 1.000 personas.
Así, estableciendo que “un menor número de casos y muertes notificados” implican “una mejor respuesta al virus”, que “más pruebas realizadas revelan una imagen más precisa del alcance de la pandemia a nivel nacional”, y que “las tasas más bajas de pruebas positivas indican mayores grados de control sobre la transmisión de COVID-19”, llegaron a la conclusión de que el país que hasta la fecha había respondido mejor a la pandemia es Nueva Zelanda, en primera posición con 94,4 puntos, seguida de Vietnam, con 90,8, y Taiwan, con 86.4. El resto del top 10 lo conforman Tailandia, Chipre, Ruanda, Islandia, Australia, Letonia y Sri Lanka.
España, por su parte, apenas suma 31,2 puntos, situándose en la posición 78, entre Libia (con 31,7 en la posición 77) y Filipinas (con 30,6 en posición 79). No obstante, no es la única potencia que sale mal parada. Rusia ocupa el puesto 46, Países Bajos el 75, Francia el 73, Bélgica el 72 y Reino Unido el 66. Más allá, a la cola está Brasil, en el último puesto, el 98, puntuando solo 4,3, mientras Estados Unidos apenas llega al 94, con un total de 17,3 puntos para el ranking del australiano Lowy Institute. China, por su parte, está excluida del ranking "por falta de datos públicos".
Cifras aparte, el estudio internacional saca varias conclusiones reseñables: la primera se refiere a las propias regiones, observando que, en general, y a pesar de que el brote inicial del coronavirus se originase en Wuhan, China, los países de Asia y el Pacífico, en promedio, “han demostrado ser los más exitosos” en la contención de la pandemia. No en vano, múltiples expertos han sido los que han reparado en su férrea disciplina y su cumplimiento estricto de las medidas. Mientras, en Europa y EEUU la propagación fue sumamente rápida y repentina, si bien destaca que en el primer caso, el de Europa, la respuesta fue eficaz y “registró la mayor mejora a lo largo del tiempo respecto a cualquier otra región”, hasta que, debido a la relajación de las medidas, volvió a “sucumbir en una segunda ola” que, en el caso de gran parte de los países europeos, fue aún peor.
Por su parte, subraya el estudio América, tanto del Norte como del Sur, se ha consolidado lamentablemente como “el continente más afectado” a nivel mundial, mientras la respuesta de los países de Oriente Medio y África “lograron detener el progreso inicial de la pandemia con sólidas medidas preventivas” para, después, pasar por un proceso que fue del empeoramiento a la estabilización “en la segunda mitad de 2020”.
Por otro lado, los responsables del estudio también arrojan conclusiones en los que se refiere al sistema político de cada país y su respuesta a la pandemia. En este sentido, señalan que desde el comienzo ha habido medidas comunes en la mayoría de los países, como los confinamientos, el cierre de fronteras, etc. Si bien la forma de convencer u obligar a sus ciudadanos en el cumplimiento y la adhesión de estas medidas ha variado, reflejando en ello “la naturaleza de sus sistemas políticos”.
A este respecto, indica el estudio, a pesar de las diferencias iniciales que se pudiesen observar, las directrices aplicadas por los distintos sistemas políticos ha tendido a “converger con el tiempo”.
Así, en promedio, refiere el estudio, “los países con modelos autoritarios no tuvieron una ventaja prolongada” en el control del virus, y, pese a un comienzo difícil y algunas “excepciones notables, incluyendo EEUU y Reino Unido”, las democracias “obtuvieron un éxito marginal mayor que otras formas de gobierno en su manejo de la pandemia” en el periodo objeto de examen. Por el contrario, indican, “regímenes híbridos como Ucrania y Bolivia parecían menos capaces de afrontar el desafío”.
Por otro lado, habida cuenta de las formas de transmisión del coronavirus, como cabe esperar el estudio internacional también aprecia diferencias significativas en la calificación de los distintos países según el tamaño de la población, resultando que aquellos que tienen un número más reducido de individuos obtienen mejores resultados en la medición de la respuesta a la pandemia. Tanto es así que, explica el estudio, “las experiencias entre poblaciones grandes, medianas y pequeñas divergieron notablemente menos de un mes después de que los países registraran su caso de covid-19 número 100”, evidenciando que, efectivamente, esto últimos podían controlar mejor su transmisión.
“Los países más pequeños, con poblaciones de menos de 10 millones de personas, superaron constantemente a sus contrapartes más grandes a lo largo de 2020, aunque esta ventaja se redujo ligeramente hacia el final del período examinado”, señala el estudio, que indica que la globalización y las fronteras más abiertas han podido favorecer, efectivamente, la transmisión del virus.
Por último, el análisis de Lowy Institute analiza la influencia de los factores económicos en la respuesta a la pandemia. De ellos apunta que, obviamente, los países con un nivel de ingreso per cápita más alto han contado con los mayores recursos para combatir la pandemia, obteniendo mejores resultados que los países en desarrollo. Sin embargo, señala, pese a ello se vieron “rápidamente abrumados” con la aparición del virus y, debido a los viajes aéreos internacionales, se aceleró la transmisión del virus desde el extranjero. Mientras, y al contrario, “muchos gobiernos de países en desarrollo tenían a menudo mayor sentido de la urgencia a la hora de implementar medidas preventivas después de conocieran la escala y la gravedad de la crisis mundial”. Ello, el estar menos globalizados y tener un menor flujo de viajeros, fue en positivo frente a las grandes potencias económicas, pero ahora, advierte Lowy Institute, al problema de tener menos tecnología, menos material y menos capacidad se suma la dificultad del acceso a la vacuna, lo que, nuevamente, acentuará las diferencias entre los más ricos y los más pobres; algo de lo que la OMS alerta insistentemente, reiterando que para vencer a una pandemia no basta con que las distintas naciones vacunen a su población, sino que es la población de todo el mundo la que tiene que estar protegida para la protección de todos.